aportes a la gestión necesaria para la sustentabilidad de la SALUD PÚBLICA como figura esencial de los servicios sociales básicos para la sociedad humana, para la familia y para la persona como individuo que participa de la vida ciudadana.
jueves, 22 de octubre de 2009
El trasplantado sigue siendo un enfermo
El trasplantado sigue siendo un enfermo
“Basta con mirar una analítica de sangre y/o orina para darse cuenta de que el trasplantado sigue siendo una persona enferma. Hay que romper el mito de que el trasplantado es una persona sana.” Así lo ha querido manifestar Alejandro Toledo, Presidente de la Federación Nacional ALCER, con motivo de las XXII Jornadas Nacionales que van a reunir los días 24 y 25 de octubre en el Ministerio de Sanidad y Política Social a más de 600 enfermos renales procedentes de 50 ciudades.
¿Debe considerarse al trasplantado renal persona con discapacidad? Durante el debate que bajo este titulo se celebrará en estas Jornadas, se pondrá de manifiesto cómo personas que tenían un puesto de trabajo vinculado al hecho de ser discapacitado, al ser trasplantados y perder entonces la condición de discapacitados, perdieron también su empleo. Igualmente se comentará el caso de una funcionaria que tras aprobar su oposición y ser trasplantada no pudo acceder a su puesto porque ya no era considerada discapacitada.
¿Qué está ocurriendo en estos momentos? A la Federación Nacional ALCER que representa a 45.000 enfermos renales españoles, están llegando muchas quejas y denuncias de pacientes que ahora ven insospechadamente reducida su calificación de grado de minusvalía en los exámenes que les realizan. Desde ALCER se tiene la impresión de que en este momento de necesidad de ahorro en el gasto público, muchas Comunidades Autónomas pueden haber intensificado el rigor con que se valora el grado de discapacidad de cada trasplantado según el baremo del Real Decreto 1971/1999 de 23 de diciembre, cosa que hace unos meses no ocurría por lo menos con la misma intensidad.
Actualmente hay España unas 14.000 personas trasplantadas que están en edad laboral y que por lo tanto viven bajo el riesgo potencial de perder su condición de discapacitados por haber recibido un órgano. Según un estudio realizado por ALCER y basado en los datos aportados por su 50 sedes provinciales, de 254 personas que al ser trasplantadas se les revisó su condición de discapacitado, al 49,6% se les retiró el certificado de minusvalía y por consiguiente perdieron todas las ventajas sociolaborales y fiscales que tenían cuando eran considerados enfermos renales antes de ser trasplantados. Además de los anteriores, otro 19,68% de nuevos trasplantados vieron reducido su grado de minusvalía.
“Desde la Federación Nacional ALCER se está pidiendo un cambio del Real Decreto 1971/1999 de 23 de diciembre, para que los enfermos renales estén valorados de una forma justa. En España ser realizan cada año unos 2.200 nuevos trasplantes renales y si no se cambia la forma de valorar a estas personas, casi la mitad de ellos tendrán una nueva vida pero eso sí, sin trabajo”, ha declarado Alejandro Toledo.
El Presidente de ALCER ha expuesto como ejemplo que un paciente que esté 4 años sin trabajar porque tiene que ir a dializarse, no puede volver de golpe a su empresa porque esta no le ha guardado durante tanto tiempo su puesto de trabajo. “La enfermedad renal manda a la gente al paro y una vez trasplantado, el Estado los quiere devolver a la vida laboral activa, pero el mercado no está dispuesto a aceptarlos. Personas que llevan 15 o 20 años sin trabajar tienen en su curriculum un “agujero vacío” demasiado grande como para que las empresas les vuelvan a contratar”, ha declarado Alejandro Toledo.
Lo que no se entiende desde ALCER es por qué a los trasplantados se les quiere considerar personas laboralmente sanas, cuando tienen limitaciones físicas que en otras patologías se consideran discapacitantes: no poder hacer esfuerzos intensos, efectos secundarios de la medicación, secuelas del tiempo de permanencia en diálisis, estado de inmunodeficiencia, ingresos hospitalarios, revisiones continuas, hipertensión, trastornos del sueño, ansiedad, miedo al rechazo, etc.
No admitir que el trasplantado sigue siendo un enfermo crea un rechazo a que las empresas contraten trasplantados, porque ya no tienen los beneficios fiscales que les reportaban.
Pero sobre todo, negar que el trasplantado es un enfermo es ir en contra de la propia Medicina que lo evidencia.
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