jueves, 10 de junio de 2010

Opinión Editorial - Prof Guillem Lopez i Casanovas - Orientar mejor el discurso sobre el gasto sanitario - JANO.es - ELSEVIER


Orientar mejor el discurso sobre el gasto sanitario
Prof. Guillem López i Casanovas
JANO.es
ESPAÑA
Centre de Recerca en Economia i Salut CRES- Univ Pompeu Fabra

10 Junio 2010


Nuestros conciudadanos europeos de Grecia tendrán que generar en los próximos años superávits fiscales de casi 12 puntos de PIB ya que, como mínimo, 5 puntos deberán sufragar la carga de la deuda del pasado. Un punto de PIB supone un esfuerzo fiscal y productivo ingente. De modo que los griegos, antes de poder decidir la partida de gasto social que desearían activar, deberán pagar la factura de sus antecesores, que gastaron más de lo que podían financiar. En la historia de los déficits, el exceso de una generación lo paga otra. Al contrario que con la noche de reyes —los niños piden lo que desean a sus majestades y la factura la pagan los padres—, con los déficits, los padres piden a los gobiernos lo que quieren y los hijos ya pagarán. Esta inequidad intergeneracional no la reconocen aquellos que tienen una sola mano, la del gasto, sin preocuparse de los ingresos. No se comportan con los recursos de todos del mismo modo que lo hacen con los propios.

“No se puede hablar seriamente de más gasto en Sanidad sin identificar en qué partidas, para qué, para quién, con qué coste y a expensas de quien va a ser su financiación.”

El impacto de la crisis sobre el gasto social tiene múltiples aristas, tal como señalé en el High Level Meeting para la OMS en Oslo (presentación disponible en la red WHO). En España, el panorama es de contención del gasto: en 2009, el Estado liquidó en pagos más del 80% por encima de lo ingresado por vías ordinarias. No se puede hablar seriamente de más gasto en Sanidad sin identificar en qué partidas, para qué, para quién, con qué coste y a expensas de quien va a ser su financiación. Si el gasto se sigue aplicando por la vía del universalismo, se puede acabar siendo poco redistributivo por el lado del gasto, y más regresivo por el lado de los ingresos, ya que la única imposición que crece es la indirecta (IVA y especiales), con la que aportan más quienes menos tienen.

La crisis económica obliga a agudizar el ingenio. Cuando las finanzas públicas no se sostienen (bienvenida sea la lucha contra el fraude y la elusión fiscal), conviene priorizar: qué tipo de prestaciones (las de mejor coste-efectividad) y para los más necesitados primero. El gasto sanitario público no bajará, pero es iluso pensar que podremos incrementar el componente público cada año varios puntos por encima del crecimiento del PIB. El tratamiento del gasto como inversión es una coartada que se sostiene sólo para algunos componentes del gasto en salud que, si se toman en serio, favorecerán una política proactiva, de prevención, de educación, en habilidades cognitivas y no cognitivas que suponen algo diferente a ‘más recursos para el sistema sanitario’.

El reto está en canalizar la mejor financiación pública (impuestos, tasas y precios públicos) hacia el gasto más eficiente en objetivos de salud. Para lo que sea coste efectivo, impuestos y obligatoriedad paternalista (como en Gran Bretaña); para lo efectivo pero de coste inasumible (los puntos de corte son aquí políticos) quizás convenga favorecer esquemas de aseguramiento complementario; para lo no concurrente con lo público: prima comunitaria (como en Países Bajos) regulada y no individual privada, o coadyuvar el pago directo vía deducción fiscal; para lo que es efectivo y poco más, tasas y precios públicos (como con los precios de referencia, o graduando el copago según efectividad relativa, a la francesa, con sus medicamentos); para lo que no es efectivo, y para lo concurrente en general con lo público, precios privados.

Este esquema puede permitir la solvencia del sistema canalizando las presiones de oferta y demanda hacia el mecanismo financiero que responda mejor en objetivos de salud. Comportarse como ‘el manolo del bombo’ con más y más gasto público no deja de ser algo estrambótico, entre la ingenuidad insensata y la malevolencia interesada.
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