jueves, 13 de mayo de 2010

El Tsunami Global - REVISTA MÉDICOS



El Tsunami Global
Por el Licenciado
Víctor Norberto Cerasale [MBA R&D]


Por estas horas los mensajes mediáticos se concentran en las premoniciones mayas y las de Nostradamus acerca del final de los tiempos. Todos se retroalimentan con visiones que muy pocos, casi nadie, pueden certificar en cuanto a su realidad más allá de un estimable cálculo de probabilidades…

Mientras ello sucede, cosas reales alimentan nuestros días, muchas de ellas no debidamente atendidas.

Estados Unidos de Norteamérica ha hecho un aporte concreto a la modificación de su muy inequitativo sistema de salud, incluyendo ahora a 32 millones de personas que no tenían cobertura alguna. El Congreso de dicho país aprobó la iniciativa por 220 votos a favor y 207 en contra, enseñando que las necesidades sociales poco se corresponden con el convencimiento político-económico-empresario.

El argumento empleado por el Presidente Obama fue terminante: “más allá del drama personal que lleva cada 30 segundos a un estadounidense a la quiebra por los gastos sanitarios, hay que actuar de forma decidida porque la amenaza de los crecientes gastos sanitarios es para toda la economía ya que las aseguradoras sanitarias son el 16 por ciento de todo el PIB estadounidense”.

El fundamento movilizador ha sido dar cobertura a cerca de 35-42 millones de estadounidenses que actualmente no disponen de acceso al seguro de salud y no pudiendo inscribirse en ninguno de los programas públicos Medicaid (para los más pobres) o Medicare (para los mayores de 65 años), evitar los seguros de salud precarios en otros 25 millones de ciudadanos más que están en continuo riesgo de quiebra y eliminar los abusos de las aseguradoras privadas que legalmente tenían derecho a expulsar a quienes enfermaran o no permitir el acceso a quienes tuvieran alguna patología previa.

Obama tuvo varias iniciativas para romper un modelo de salud altamente excluyente, fundado en un falso liberalismo económico que prioriza (aún) los intereses y beneficios de los pocos sobre las necesidades de los muchos.

Este hueco para unos y abismo para otros ha producido un nicho temible de demandas contenidas, sea por omisión, por negación, por disimulo o simple negligencia. Demandas que, contrariamente a lo que se suele creer, no terminan con la muerte del enfermo no atendido.

La iniciativa recientemente homologada propone un modelo sin aseguradora pública que proyecta un plan de aplicación a diez años, con medidas que comenzarían a aplicarse desde, 2014 en adelante, previendo extender la cobertura sanitaria del 83% por ciento actual de la población al 95%, a un costo inicial de 940.000 millones de dólares en la próxima década y fundado en la exigencia, bajo riesgo de multa de entre 600 dólares y 2.000 dólares, de contar con un seguro sanitario. Estas multas se aplicarán no sólo a las empresas sino también a los ciudadanos (incluso si están desempleados), por lo que se acompañarán de subvenciones para poder pagar las primas en caso necesario y de una disminución del límite máximo de ingresos para poder acceder al sistema público Medicaid para los más pobres. Las aseguradoras no podrán expulsar a quien enferme ni excluir a quienes ya estén enfermos.

En un mundo donde la mayor parte de la humanidad está caída del sistema económico, por ende carente de acceso a atención de salud alguna, la idea Obama aparece como movilizadora y motivante. ¿Es la solución?... indudablemente no, porque la misma aparece cuando el mundo está demandando un abordaje global a una problemática geométricamente creciente; traducido, el problema de salud que antes quedaba lejos ahora es parte del paisaje de todos, pudiendo alcanzar en cualquier momento el rango de global.

Lo sucedido con la gripe H1N1 ha sido un tremendo llamado de atención, aún no asumido por la mayoría de los países, mucho menos reconocido por las autoridades políticas que no llegan a dimensionar la capacidad de daño que guarda una epidemia con potencial de pandemia… y curiosamente, el mundo gira llevando hoy una movilidad que ha producido un cóctel de enfermedades de alcances desconocidos.

Ya no importa la distancia que hay entre el sistema de salud americano con el canadiense, o de éstos con el europeo, o el de aquéllos con el resto. El problema, repentinamente, ha pasado a ser de todos. La epidemiología terrestre se ha convertido en una licuadora donde todo es posible y donde nada debe ser descartado como tampoco obviado.

Hasta apenas ayer, las tecnologías, sus patentes, y las estrategias de comercialización y marketing proyectaban nichos de demanda y consumo, diseñando estrategias de batalla por competencias que hoy, por los efectos de la globalización, se han licuado reclamando de sus operadores otras capacidades y otros abordajes. Las empresas y sus directorios siguen pensando como en el siglo pasado, y al igual que los estamentos políticos todos guardan convencimiento de pelear por un mercado que quizá sin quererlo, ha modificado su eje de gravedad y requiere de mejores interpretaciones.

Por lo pronto, que haya varias empresas fabricando los mismos medicamentos para luchar por nichos en el mismo mercado aparece ahora como desatinado, fuera de contexto, si se quiere fuera de tiempo. Lo que era coherente con el paisaje ha dejado de serlo y las sinergias ameritan un reordenamiento a favor de un sistema de salud pública global que habilite la atención del universo de personas en todo el mundo, en cualquier lugar donde ésta se encuentre.

La salud de las personas contribuye a generar y establecer un nuevo estándar socioeconómico donde la inclusión es prioritaria. Dejar sin atención a millones de diabéticos, a otro tanto de inmunodeficientes, a un mundo de afectados por enfermedades hepáticas, por mencionar sólo a algunos de los nichos epidemiológicos, contribuye a agrandar el potencial de indefensión en que se encuentra la mayor parte de la raza humana, y ello per se, promete llevarse puesto a todos aquellos que hoy se autoconsideran ajenos y a salvo.

El mundo demanda un análisis profundo y genuino de las demandas presupuestarias evitando las potenciales exclusiones que han caracterizado al siglo XX. Detrás de ello, indefectiblemente los estados políticos deberán sentarse a una mesa a establecer las bases de un modelo universal donde la salud sea prioridad estratégica ya que además de un supuesto derecho inalienable, debe ser patrimonio de la humanidad.

De no ser así, los costos catastróficos engendrados por las gentes no atendidas, impactarán con una fuerza descomunal a las economías endebles que aún pretenden sustentarse en conceptos perimidos.

Todas las investigaciones de diversa índole que cursan por estas horas en todo el mundo, están señalando la necesidad de cambiar el criterio avanzando bajo un concepto de universalidad cierto. Parásitos, bacterias y virus, le están dando al hombre la oportunidad única e histórica de crear un modelo sustentable, pensado en la prioridad auténtica, las personas (todas). De no ser así, nos veremos consumidos por las urgencias y las imprevisiones.

Licenciado Víctor Norberto Cerasale. 2010-03-31. Copyright by Cerasale, 2010. Derechos reservados. Exclusivo para Revista Médicos, Medicina Global.
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