domingo, 7 de noviembre de 2010

La odisea de un médico jubilado tras su talonario de recetas - DiarioMedico.com

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ESPAÑA
JOSÉ MANUEL RIBERA CASADO RELATA SU EXPERIENCIA CON LA ADMINISTRACIÓN
La odisea de un médico jubilado tras su talonario de recetas

José Manuel Ribera Casado, pionero de la geriatría en España y jefe de servicio de la especialidad en el Hospital Clínico de Madrid hasta su reciente jubilación, cuenta su experiencia para obtener el talonario de recetas que los médicos madrileños pensionistas obtienen para su uso.


José Manuel Ribera Casado - Jueves, 4 de Noviembre de 2010 - Actualizado a las 00:00h.


Probablemente el momento de la jubilación no es el más feliz de la vida para quien haya disfrutado en su trabajo y se encuentre en buenas condiciones físicas y mentales. El Colegio de Madrid intenta ayudarnos a superar el trance. Hay una sección de jubilados que preside con entusiasmo y dedicación Ángel Oso y que ofrece actividades culturales y recreativas. Entre otras ventajas, el colegio tiene un acuerdo con la Dirección General de Farmacia de la comunidad, que posibilita disponer de un talonario de recetas de pensionista con el que el colegiado cubra sus necesidades. El presente relato narra las aventuras necesarias para lograrlo (o no).

Los primeros paseos

El primer paso es acudir al colegio con la idea (absurda) de que, una vez acreditado que has sido jubilado y la colegiación, saldrás del edificio con el talonario. Pues no. Un empleado muy amable te informa de que eso no es tan fácil como creías. Eso sí, te hace entrega de dos documentos imprescindibles: una certificación de que llevas colegiado la tira de años y una hoja de solicitud con la que es necesario acudir a un edificio situado en la otra punta de Madrid donde se encuentra la Subdirección General de Compras de Farmacia y Productos Sanitarios. Te indica que hay que acreditar una serie de cosas, pero que todo se arregla en un plis-plas.

* Si el privilegio de disponer del talonario en cuestión alude a los médicos colegiados en Madrid, una vez demostrado, debiera dar igual dónde resida

Llega uno muy confiado a la subdirección. Un empleado menos amable te mira como si fueras tonto y demanda unos papeles sin los cuales no cabe solicitar el talonario. Ello da lugar a una discusión en el curso de la cual el recién llegado entiende la mirada del funcionario porque se llega a sentir rematadamente tonto. El resultado es salir con el rabo entre las piernas y hacerse a la idea de que deberá volver. Quien esto firma así hizo unas dos semanas más tarde con la mala fortuna de que tampoco la recolección de papeles fue adecuada. Nueva discusión subida de tono con frases como "yo soy un mandao" o "parece mentira que no sepa que en este país todos tenemos que hacer colas" -le faltó poco para llamarme pringao como decía la canción-. La intervención de un superior añade poco; recordar que las normas están para cumplirlas y quien no esté conforme que se aguante. Nuevo fracaso.

Los documentos
El lector se estará preguntando cuáles son esos documentos tan difíciles de obtener. El primero es un certificado de empadronamiento en la Comunidad de Madrid. Aquí surge el primer contrasentido. Si el privilegio de disponer del talonario en cuestión alude a los médicos colegiados de Madrid, demostrado ese requisito, debiera dar igual que su domicilio radicara en Toledo o Las Palmas. Pero el caso es que uno vive en Madrid y enseña su carné de identidad para demostrarlo. "El DNI es para la Policía y aquí no acredita nada, ¡pues sí que no hay DNI con domicilios diferentes al real!".

Perplejo. "Oiga: que la Comunidad sabe de sobra dónde vivo y cuando tiene que pasarme impuestos, multas o contribuciones nunca se equivoca". "Eso son cosas del Ayuntamiento o de Hacienda, no nuestras", me responde. "Pero es que uno no está obligado a aportar ninguna información que conste en el archivo de cualquiera de las administraciones". Nada, al Ayuntamiento y se acabó.

* Larra murió hace casi dos siglos y el 'vuelva usted mañana' debería estar más que superado en la era de la informatización

Un último intento después de que el interesado, es decir, yo mismo, se haya leído la letra pequeña de la resolución número 424/05 que regula lo que eufemísticamente se llama convenio de colaboración. "En el apartado d. del punto tercero se especifica que como alternativa al certificado de empadronamiento vale la tarjeta sanitaria individual de la comunidad y ésa sí que la traigo". Que si quieres arroz, Catalina.

El siguiente requisito habla de "certificado de servicios prestados en el SNS" y para obtenerlo le remiten a uno a la calle Sagasta, 6. Yo acudí en mi primer intento con un amable saludo del director gerente de mi hospital donde agradecía los servicios prestados y me deseaba éxitos para la nueva etapa. No valía. En el siguiente viaje fui con un papelito de la Subdirección de Gestión de Recursos Humanos del hospital donde se hacían constar mis más de 40 años en el centro. Debí atinar.

Más problemas. Hay que presentar un "certificado de pensionista", que según indican se obtiene en las oficinas del INSS. Yo ya había acudido a una para tramitar mi nueva condición de pensionista. En concreto, a de la calle Villanueva. Me habían atendido muy amablemente y me habían llenado de papeles en directo y por correo. Disponía, y así los fui mostrando en mis visitas a la subdirección de farmacia, de: copia del documento de solicitud de jubilación entregado en la oficina de Villanueva, resolución por parte del INSS en la que se me especifica la cuantía de la pensión, certificado de empresa expedido por la Secretaría de Estado de la Seguridad Social y documento acreditativo del derecho a la asistencia sanitaria. Asombro. Ninguno vale para acreditar mi carácter de pensionista. Y el caso es que este punto se me sigue presentando como insoluble.ç

Las posibles razones
La primera y más obvia es que, como sospechan los señores de la oficina siniestra, estamos ante una persona que es tonta de remate y no sabe manejarse por la vida. Puede que sea verdad. Lo malo es el daño no reversible que debo haber hecho a lo largo del tiempo a los muchos miles de pacientes y de estudiantes con los que me he tropezado y que se han fiado de las cosas que les decía. En la misma línea, el número de veces que he logrado engañar a tribunales y superiores cada vez que he logrado un ascenso. Si la hipótesis es cierta, deberían llevarme a la cárcel o, en el mejor de los casos, a un centro de educación especial.

* "Dado que está usted jubilado, le sobra tiempo y le conviene moverse, espabile, que aquí tiene tarea. Manténgase activo, pasee por todo Madrid"

La segunda, bastante verosímil, es que la Subdirección General de Farmacia no esté muy entusiasmada por facilitar talonarios y haya decidido en época de crisis poner el máximo de obstáculos y dificultades a su entrega. Vamos, en lenguaje popular, tocar las narices hasta lo que podríamos llamar la rendición por agotamiento. Me he enterado de los nombres de algunos compañeros rendidos por agotamiento. Bien pensado, la táctica puede resultar eficaz. De ser así hay fórmulas más felices de actuación. La primera sería romper el acuerdo. No sería muy grave para el jubilado; en el fondo no nos resulta muy difícil obtener las recetas por nuestros compañeros. Lo que en ningún caso es de recibo es que las personas que atienden se autoestablezcan, como decía un colega, en cuerpo dificultativo de fondo y forma tanto si son empleados de primer nivel como si son jefecillos o jefes de un rango superior. Larra murió hace casi dos siglos y el vuelva Vd mañana debería estar más que superado en la era de la informatización.

Hay una tercera hipótesis más cariñosa con la subdirección, y que es a la que se ha apuntado mi mujer. "Dado que usted está jubilado, le sobra tiempo y le conviene moverse, espabile, que aquí tiene tarea. Manténgase activo, pasee por todo Madrid, haga colas y venga a vernos de vez en cuando". Sería algo así como que la subdirección asume un encomiable papel de terapeuta ocupacional efectivo, mirando siempre por mantener en buen estado de salud a los profesionales de más edad. Algo muy adecuado, especialmente si, como ocurre en mi caso, procedemos del campo de la geriatría.
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