jueves, 5 de noviembre de 2009

Humanidades medicas - Azucena Couceiro Vidal - Laicismos y laicidad en las sociedades plurales - JANO.es - ELSEVIER


La imagen de Tino Soriano
La prohibición del velo islámico en las escuelas, promovida por el Gobierno francés, provocó un encendido debate sobre la libre expresión de la fe religiosa.

BIOÉTICA
JANO.es
Laicismos y laicidad en las sociedades plurales
Azucena Couceiro Vidal
Profesora de Bioética. Universidad Autónoma de Madrid.
30 Octubre 2009

La laicidad implica la apuesta por vivir juntos los diversos y diferentes


Nuestra sociedad no ha transitado aún el camino que deviene en la pluralidad respetuosa y la tolerancia activa. ¿Cómo articular en las sociedades modernas algo tan complejo como la relación entre las esferas política, moral y religiosa?

En los últimos años han ido surgiendo en España diversos acontecimientos que han polarizado a la opinión pública, dando la impresión de que en el caso de los valores es casi imposible llegar a acuerdos razonables en sociedades plurales. La polémica sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía, o la de si se debe permitir que los ciudadanos expresen y lleven a las aulas o a los centros públicos los símbolos propios de sus creencias religiosas, son algunos de los muchos ejemplos que podríamos poner. En realidad, es la punta de un iceberg de mucha más profundidad, que merece la pena recorrer detenidamente.

En realidad, es la pregunta por las sociedades modernas, y sobre cómo articular en ellas algo tan complejo como la relación entre las esferas política, moral y religiosa en un contexto cultural en el que el concepto de autonomía, de libertad responsable y respeto a la libertad de conciencia es el elemento nuclear y vertebrador de esa misma pluralidad.

Todo esto ocurre en las sociedades que se denominan “laicas”. Pero existe una gran confusión conceptual y terminológica alrededor de este tema, confusión que conviene aclarar antes de entrar en la relación de lo laico con la Bioética, y de detenernos en algunos ejemplos recientes que muestran la importancia de articular muy bien las esferas mencionadas en los debates sobre temas bioéticos.

Una raíz occidental

El laicismo tiene una raíz occidental, que si bien comenzó en el medioevo, con las tensiones entre el Papado y el Imperio, cobra nuevos y definitivos impulsos a partir del siglo XVIII. La Ilustración, las corrientes enciclopedistas, unidas a la necesidad de crear un poder estatal que pusiera fin a las guerras de religión europeas, es el punto originario de un movimiento ideológico denominado “laicismo”. Su objetivo es conseguir la autonomía del Estado, rechazando las concepciones sacras de poder político. Es así que se entiende por “cultura laica” aquella que se basa en el primado de la razón, en el libre pensamiento, en la libertad de conciencia y en la autonomía moral.

Por tanto, el núcleo básico del laicismo no es el rechazo de la religión, sino todo lo contrario, ya que al exigir al Estado neutralidad ante diversas ideologías, religiones o creencias, tiene como base el diálogo con todas ellas y reclama la necesaria igualdad jurídica de ciudadanos e instituciones. El respeto a la libertad de conciencia trae consigo la asunción de todo tipo de “conciencias”, religiosas, agnósticas o ateas, todas ellas necesarias en el proceso de construcción social. De hecho, el surgimiento en el siglo XX de un nuevo pensamiento teológico que busca la racionalidad de las confesiones religiosas y defiende la autonomía moral de las realidades profanas ha hecho posible que en muchos países el hecho religioso haya podido integrarse y formar parte de la cultura laica.

Cuatro tipos de laicismo

Si bien el laicismo es un movimiento que busca la construcción de una sociedad civil laica, también lo es que ese objetivo se puede asociar a diversas opciones políticas, religiosas o económicas. De aquí que convenga distinguir entre varias posiciones: el laicismo religioso, el excluyente o antirreligioso, el de neutralidad y, por último, el inclusivo. El determinante en cada país para situarse en una otra posición va a ser el rol histórico que en su cultura ha jugado la religión.

El laicismo religioso defiende la dimensión pública de la religión y la convicción de su importancia en el desarrollo de la sociedad, la moral y la política. El ejemplo más claro es el laicismo estadounidense, que desde su fundación ha sido explícitamente cristiano. Ghandi, dentro del hinduismo, fue un laicista religioso, y son muchos los autores que consideran que el laicismo tiene raíces cristianas, entre ellos y en nuestro medio, Fernando Savater, que con independencia de su posición personal respecto del fenómeno religioso, ha señalado en sus escritos que la separación entre Iglesia y Estado es una de las aportaciones del cristianismo.

En segundo lugar, también en orden de su aparición histórica, se encuentra el laicismo excluyente, que plantea como necesidad acabar con la hegemonía religiosa, pues entiende que la secularización y la indiferencia religiosa son un avance positivo para la sociedad, Por ello, defiende un modelo de Estado que excluya a la religión y a las iglesias de la vida pública. En nuestro entorno, el ejemplo paradigmático es el francés, que ha llevado a cabo políticas activas de laicización, forzando la separación Estado-Iglesia y propugnando la escuela pública laica, con exclusión de la enseñanza de la religión y la moral laica como fundamento del vínculo social.

El laicismo de neutralidad propugna esa misma neutralidad ante culturas ateas, agnósticas y religiosas, lo que no siempre viene acompañado de una valoración positiva del rol que algunas formas de religión pueden tener en el laicismo actual. Se puede convertir por este camino en un laicismo de neutralización de la religión y de sus instituciones para impedir que tengan influencia en la vida pública.

Por último, el laicismo inclusivo de una religión emancipatoria e ilustrada que entiende que la religión está unida a las manifestaciones de la inteligencia humana y sabe que la libertad religiosa no concierne sólo al ámbito de lo íntimo de la creencia sino también a su exteriorización en el espacio público de convivencia ciudadana. Asume, por ello, que las religiones gozan del mismo derecho que las demás convicciones a un uso razonable de ese espacio público. Gran parte de los laicistas europeos se sitúan en el marco de este planteamiento integrador, si bien hay un sector del laicismo, español y europeo, que se aparta claramente del mismo.

Distinguir entre laicismo y laicidad

Estos son los conceptos teóricos, y es importante conocerlos para comenzar a indagar en cuál de estos escenarios nos ubicamos como cultura, como país. Sin embargo, el uso habitual y cotidiano de los términos es otro, pues lleva a suponer y por consiguiente a expresar que la palabra laicismo es sinónimo de hostilidad hacia la religión. De aquí que autores tan conocidos en nuestro entorno como Gregorio Peces Barba, Adela Cortina o Victoria Camps propugnen distinguir entre laicismo y laicidad. El primero designa la doctrina que se empeña en la agresión explícita y sistemática de lo religioso, mientras que la laicidad no trata de borrar la experiencia religiosa, sino de defender la libertad de conciencia y el pensamiento libre.

En el entorno europeo, existe, en general, una laicidad de reconocimiento de las religiones como un factor positivo para la vida de los países, y unas características comunes que identifican esta relación, así como sus consecuencias en la construcción de una moral común, y de las leyes con las que nos dotamos en las sociedades plurales. Dichas características son: la neutralidad del Estado y el respeto al pluralismo religioso, moral e ideológico; el reconocimiento de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa; la existencia de un espacio público que garantice la libre discusión, el pluralismo y la autonomía moral, y el reconocimiento de la dimensión pública de la religión en el ámbito de la sociedad civil.

Ese reconocimiento deriva de asumir que es necesaria una interacción entre la ética pública y la ética privada, y de que esta última influye decisivamente en los comportamientos públicos de las personas. También de que es necesaria una laicidad basada en la ética de la deliberación y del debate, superando el antagonismo entre culturas laicistas y religiosas, y situando las argumentaciones por encima de las convicciones, en un espacio donde todos puedan contribuir a la generación de una ética cívica.

Y es que quizás lo más importante sea entender que la laicidad implica la apuesta por vivir juntos los diversos y diferentes. Pero en nuestro país tenemos una historia en la que se entrecruzan tensiones y conflictos entre clericales y laicistas, dos líneas de fuerzas permanentes expresadas tanto en el campo político como en el cultural.

El origen del actual laicismo español se puede rastrear ya en la generación del 98. Una de las denuncias más claras de la confusión católica entre religión, derecho y política se encuentra en los escritos de Unamuno y en su intercambio epistolar con Ortega. La Guerra Civil cerró ese ciclo de laicidad y abrió otro de integrismo político basado en la ideología del nacionalcatolicismo.

Laicismo con fuertes dosis de anticlericalismo

El resurgimiento del laicismo entre finales del siglo XX y principios del XXI es heredero de esta historia, pues todavía existe una memoria colectiva que sigue pesando en nuestro país y que recuerda la gran represión cultural, normativa y política vivida durante decenios, también extensiva a espacios íntimos como el de la sexualidad o los estilos personales de vida. Todo ello ha reforzado en ciertos sectores un laicismo con fuertes dosis de anticlericalismo. El mundo del laicismo culto español, salvo notables excepciones, vive de espaldas al pensamiento religioso ilustrado, y la línea dominante de escritores e intelectuales que escriben, por ejemplo, en un periódico como El País, que quiere se expresión del nuevo laicismo liberal, se mueve entre el laicismo de exclusión y el de neutralización.

Todo ello tiene consecuencias inmediatas en nuestro entorno. Por una parte, el creciente “analfabetismo sobre el fenómeno religioso”, que no crea sociedades más laicas, sino países culturalmente empobrecidos en su comprensión de las culturas. Por otra, un talante de fobia a lo religioso que, con estas características, es difícil encontrar hoy en el ámbito europeo. La causa quizás se encuentre en que en España persisten algunos sectores eclesiales que no renuncian a la instrumentalización de la esfera política, y no saben distinguir entre la especificidad de la ética cristiana y la racionalidad moral en la que se basan los consensos ético-jurídicos en las sociedades plurales. Sin duda, también esta postura favorece un laicismo excluyente.

Nuestra Constitución es aconfesional, pero no laica. Nuestra sociedad tampoco parece serlo, pues no ha transitado el camino que deviene en la pluralidad respetuosa y la tolerancia activa. Todo ello tiene consecuencias en la discusión sobre los conflictos de valor que se plantean en torno a la vida y a la muerte, y que serán analizadas en el próximo artículo.

“En nuestro entorno el ejemplo paradigmático es el francés, que ha llevado a cabo políticas activas de laicización, forzando la separación Estado-Iglesia.”


Referentes sociológicos
España Laica

Con esta obra, Rafael Díaz-Salazar, profesor de Sociología de las Desigualdades en la Universidad Complutense de Madrid, cierra su trilogía sobre la laicidad. En el primer libro, analizaba, como rezaba su título, el Factor católico en la política española (PPC, 2006). En el segundo, Democracia laica y religión pública (Taurus, 2007) estudiaba desde una sociología política de la religión las nuevas aproximaciones de Rawls y Habermas al tema del lugar público de la religión en las sociedades democráticas. En este tercer libro, publicado por Espasa, Díaz-Salazar reivindica una España laica como proyecto integrador. Se trata de construir una cultura pública que haga posible la convivencia de una ciudadanía que es cada vez más diversa en lo religioso, lo moral y lo ideológico.


Bibliografía
- Díaz-Salazar, R. España Laica. Ciudadanía plural y convivencia nacional. Madrid: Espasa Forum, 2008.
- Savater, F. Nuestras raíces cristianas. El País, 4 de julio, 2003.
- Camps, V. La voluntad de vivir: las preguntas de la Bioética. Ariel: Barcelona, 2005.
- Díaz-Salazar, R. Democracia laica y religiones públicas. Madrid: Taurus, 2007.
- Cortina, A. Alianza y contrato: política, ética y religión. Madrid: Trotta, 2001.

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