lunes, 9 de mayo de 2011

Sociedad Española de Psiquiatría :: El Médico Interactivo, Diario Electrónico de la Sanidad ::

ENTREVISTA: “En el campo de la Psiquiatría se ha progresado mucho en los últimos 30 años, pero todavía queda mucho por hacer, entre otras cosas, porque los recursos que se destinan son aún escasos con respecto a las recomendaciones internacionales”, según Jerónimo Saiz

A.Montero/L.Rodríguez

El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid ha concedido una entrevista a la Revista EL MÉDICO


Madrid (10-5-11).- ¿Cuál es la situación actual de la atención psiquiátrica en España?


En el campo de la Psiquiatría se ha progresado mucho en los últimos 30 años y se ha experimentado un progreso de fondo y de forma importante en relación a un cambio de modelo en la asistencia psiquiátrica que surge a raíz de la propuesta de la reforma psiquiátrica en España y que luego se plasmó en la Ley General de Sanidad. Hemos pasado de los viejos hospitales psiquiátricos, los manicomios, a las unidades de Psiquiatría en los hospitales generales; de una atención ambulatoria muy limitada, prácticamente sólo farmacológica y además compartida con la Neurología, a una red con centros de salud mental comunitaria, que son multidisciplinares y que aplican un modelo en el que lo esencial es la reincorporación del enfermo a su vida normal y a su entorno. En estos centros existen profesionales trabajando coordinadamente, desde psicólogos a asistentes sociales, enfermeros, terapeutas ocupacionales y, por supuesto, médicos psiquiatras, que tratan de proveer todo lo que el enfermo requiere para su recuperación, desde la coordinación con Atención Primaria y servicios sociales a todos los dispositivos intermedios que puedan ser necesarios en procesos de rehabilitación. Para nosotros es muy importante que la enfermedad psiquiátrica sea una enfermedad más y no algo que tiene una característica estigmatizadora y excluyente, que discrimina al enfermo mental y le aparta de su vida normal. Se puede decir que el nivel de la Psiquiatría actualmente es altamente satisfactorio, asegurando incluso que en diversos foros internacionales tenemos buena consideración y prestigio.

A pesar de la mejora, la Psiquiatría tiene todavía áreas en las que trabajar, ¿cuáles serían sus puntos débiles?

Efectivamente, y a pesar de las mejoras registradas, todavía queda mucho camino por recorrer. En un país como el nuestro, en el que el sistema público de salud es el que garantiza todas las prestaciones para promocionar, conservar y recuperar la salud de los ciudadanos, en Psiquiatría hay mucho por hacer; entre otras cosas, porque los recursos que se destinan a la asistencia psiquiátrica son todavía escasos con respecto a las recomendaciones internacionales, como por ejemplo las que se marcaron en la Declaración de Helsinki en enero de 2005.

En España, en 2006, se puso en marcha la Estrategia en Salud Mental, que fue revisada en 2009. En ella se establecieron una serie de acciones para favorecer la prevención y la promoción de la salud mental y para conseguir homologar el desarrollo de los servicios, puesto que en las diferentes CC.AA. se ha dado un nivel desigual de organización y de desarrollo. También hay mucho por hacer en la coordinación con Atención Primaria y con los servicios sociales; y en la aplicación de la Ley de Dependencia a los enfermos mentales. En este sentido, se acaba de reformar el baremo de la Ley de Dependencia para adecuarlo a las limitaciones promovidas por los trastornos psiquiátricos y es preciso implementar las prestaciones que necesitan los enfermos mentales graves y crónicos. Además, tenemos un cierto desbordamiento en cuanto a que muchos problemas de la vida diaria se relacionan e identifican ahora con la salud mental, el límite entre la salud y la enfermedad muchas veces no está muy claro por parte del paciente. Nuestra participación en este tipo de problemas, que no enfermedades, es más bien inútil y además nos obliga a dejar de atender otros problemas que son más graves y duraderos, que consumen muchos recursos en prestaciones y servicios sociales y que no pueden quedarse en lista de espera. Aún más, en el caso de los enfermos mentales graves se añade otra circunstancia que hace particularmente delicada nuestra actividad y es que en muchas ocasiones los pacientes no reconocen la enfermedad y no prestan su colaboración con el tratamiento.

Otro problema claro es el de estigmatización de estos enfermos, ¿no?

Con él nos enfrentamos a diario. El estigma y el prejuicio discriminatorio que acompaña a la enfermedad y que impregna todo lo que tiene que ver con la ayuda que damos a los enfermos es, sin duda, un gran problema que dificulta que estas personas se reincorporen a un trabajo, que tengan una vida normal, la consideración de los demás… Nos encontramos con el fenómeno “SPAN” -Sí, Pero Aquí No-, de manera que todo el mundo reconoce su apoyo a la enfermedad pero a la hora de la verdad no se actúa en consecuencia y esto desmoraliza a los enfermos y a las familias que en ocasiones ocultan que existe la enfermedad y dejan de consultar por ello. Con el agravante de que el trastorno psiquiátrico es muy frecuente, de hecho, se calcula que una de cada cuatro personas lo ha tenido, lo tiene o lo va a tener. Hay una barrera invisible que nos produce mucha preocupación. De hecho, la Sociedad Española de Psiquiatría acaba de mostrar su adhesión a una declaración que ha hecho la Comunidad de Madrid para combatir el estigma. Un estigma que, por otro lado, se basa en creencias erróneas, como, por ejemplo, pensar que los enfermos mentales por el hecho de serlo son peligrosos, impredecibles, débiles de carácter… y eso está fuera de la realidad. Dentro de nuestra especialidad, tenemos posibilidades y recursos comparables a los de otras especialidades para ayudar a nuestros pacientes y a su entorno, y sin embargo la consideración social es que, en general, la enfermedad mental no se cura y produce secuelas. Todo surge de un prejuicio histórico negativo. Otro ejemplo discriminatorio lo encontramos en el reciente congreso dedicado al PAIME (Programa de Atención al Médico Enfermo) donde se ha concluído que los médicos tienen mucha más patología mental y adictiva que el resto de la población, que hay que proteger a la sociedad de estos médicos con trastorno mental y que, por tanto, las Administraciones tienen que sufragar este programa. Sin embargo no se ha propuesto un programa que reconozca que existen otras enfermedades, como la diabetes o el Parkinson, que también pueden ser determinantes en el ejercicio de la profesión. Desde la Sociedad Española de Psiquiatría vamos a hacer todo lo posible por extender la idea de que no hay que demonizar a las personas con patologías mentales. También al respecto, hay un estudio muy reciente realizado por la Asociación de Cirujanos de Estados Unidos, publicado en el Archives of Surgery que indica que hay más posibilidades de suicidio en este colectivo médico que en la población general y se debe a que los cirujanos no consultan por miedo a que se descubra que tienen un problema mental, con lo cual, la depresión, que es la patología más frecuente, no se detecta y no se trata, y se llega con más facilidad a los gestos suicidas.

¿Qué políticas y proyectos considera viables para alcanzar los retos de futuro que tiene la profesión?

La Estrategia en Salud Mental que se hizo con total, e inusual, consenso recoge muy bien las líneas de progreso con una serie de objetivos como son: el esfuerzo en promoción y prevención de la salud; aplicar el modelo comunitario y desarrollarlo en aquellos lugares donde no se ha llegado a un nivel aceptable de aplicación; combatir algunos problemas emergentes en salud mental como son el consumo de alcohol y drogas en adolescentes y la prevención en suicidio... En este sentido, la Sociedad Española de Psiquiatría acaba de elaborar y se van a hacer públicas en breve unas recomendaciones sobre prevención y manejo de la conducta suicida.

También existen programas específicos dirigidos a grupos de riesgo, como el reconocimiento de la especialidad de Psiquiatría infanto-juvenil que está en marcha pero va lento; la atención a la población reclusa, donde el consumo de drogas es muy frecuente y donde los recursos, que dependen de Sanidad penitenciaria, son muy pobres; la atención a las personas con enfermedad grave y persistente que sufren discapacidad y necesitan de la ayuda de otros para los cuidados más básicos de la vida; la integración entre los servicios sociales y sanitarios; la atención a mayores con problemas neurodegenerativos… Por otra parte, acaba de ser declarado inconstitucional el precepto legal (Artículo 763 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) por el que estábamos haciendo los internamientos forzosos -involuntarios- en aquellas personas con enfermedad grave que precisan de tratamiento. Así, el Tribunal Constitucional, en aplicación de la Convención de Nueva York para el respeto a los derechos de las personas con discapacidad, exige redactar una ley orgánica para regular este tipo de procesos que tienen que ver con la privación de la libertad.

Como Sociedad Española de Psiquiatría entendemos que sería una oportunidad para regular los procedimientos ambulatorios de tratamiento obligatorio que es algo que ya se ha planteado en el Congreso en dos ocasiones pero sobre lo que no ha habido acuerdo. Otro tema importante son los problemas de salud física que aparecen en los casos de enfermedades graves y persistentes y que hacen que la esperanza de vida de nuestros enfermos con ese perfil disminuya en diez o quince años. A este respecto, desde la Sociedad hemos hecho un esfuerzo importante con la publicación de dos consensos sobre salud física en esquizofrenia y en trastorno bipolar con una serie de recomendaciones para los médicos especialistas y de Atención Primaria. Además, tenemos convenios muy activos con SEMERGEN, semFYC o SEMG, y en este momento estamos haciendo otro consenso sobre salud física y depresión y hemos participado en algunos algoritmos de tratamiento para depresión en Atención Primaria.

Se ha referido en varias ocasiones a la Estrategia en Salud Mental del SNS, ¿cuál es su valoración de la misma, teniendo en cuenta la evaluación que se llevó a cabo en 2009?

La evaluación es un poco dispar y decepcionante. Por una parte, el Ministerio facilita fondos para la Estrategia, pero no de manera directa sino que lo distribuye a las distintas comunidades autónomas para realizar proyectos, de manera que existen 17 formas distintas de llevar adelante la Estrategia. Esto ha originado grandes diferencias y también grandes carencias. A pesar de todo, la iniciativa es valiosa, hay que aplaudirla, fomentarla y darle más presencia.

Según sus palabras, ¿podríamos decir que la atención psiquiátrica no es homogénea en España?

Por supuesto. En este sentido, no creo que seamos muy diferentes de la asistencia en otras especialidades. Lo que sí es llamativo es que en nuestra especialidad, incluso el modelo, es distinto según comunidades. Por ejemplo, Cataluña, a pesar de que la Ley General de Sanidad, consagra que la asistencia hospitalaria se ha de dar en unidades de Psiquiatría de hospitales generales, siguen activos los hospitales psiquiátricos; también hay lugares donde la Psiquiatría en vez de estar en el nivel de la atención especializada está en el nivel de la Atención Primaria. Existen diferencias hasta en la disponibilidad y acceso a los tratamientos. Y no es un tema nuevo, como pueda ser el reciente ejemplo del recurso al Tribunal Constitucional contra el catálogo farmacéutico gallego; en Andalucía, por ejemplo, para prescribir antipsicóticos desde hace algunos años hace falta un visado para determinados casos, lo que discrimina a estos pacientes con respecto a otras comunidades autónomas.

¿Y cómo podría abordarse este problema?

Con un Consejo Interterritorial más coordinado y con más presencia del Ministerio de Sanidad. Incluso en esa Ley antigua de reforma psiquiátrica estaba prevista una Comisión de Seguimiento e incluir en ella representantes de las Autonomías, pero de una manera lógica, no necesariamente las 17. En mi opinión, sería suficiente una Comisión con tres o cuatro comunidades y el Ministerio, que fuera activa y que luego pueda comunicar las directrices.

Dentro de los Planes Autonómicos, ¿cuáles podrían ser los modelos más eficientes a la hora de gestionar a este tipo de pacientes?

Lo principal de un Plan de Salud Mental es que tenga un presupuesto detrás y un cronograma para poder aplicar lo que dice. No valen de nada grandes declaraciones de intenciones que luego no tengan recursos detrás. Por supuesto, todos los programas deben ir coordinados con la Estrategia de Salud Mental.

¿Las Administraciones Autonómicas dedican suficientes esfuerzos a la Salud Mental?

Estaban invirtiendo, pero la crisis económica ha hecho que ciertas medidas se hayan interrumpido por falta de recursos, y esto nos preocupa mucho. De hecho, veremos a ver qué sucede en cada Autonomía con la nueva Ley de Dependencia que pasa a apoyar a los pacientes de grado I. Para nosotros son mucho más importantes las prestaciones, más allá de la ayuda económica.

En la asistencia sanitaria al paciente psiquiátrico, ¿cómo evalúa la coordinación entre los niveles asistenciales?

La coordinación con el primer nivel asistencial es básica y fundamental, de hecho, en todos los centros de Salud Mental hay un programa de coordinación con Primaria. También esto se desarrolla de manera dispar, en algunos casos un especialista comparte con médicos de Primaria, una vez al mes o a la semana, algunos casos concretos o conflictivos o facilita información útil. Por ejemplo, en nuestra área tenemos una aplicación informática: el foro consultor, no sólo de Psiquiatría, donde los médicos de Primaria plasman sus preguntas y los especialistas contestamos y eso queda disponible para consultas generando un registro histórico. También, anualmente, en el desarrollo de ese convenio con SEMERGEN, hacemos unas jornadas mixtas, con médicos de AP y psiquiatras, donde tratamos los problemas que más interesan a los facultativos de este nivel asistencial como las incapacidades laborales, la fibromialgia, las depresiones que se manifiestan a través de síntomas físicos…

Evidentemente, el papel de la Atención Primaria es fundamental en el abordaje del paciente psiquiátrico, pero ¿cuál es su nivel de formación?

La verdad es que ha mejorado mucho. Los médicos de familia tienen una formación reglada, de hecho nosotros intervenimos en ella, y también nos acompañan en los servicios de urgencia. El problema es que tienen una enorme presión asistencial, lo que absorbe buena parte de sus energías y de su disponibilidad. Tienen que cubrir muchos frentes, y nuestra especialidad si requiere de algo es de capacidad de escucha y de tiempo, que es justo lo que ellos no tienen.

¿Cómo evalúa los nuevos modelos de gestión integrada en la atención al paciente psiquiátrico? ¿Tal y como está organizada la gestión asistencial es correcta?

La gestión asistencial, por ejemplo, dentro de la Comunidad en Madrid, está en plena transformación. Hemos pasado de una sectorización a un área única y a la libre elección de facultativo, lo cual plantea a la Psiquiatría ciertas dificultades porque estos enfermos mentales graves y duraderos tienen unas necesidades que en cada distrito y en cada área tenemos coordinadas. Así, el centro de Salud Mental no sólo se coordina con Primaria sino que se conjuga con todos los recursos necesarios; lo hace con todos los servicios sociales, de la Comunidad y del Ayuntamiento; con los servicios pedagógicos en el caso de los niños… No creemos que se deba privar de la libre elección al enfermo mental, pero para nuestra organización la sectorización es algo muy positivo que facilita saber dónde está la responsabilidad y a quién le corresponde cuando hay un problema aportar soluciones. Además, muchas veces los enfermos más graves son los que menos información, libertad y capacidad tienen para elegir. En Madrid, existe un protocolo que se ha desarrollado para evitar estos problemas, de manera que el médico, del cual se va el enfermo, se coordina con el que lo recibe. En algunos casos se deniega el cambio o se intentan buscar otras soluciones que no perjudiquen al enfermo.

Hemos hablado de la coordinación entre Atención Primaria y Psiquiatría, pero ¿cómo evalúa la coordinación entre la atención sanitaria y la atención social en el campo de las enfermedades mentales?

Como Sociedad no tenemos queja de la comunicación que estamos teniendo, sobre todo a partir de la Ley de Dependencia, con el Imserso, que ahora depende también del Ministerio de Sanidad. La disposición es buena, por ejemplo, con la revisión del baremo que creo que es muy acertada, ya que el antiguo estaba pensado más bien para discapacidades físicas y sensoriales pero no psiquiátricas. De todas maneras, aquí también, el nivel de coordinación entre servicios sanitarios y sociales es variable según autonomías, en unas están en la misma consejería, pero lo más común es que no, y es muy importante que los desarrollos de una y de otra vayan muy unidos. Por ejemplo, los servicios sociales de la Comunidad de Madrid son realmente buenos y los desarrollos en materia de servicios sociales para los enfermos psiquiátricos han sido excelentes, muy notables, en cantidad y calidad y eso hay que decirlo. Lo ideal es que existiera un espacio sociosanitario, pero que sea más sanitario que social. Que todos los recursos que ahora dependen de servicios sociales, como las residencias para enfermos mentales, los centros de rehabilitación laboral y psicosocial, los centros de día, las granjas terapéuticas… dependan de servicios sanitarios y, además, incluidos en el catálogo de prestaciones sanitarias.

Centrándonos ya en temas profesionales, ¿cuáles serían los principales retos que la Psiquiatría tiene ante sí? Por ejemplo, en el tema de recursos humanos, ¿hay suficientes psiquiatras en España?

Estamos llegando a un equilibrio entre la demanda y la oferta, seguramente producido por la crisis, que ha hecho que desarrollos previstos en materias de nuevos dispositivos asistenciales se hayan frenado y haya habido un cierto recorte en gastos de personal. En cualquier caso, se ha ido aumentando el número de especialistas en formación de una manera importante, de 170, aproximadamente, a 250. También hemos recibido un contigente de especialistas extranjeros significativo. Con respecto a los servicios, las carencias son más intensas a nivel de psicólogos clínicos y de enfermería con especialidad en Psiquiatría, que de psiquiatras. Sería deseable encontrar un equilibrio entre especialistas formados y oportunidades de trabajo. Hay margen para crear más recursos pero depende de futuro de los sistemas sanitarios públicos y de la disponibilidad económica.

¿Y desde el punto de vista retributivo?

Las necesidades son las mismas que en cualquier otra especialidad. En los sistemas públicos las retribuciones no están a la altura de las responsabilidades que asumimos, ni tampoco a nivel de lo que en el entorno europeo se está pagando. De hecho, muchos colegas están trabajando en el extranjero, en Portugal, Francia, Alemania o Inglaterra.

A pesar de esto, ¿el psiquiatra en España es un profesional que se siente a gusto?

Yo diría que sí, puesto que es una labor muy vocacional. Se podría decir que el psiquiatra es un humanista que ejerce. Nuestro trabajo es un laboratorio de relaciones humanas en el que aportamos un conocimiento y una praxis y tratamos de ayudar a personas que sufren en una faceta muy sensible y difícil del ser humano. Además, hay una faceta peculiar de nuestra especialidad que es que al mismo tiempo de aplicar medios de tratamiento físico tan duros como la psicocirugía y técnicas de estimulación cerebral profunda en casos graves de trastorno obsesivo-compulsivo o de depresión refractaria, o el electrochoque, seguimos realizando técnicas de tratamiento puramente psicológicas, las llamadas psicoterapias, que siguen siendo un recurso terapéutico esencial para los trastornos psiquiátricos comunes. En este sentido, los psiquiatras se forman en psicoterapia y tienen que tener un entrenamiento, lo que es complicado y costoso porque requiere experiencia, supervisión personal y manejo de una serie de técnicas… Así que yo creo que los psiquiatras disfrutamos porque además existe un cierto nivel de subespecialización, con dispositivos que trabajan exclusivamente con trastornos adictivos; con personas mayores; en interconsulta; en unidades específicas para trastornos de conducta, por citar algunas; y sin olvidar el tema de las especialidades más propias, como la Psiquiatría infanto-juvenil, que se va a reconocer como especialidad independiente. Además, como psiquiatras pensamos que hay ciertas áreas de capacitación específica que también merecerían ser reconocidas como subespecialidades: el alcoholismo y las adicciones, las psicoterapias, la psicogeriatría la Psiquiatría legal y la Psiquiatría psicosomática, de manera que enriquecería el ejercicio de la Psiquiatría y la competencia de personas dedicadas, de una forma más concreta, a facetas de la especialidad. Se está trabajando en ello, el tema es que en la Comisión Nacional de la Especialidad como Sociedad tenemos un puesto, de manera que nuestra capacidad de influencia es limitada. Aunque, es el Ministerio el que yo creo que no tiene una postura clara.

Antes ha comentado que se está dando un equilibrio entre la oferta y la demanda laboral en Psiquiatría, sin embargo, un problema en otras especialidades es la desigual distribución de los recursos humanos entre comunidades autónomas, en este caso, ¿es correcta la distribución de profesionales entre unas CC.AA. y otras?

No. Hay déficit en algunas y exceso en otras. Por ejemplo, en Madrid y Castilla y León se forman muchos, frente a Cataluña, que aunque ha aumentado el número de especialistas en formación hasta hace poco era deficitaria, también Canarias o Extremadura, donde crónicamente hay falta de especialistas. En este sentido, el mapa de la Psiquiatría se parece bastante al de otras especialidades y otro añadido es el tema de la recepción de especialistas extranjeros cuyo título no se homologa porque hay una especie de laguna legal. No sabemos si las personas que vienen a trabajar aquí tienen el nivel de formación correcto y aunque desde la Sociedad damos la bienvenida y el cobijo a todos ellos, parece un contrasentido que haya médicos españoles que no hayan podido acceder a la especialidad por no tener un número suficiente en el MIR y ahora estemos recibiendo miles de médicos extranjeros que no han pasado ningún tipo de filtro y cuyo período de formación no pueda ser equiparable al que aquí estamos llevando.

¿Cómo es la formación del psiquiatra en España?

El nivel de formación de los especialistas en Psiquiatría ha progresado enormemente. La aplicación de los programas MIR y la homogeneización de la formación en cuanto a las competencias y habilidades de los profesionales ha sido un hito para el progreso de nuestra especialidad, que al mismo tiempo ha desarrollado una faceta investigadora muy potente que se ha plasmado en la creación del CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental), patrocinado y subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, que surge de fondos públicos, y es el heredero de una serie de redes temáticas de investigación corporativa que habían existido previamente. En este momento, el CIBERSAM ha sido evaluado de forma muy satisfactoria y lo componen 30 grupos, unos clínicos, otros de investigación básica y otros mixtos.

¿Cómo va a afectar la formación troncal a la especialidad?

Incluirnos en el tronco médico, como en algún momento se ha dicho, sería un retroceso. En este sentido, el último borrador nos deja fuera y es positivo. Nuestra petición es que la Psiquiatría sea un tronco, junto con la Psiquiatría infanto-juvenil, y que tengamos una formación troncal común y otra para la especialización. Dos años de tronco médico inespecífico y dos años de especialidad convierten nuestra formación de ahora, de cuatro años, en dos, es decir en la mitad, y además crearía unos agravios comparativos de imposible comprensión. Por ejemplo, con los psicólogos clínicos que tienen su propio plan de formación -PIR-. Así, ellos tendrían cuatro años de formación y los psiquiatras dos. Cuando además llevamos mucho tiempo pidiendo ampliar el programa de la especialidad a cinco años.

¿Cómo está actualmente el programa de la especialidad al que se ha referido?

Tenemos un programa nuevo de formación que se aprobó en 2008 y que respecto al anterior tiene algunas novedades, como que permite dos opciones de formación, una que es genérica, con una serie de rotaciones bien descritas, y otra que admite en el último año adherirse a itinerarios, más específica en cuatro ramas posibles: Psiquiatría infantil, que una vez que se apruebe la especialidad habrá que reformar o suprimir; psicoterapia; psicogeriatría y alcoholismo y adicciones.

Al hilo de lo comentado y como ocurre en otras especialidades, ¿podríamos decir que en Psiquiatría no existe un mapa de competencias claro?

Efectivamente, no lo hay. Nosotros tenemos una apuesta decidida desde la Sociedad Española de Psiquiatría por planes de desarrollo profesional que permitan llegar a la excelencia en la capacitación de los profesionales y en su formación continuada. Con el apoyo de SEMERGEN, que tiene un programa de desarrollo profesional continuo, llevamos más de un año trabajando en la creación de un mapa de competencias para nuestra especialidad que vamos a presentar en mayo. Además, tenemos un acuerdo con el Royal College of Psychiatrists del Reino Unido que tiene ya un programa de formación continuada y en virtud de esa colaboración intercambiamos materiales.

¿Cuál es el papel de los residentes?

Son un material humano espléndido sobre el que todos aprendemos, y nos hacen mantener la ilusión y el espíritu de enseñar muy vivo. Son la Psiquiatría del futuro y en ellos tenemos muchas esperanzas.

¿Cómo ha avanzado la Psiquiatría desde el punto de vista de la investigación en los últimos años?

Nuestra especialidad no se ha beneficiado de la tecnología. Yo terminé mi formación como especialista hace más de 30 años y lo que han progresado la Neurología, la Neurocirugía o la Cardiología no tiene nada que ver con el progreso de nuestra especialidad. Seguimos sin tener suficientes conocimientos sobre las causas de las enfermedades psiquiátricas, aunque la investigación ha progresado mucho, no disponemos de un marcador biológico fiable que asegure o descarte un diagnóstico psiquiátrico y las expectativas que teníamos puestas en la Genética Molecular o la Neuroimagen no nos han deparado esa aplicación práctica deseada. Incluso la farmacología, que tuvo un progreso formidable en los años 50-60 con la aparición de los primeros antipsicóticos y antidepresivos, no ha tenido un desarrollo posterior tan importante. Hemos tenido nuevos fármacos que aportan ventajas en cuanto a tolerancia y aceptabilidad, lo cual es importante porque mejora el cumplimiento, pero digamos que no tenemos armas terapéuticas más eficaces que las que ya teníamos.

¿Qué proyectos tiene en estos momentos la SEP?

Conjuntamente con la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica estamos trabajando en la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental que mantiene distintas actividades, una de ellas es la realización de una serie de reuniones anuales con asociaciones de familiares y pacientes psiquiátricos que se celebran en Sevilla a principio de año y que generan documentos de consulta; y otra es la reunión que se hace en Córdoba, después del verano, en virtud de un convenio que tenemos con el Consejo General del Poder Judicial, que también se centra cada año en un tema en concreto y que genera un libro de consulta. Entre otras actividades, la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental junto con la Fundación AstraZeneca convoca cada año unas becas para residentes -llevamos ya unas 300- que quieren hacer su período libre de formación en universidades de prestigio del extranjero, desde Australia a Estados Unidos o Europa.

Entre las actividades de la Sociedad, sin duda, destaca su congreso que este año se celebra el próximo mes de noviembre, ¿cuáles son sus pilares?

Efectivamente es nuestra actividad más importante, con una asistencia que roza los 2.000 psiquiatras, y tiene varias funciones, de formación continuada, de seguir los avances científicos… Además, junto a estas actividades, existe un entorno de interacción con talleres, presentaciones de libros y foros de interés para la profesión sobre asistencia sanitaria, formación de especialistas, de formación pregrado…

La SEP, además, trabaja muy estrechamente con la Organización Mundial de la Salud, ¿cuáles son los principales retos del acuerdo de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, la SEP y la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica con el departamento de Salud Mental de la OMS?

Se trata de un acuerdo para la elaboración de nuevas clasificaciones diagnósticas en Psiquiatría. En este sentido, se está elaborando, por parte de la Asociación Psiquiátrica Americana, la clasificación DSM-5, que supone una renovación importante porque la vigente tiene ya muchos años, se espera que la nueva versión aporte criterios más dimensionales, incluso novedades en los términos que definen los diagnósticos, agrupaciones diferentes de las entidades, etc. Paralelamente al desarrollo de esta clasificación DSM-5, la Organización Mundial de la Salud está llevando a cabo la revisión de su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), que será ya su versión undécima. En los trabajos de elaboración de esta comisión, la SEP tiene un acuerdo por el cual, el profesor José Luis Ayuso Mateos, catedrático de Psiquiatría en la Universidad Autónoma de Madrid, está participando en un primer nivel y realizando una serie de estudios de campo colaborando con la Asociación Mundial de Psiquiatría, promoviendo igualmente la realización de materiales en castellano.


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