jueves, 7 de julio de 2011

Tribuna: El jubilado como problema en la sociedad - DiarioMedico.com

Tribuna: El jubilado como problema en la sociedad - DiarioMedico.com: "José Manuel Ribera, pdte de la Comisión Nacional de Geriatría
Tribuna: El jubilado como problema en la sociedad

¿Júbilo por la jubilación? El autor reflexiona sobre los conceptos dados sobre el profesional que alcanza la edad de retirarse, los problemas a los que se enfrenta, los comentarios desafortunados o la desaparición de los compañeros jubilados. El artículo lo escribió pocos días antes de ser nombrado Académico por la Real Academia Nacional de Medicina, en la que ocupará el sillón número 15 de Gerontología y Geriatría.


José Manuel Ribera Casado, presidente de la Comisión Nacional de Geriatría | 07/07/2011 00:00

Cuando se habla de la jubilación salen a relucir una serie de tópicos que la sociedad da por buenos y con los que da la impresión de que se pretende consolar y/o animar al protagonista de la historia. Es frecuente escuchar referencias al logro social que representa, al bien ganado descanso, a la oportunidad para hacer lo que uno quiera, incluso al concepto de júbilo que parece desprenderse de la palabra. La lista puede ser más amplia. Es posible que todo responda a algo real, bien sea en términos históricos o bien, cuando el protagonista, por las razones que fuere -trabajos muy duros, desubicación profesional o cansancio psicológico-, está deseando que llegue el momento. Lo cierto es que en la sociedad y para muchos profesionales que se encuentran cómodos en su trabajo, les gusta lo que hacen, se sienten capacitados para ello, y sus condiciones físicas y psíquicas no representan una limitación importante para la actividad que llevan a cabo, la jubilación no se ajusta a ninguno de esos patrones.

* En todo caso, las cosas son como son y, no nos engañemos, los jubilados somos un problema. O una lata, si se prefiere

El llamado logro social se traduce en una reducción de los ingresos a menos de la mitad de los previos. El bien ganado descanso hace que todo el mundo se considere con derecho a solicitar apoyos: 'ya que estás jubilado, podrías…'. La oportunidad para hacer lo que uno quiera es absolutamente quimérica, aparte de que algunos siempre lo hemos hecho. Con respecto al júbilo habría que recordar los comentarios de un catedrático de nuestra facultad ya fallecido que, cuando le llegó la hora, comentaba lo adecuado de la relación entre jubilación y júbilo, siempre y cuando esta última palabra se aplicase a quienes venían detrás.

De todas formas la norma es la norma y hay que aceptarla. La cuestión muchas veces es que eso no les basta a los que quedan. A juicio de muchos -y, con frecuencia de algunos de los más próximos- no es suficiente el salto cualitativo del jubilado, a menos que éste se muera en sentido literal o desaparezca incluso físicamente del entorno más inmediato. Si miro a mi alrededor puedo comentar que durante años me ha llamado la atención el hecho de que compañeros jubilados con mucho peso específico durante años en la vida hospitalaria o universitaria, prácticamente desapareciesen, incluso tras haber sido nominados eméritos, y que si en algún momento te los encontrabas por un pasillo iban poco menos que pidiendo perdón por dejarse ver. Ahora los voy entendiendo.

Hace unos días un compañero, catedrático y jefe de un servicio clínico del hospital, jubilado hace ya tiempo, pero valioso entonces y ahora, siempre lúcido y activo, me comentaba que su decisión de hacerse invisible la tomó tras dos experiencias más o menos traumáticas. En el primer caso un colaborador joven había pedido su consejo para establecer el diagnóstico de un paciente difícil. Tras recibirlo, le rogó que no comentara con nadie esa petición de ayuda porque podría plantearle problemas. La segunda y definitiva experiencia le llegó cuando en una de las escasas sesiones clínicas de su exservicio a las que había acudido, su atinada intervención con respecto al caso planteado fue devaluada con el simple argumento de 'como ese diagnóstico ahora casi no se da y Vd. es muy mayor…'. En este mismo entorno próximo alguien con motivos de sobra para estar bastante agradecido a su ex jefe comentaba una frase tan bonita e ingeniosa como la de '¡Hay que ver, lo que le cuesta al rey dejar su trono!'. Los ejemplos pueden multiplicarse y no se apartan demasiado del viejo aforismo castellano que recomendaba aquello de 'al maestro, cuchillada'.

Aclaración para suspicaces

A nivel personal no me quejo. Me sé buscar la vida y voy averiguando la forma de sortear los problemas a los que me acabo de referir. Decidí -y así lo he hecho- no volver a acudir a ninguna sesión del que sigo considerando mi servicio. Tampoco expresar mi opinión, favorable o no, acerca de las decisiones que se pudieran tomar por quienes han quedado a su cargo. Todo ello lo hice público a partir del día de mi cese (1 de octubre de 2010). Lo aplico incluso en cuestiones como las relativas a la docencia, para las que mi nueva condición oficial de emérito me deja un margen de maniobra. Así lo he hecho y, a juzgar por la experiencia, creo haber atinado. Me retiro al despacho que la dirección del hospital ha tenido la amabilidad de asignarme y allí, cada día, el ordenador, el teléfono, los libros y revistas, así como alguna ocasional visita de residentes, doctorandos, alumnos y exalumnos, o miembros de grupos de trabajo en los que permanezco implicado, me permiten seguir sintiéndome útil.

En todo caso las cosas son como son y, no nos engañemos, los jubilados somos un problema. O una lata si se prefiere. Los que por razones profesionales nos hemos dedicado a las personas mayores hablamos de integración social, de una sociedad para todas las edades, de luchar contra la marginación, la discriminación y la invisibilidad, y de cosas parecidas. Pero, siguiendo con los aforismos, una cosa es predicar y otra dar trigo. A la vista del día a día no cabe duda de que tenemos todavía mucha tarea por delante.

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