CÓMO PASAR DEL LABORATORIO AL MERCADO
Colón también tuvo un 'bussiness angel'
Las buenas ideas que surgen en el campo de las ciencias de la vida requieren muchos años e inversiones para intentar transformarlas en productos que puedan llegar al mercado. Cada etapa del desarrollo puede encontrar distintos tipos de inversores, que en cualquier caso esperarán un retorno a cambio de su compromiso y que, en algunos casos, relevan al científico en la tarea empresarial para que pueda centrarse en la investigación.
Cristina G. Real | 05/07/2012 00:00
Google, Genentech y Cristóbal Colón tienen una cosa en común: "todos tuvieron éxito porque se cruzó en su camino un inversor con perspectivas de obtener un retorno posterior". Para desarrollar una innovación biomédica es importante "que en el proyecto haya un emprendedor científico, pero también debe haber uno empresarial, que es el que sabe cómo funciona el mercado y lo que esperan los inversores". Estas y otras características contribuyen al progreso de ideas o proyectos de ciencias de la vida en fases muy tempranas de desarrollo, ámbito en el que opera CRB Inverbío, un fondo de inversión especializado en el sector. Ángel Santos, su director de desarrollo de negocio, ha participado en un foro organizado por el Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Respiratorias (Ciberes) y la patronal española de tecnologías sanitarias Fenin para poner en contacto a investigadores, emprendedores e inversores.
Tanto Santos como Jorge Alemany, director de Janus Developments en Madrid y presente también en la reunión, exponen la función trampolín de empresas como las que representan: "Entre lo desarrollado y la patente hay un espacio que llenamos para ayudar al titular de ésta a saber qué hacer con ella", afirma Alemany, y añade que "pese a que es un buen indicador científico, una patente no vale nada si no va acompañada de un buen plan de negocio para su desarrollo. Es más, las patentes no son imprescindibles para el desarrollo industrial. De hecho, algunas cosas se protegen y otras no".
Para transformar el conocimiento médico básico en valor económico y social, Janus se posiciona en un lugar "muy próximo a la investigación y a la academia", y conecta investigación y mercado. "El concepto no es nuevo -comenta Alemany-, pero en España aún no está muy implantado".
Janus trabaja con la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI), realiza una inversión media entre 15.000 y 200.000 euros por proyecto, valora cada uno de ellos -haya o no patente- y hace un análisis del recorrido que requiere un producto desde el punto en el que está hasta que se pueda comercializar al público o a la industria farmacéutica. "Tratamos de llenar los agujeros que en nuestra opinión faltan, licenciamos y financiamos el desarrollo que falta y, eventualmente, lo vendemos a la industria farmacéutica en un plazo variable. Todo el proceso dura entre un año y medio y dos años".
- Una patente no vale nada si no va acompañada de un buen plan de negocio. Es más, no es imprescindible para un desarrollo industrial
El orden de la inversión
El representante de CRB explica que cuando se buscan fondos "hay una etapa inicial en la que es difícil encontrar inversores más allá de las cuatro efes que representan a los amigos, familia, fundadores e insensatos, en inglés friends, family, founders and foolhardys. En una etapa posterior ya entran en juego los bussiness angels o pequeños inversores y, por último, en la fase más próxima a la llegada al mercado se recurre al capital riesgo".
- El inversor vía capital riesgo es un emprendedor más; un socio que crea valor durante un tiempo, madura el proyecto y luego desinvierte
"Esta actividad -concluye- va más allá de la inversión, ya que las personas que se dedican a ella ven proyectos continuamente, conocen a la industria, saben lo que se está haciendo y relevan en estas tareas a los emprendedores científicos para que puedan centrarse en el desarrollo del proyecto".
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