lunes, 13 de julio de 2009

Se disparó el estrés entre los médicos de los hospitales públicos



13 JUL 09 | Influenza A (H1/N1)
Se disparó el estrés entre los médicos de los hospitales públicos
Dicen que se vieron desbordados por pacientes desesperados. "Trabajamos con el temor a lo desconocido", reconocen.


Clarín

Por: Leo González Pérez

Al menos por el momento, en los servicios de guardia bajó el número de consultas por Gripe A. Por eso ellos ahora pueden permitirse un minuto para posar ante un reportero gráfico, y otro para contar cómo fueron los días más duros durante la pandemia. Hace dos o tres semanas, no hubieran tenido tiempo. Se trata de los médicos de los hospitales públicos de la Capital y el Gran Buenos Aires, que durante las primeras semanas de junio tuvieron que atender -sin todos los recursos necesarios y en muchos casos sin pautas claras- a verdaderas multitudes atemorizadas. El desborde los sometió a un gran estrés y, afirman los expertos, podría hacer crecer los casos de burnout ("síndrome del quemado", agotamiento emocional muy severo), que hoy padecen en el mundo dos de cada diez profesionales de la salud.

Entre los médicos, el burnout suele manifestarse mediante irritabilidad, pérdida de memoria y otros síntomas habituales del estrés. Y puede llegar a la despersonalización (la relación con el paciente pierde su dimensión humana), y al abandono de la profesión.

"El burnout se da cuando hay un desbalance entre lo que el médico debe dar y las gratificaciones que recibe a cambio, y en las crisis como esta el número de casos puede aumentar", explica Roberto Sivak, psiquiatra y docente de la UBA, y miembro de la sección Intervención en Desastres de la Asociación Mundial de Psiquiatría. "Cuando se desbordan todas las previsiones, la variable de ajuste suele ser la salud psicofísica de los trabajadores de la salud", señala. Y sobre este brote de Gripe A resume: "Los médicos se vieron tironeados por la demanda de atención de los que se creían afectados, teniendo que atender a la vez a los enfermos".

El testimonio de Ana Migliorini, que es pediatra y atiende chicos en la guardia del Hospital Larcade de San Miguel, confirma la última afirmación de Sivak. "En las primeras semanas de junio nos desbordó la cantidad de pacientes, que llegaban muy asustados. Nosotros los teníamos que contener, pero a la vez no teníamos información suficiente y clara", cuenta Ana.

Las instrucciones para manejar los posibles casos de Gripe A variaban cada poco. "Atendimos a cientos de pacientes sin usar barbijo ni alcohol en gel, esas recomendaciones llegaron tarde", afirma la médica.

A su vez, medidas más básicas aún, como lavarse las manos, son complicadas en la guardia del Larcade. "Porque no tenemos dónde, para hacerlo debemos caminar unos cuantos metros por el Hospital, y durante esas guardias, de 24 horas, apenas había tiempo para levantarse de la silla", dice Migliorini.

"En un momento llegamos a la conclusión de que no lograríamos ''''vaciar'''' la sala de espera nunca", gráfica. Y agrega: "Lo más desesperante es cuando algún chiquito necesita ser internado en una terapia intensiva pediátrica y no le conseguimos lugar. Un bebé murió esperando una cama que no llegó a tiempo". El golpe de gracia llega en la siguiente frase: "Pero no tiene que haber Gripe A para que cosas como estas ocurran. En esos casos uno se queda con la desesperación de saber que había algo más para hacer, y que no se hizo".

En el Hospital Mi Pueblo, de Florencio Varela, la afluencia de pacientes es siempre muy grande. Bien lo sabe el médico generalista Fernando Corsiglia, que trabaja allí. Sin embargo, él no sale de su asombro: "Uno está acostumbrado a atender a mucha gente, pero la demanda en las primeras tres semanas de junio fue increíble". La notable cantidad de casos graves que atendieron (y siguen atendiendo), las dificultades para conseguir derivaciones, la falta de profesionales, y lo valioso que son los que están son los ítems que destaca Corsiglia en su repaso de los días más agitados de la pandemia.

También Raúl Hermes Sánchez, médico terapista del Hospital Evita Pueblo de Berazategui, muestra asombro, en su caso por la gran cantidad de pacientes jóvenes sanos cuya situación empeoraba en pocas horas. "Eso nos obligaba a un seguimiento muy cuidadoso, y estudios y tratamientos más continuos", relata. Sánchez también habla de retrasos en el conocimiento de los cuidados a tomar. "Al principio no nos cuidamos, después las precauciones se volvieron una norma", dice.

En la misma dirección va el testimonio de Carlos Maurtua, neumonólogo infantil del Hospital Evita, de Lanús. "La gente llegaba angustiada y nosotros estábamos sorprendidos; trabajamos con el temor a lo desconocido, y nos informaban tarde de los recaudos que debíamos tomar", dice Maurtua. Y con un suspiro agrega que desde que se recibió, en 1981, jamás vio algo así. "Nos estresamos y angustiamos, pero el sistema respondió a la altura de lo que se puede", resume.

Qué es estar "quemado"

Quienes sufren de "burnout" pierden concentración, se sienten apáticos, fatigados y se irritan con extrema facilidad. Uno de los síntomas característicos de estar "quemado" es la falta cotidiana de placer. Se presenta en lugares donde se trabaja bajo presión y donde se está en contacto con público insatisfecho. Estos elementos son un cóctel para desarrollar estrés, que puede derivar en trastornos de ansiedad.

Entre las profesiones más afectadas por este flagelo, además de los médicos, se cuentan los telemarketers, los maestros y los gerentes de empresa sometidos a una responsabilidad constante.

Entre las recomendaciones para aliviarlo, se aconseja hacer un entrenamiento en respiración y relajación; tomarse momentos para la respiración diafragmática y la relajación progresiva y profunda, y, sobre todo, aprender a manejar el estrés. Por ejemplo, desdramatizando los pensamientos.

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