jueves, 18 de febrero de 2010

Jugando con el enemigo - DiarioMedico.com

Sergio Minué

Diariomedico.com
ESPAÑA
LA GESTIÓN INCIERTA, POR S. MINUÉ
Jugando con el enemigo
El autor de La gestión incierta analiza la última película de Clint Eastwood, Invictus, y cómo podrían aplicarse en el sector sanitario las estrategias de impulso del cambio y utilizadas por Nelson Mandela en Suráfrica. "Mandela tenía claro cuál era su objetivo, pero a menudo perdemos el tiempo en peleas por nimiedades".


Sergio Minué - Miércoles, 17 de Febrero de 2010 - Actualizado a las 13:27h.

llaves conceptuales:
1. Cuando se producen relevos, incluso del mismo partido, perdemos la experiencia de los trabajadores anteriores para volver a inventar la rueda
2. A menudo perdemos tiempo en peleas por nimiedades
3. Los principios utilizados por Mandela para el cambio tienen poco arraigo en nuestras organizaciones

Hola, soy Nelson Mandela.
Si alguno de ustedes prefiere acogerse al convenio,
es libre de marcharse. Váyanse. No hay problema.Pero se lo pido, ¡quédense!Cinco años nada más.Ustedes conocen esto.Necesitamos ese conocimiento.Necesitamos esa experiencia que tienen".
Playing the Enemy ('El factor humano'). John Carlin. 2008


La última película de Clint Eastwood, Invictus, basada en el relato del prestigioso periodista inglés John Carlin, va camino de convertirse en una referencia de estudio en el entretenido mundo del management, siempre ávido de nuevas sensaciones. En los próximas semanas están previstos diferentes actos de análisis de la película y sus enseñanzas en reputadas escuelas de negocio.

No es, en mi modesta opinión, una de las mejores películas de Eastwood, que parece mucho más dotado para reflejar "el lado oscuro" del ser humano, que "el triunfo del humanismo", como comentaba recientemente el crítico Carlos Boyero.

Carlin describe los años del ascenso al poder de Mandela en la Suráfrica del ignominioso Apartheid, desde la cárcel en la que permaneció más de veintitrés años hasta su retirada de la presidencia del Gobierno tras ganar las primeras elecciones democráticas en el país.

A buena parte de los entrevistados en el relato les asombra la capacidad de ignorar las graves afrentas a las que fue sometido por los blancos, de perdonar, de renunciar a la venganza. Es cierto que es asombroso. Pero, si no fuera porque lo ocurrido es historia, aún sorprendería más que fuera capaz de conseguir lo que consiguió (fundar una nueva democracia, superar el odio racial, evitar la creación de un estado afrikáner dentro de otro) con unos instrumentos tan débiles como los que empleó. Al menos en la gestión sanitaria no se usan habitualmente y, si se usan, rara vez parece que funcionen.

Este comentario se abre con las palabras que dirigió Mandela al personal de la Presidencia surafricana el día que tomó posesión de su cargo como presidente. ¿Imagina alguien algo semejante cuando se producen los relevos de responsables políticos en los servicios sanitarios, incluso ante cambios con el mismo partido gobernante? Es cierto que "necesitamos ese conocimiento, necesitamos esa experiencia" y sin embargo la perdemos a menudo para volver a inventar la rueda.

Mandela tenía claro cuál era su objetivo, y no permitía que los detalles le hicieran perder de vista el fin último. En cambio, a menudo perdemos el tiempo, los esfuerzos, la ilusión, en peleas por nimiedades que poco representan en el conjunto. Su idea de utilizar un campeonato de rugby para unir a un país partido en dos es un ejemplo de la importancia de salirse del marco, de utilizar algo menor, casi frívolo, como instrumento para alcanzar un objetivo mayor.

Su viaje no comenzó cuando fue nombrado presidente, sino en la cárcel, cuando nadie pensaba en él, empeñado en aprender todo de su enemigo, desde su idioma a su historia. Los cambios, para Mandela, son cuestión de tiempo, de paciencia y perseverancia, a pesar de las adversidades. Se requiere un infinito respeto al adversario y sus símbolos, la renuncia a todo aquello que no sea esencial y la confianza casi insensata en la palabra del enemigo. Principios estos (respeto, confianza, renuncia...) escasamente arraigados en nuestras organizaciones.

Podría pensarse que Mandela es la excepción a la regla de la condición humana, una mezcla de Jesucristo, Evita Perón y Beckham, en palabras de Carlin. Sin embargo, éste sostiene que su estrategia no se basaba en la bondad sino en el pragmatismo: estaba convencido que era mucho más útil. Era consciente de que destruir al enemigo no era posible: su baza era "jugar con él, cuidarlo, persuadirlo".

Nosotros parece que tenemos otras tácticas.

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