miércoles, 21 de abril de 2010

El sector ante una nueva metamorfosis - DiarioMedico.com


Peter Hug, Jordi Martí, Inmaculada Gil Rabadán y Jérôme Silvestre Peter Hug, Jordi Martí, Inmaculada Gil Rabadán y Jérôme Silvestre, reunidos en la sede de diario médico. (José Luis Pindado)

Diariomedico.com
ESPAÑA
PACIENTES, AUTORIDADES Y CRISIS ECONÓMICA REDEFINEN UN NEGOCIO CENTENARIO
El sector ante una nueva metamorfosis
El objetivo prioritario y, simplificando, único que tienen las compañías farmacéuticas es investigar y desarrollar compuestos para responder a necesidades médicas no resueltas. Todo lo demás ha cambiado o está cambiando a un ritmo que en el plazo de una o dos décadas -prácticamente nada si pensamos en la historia de este sector- las compañías quizá se asemejen más a empresas de servicios, y la oferta puede ser casi infinita.


Cristina G. Real - Miércoles, 21 de Abril de 2010 - Actualizado a las 00:00h.

llaves conceptuales:
1. El entorno económico impone políticas de control que repercuten negativamente en la posición competitiva que genera el sector salud
2. La obligación de demostrar el valor de los medicamentos para los pacientes obliga a las compañías a colaborar con las agencias reguladoras
3. Jérôme Silvestre: "Habrá que cambiar nuestro modelo de negocio para adaptar estructuras, habilidades y competencias"
4. Jordi Martí: "Tenemos que implantar la cultura de medir la calidad y la excelencia, y no ser cautelosos en la comparación"
5. Inmaculada Gil:Rabadán: "Hay una corresponsabilidad del paciente y el profesional sanitario para que el sistema sea eficiente"
6. Peter Hug: "La educación de los pacientes y la colaboración con ellos nos permitiría mejorar la adherencia terapéutica"


La crisis económica actual, el uso generalizado de internet y el envejecimiento de la población -que implica un mayor consumo de recursos- podrían ser los catalizadores de una nueva metamorfosis entre las compañías que conforman el sector farmacéutico. Las empresas que hoy apenas conservan trazas de lo que fueron sus orígenes hace más de un siglo, a menudo como pequeñas droguerías, mañana quizá puedan parecerse más a compañías de servicios. La investigación, las relaciones con las administraciones y los propios pacientes han cambiado y han hecho cambiar al sector. Eso sí, siempre sin perder de vista que "la constante mejora de la salud y la calidad de vida de los ciudadanos es el eje central de nuestra misión y la razón por la que trabajamos. Somos un claro agente con voluntad de trabajar para una mejor sanidad en nuestro país", afirma Jérôme Silvestre, director general de Sanofi-aventis en España. Inmaculada Gil, su homóloga en Daiichi Sankyo, añade a esta idea que "la vida humana es lo más preciado que tenemos, y hay una industria que se encarga de velar por ella; somos necesarios y seguiremos siéndolo". Ambos han formado parte del I Encuentro de la Industria Farmacéutica 2010, organizado por DM con el patrocinio de Sanofi-aventis, en el que también han participado Peter Hug, responsable de Roche para toda Europa occidental, y Jordi Martí, director general de Amgen en España.

La variable más coyuntural que afecta a la industria farmacéutica es la crisis económica, pero no acaba de haber consenso sobre el carácter supuestamente anticíclico que algunos atribuyen a este sector. Para Hug, sí es una industria en cierto modo ajena al contexto económico actual porque "hay enfermedades con y sin crisis, e incluso puede haber más enfermedades con crisis". Sin embargo, "indirectamente nos afecta la situación porque dependemos de un solo cliente -el Estado-, que financia nuestros productos. La alta tasa de desempleo y el déficit de España están afectando ya a los presupuestos estatales, incluidos los de salud, y lo harán aún más".

Martí incide en esta idea: "por el entorno que tenemos hay políticas de corto plazo centradas en el coste que intentan controlar la oferta y la demanda, y repercuten negativamente en el progreso social y en la posición política competitiva que puede generar el sector de la salud". Añade que debe haber un cambio de mentalidad: "parece que somos un problema más que una potencial solución, pese a que cada vez logramos cronificar más las enfermedades. Sólo se mira el coste que genera esa cronificación, pero no el beneficio social que implica curar y alargar la supervivencia de las personas con buena calidad de vida".

Gil y Silvestre coinciden en que la industria participa en el ciclo económico. "Podemos ser un componente de salvación, y contribuir a que la economía se recupere", apunta la primera, y rechaza la alternativa de intervenir sobre el gasto farmacéutico en tiempos de déficit presupuestario: "no es el remedio porque este gasto sigue creciendo, igual que el número de recetas, mientras que el coste por receta se mantiene invariable".


Inversión en salud
Silvestre prefiere centrar más la atención "sobre el impacto que la situación económica puede tener sobre la inversión en salud de cada país. Creo que nuestra capacidad de innovar y aportar nuevas soluciones se ve afectada por la voluntad de los gobiernos de invertir y de reconocer el valor de los productos. En este sentido, la crisis puede tener también un impacto a largo plazo sobre el sector, que tiene el papel fundamental de invertir y aportar a la sociedad moléculas innovadoras", además de ser "un agente económico que da empleo a muchas personas".

Todo esto hay que transmitírselo a las autoridades, y la industria busca permanentemente nuevas formas de colaboración. Silvestre recuerda que "tenemos una amplia cartera de productos consolidados que contribuyen a la sostenibilidad del sistema con precios bajos. Facilitamos innovación y medicamentos en muchas áreas, y tenemos que colaborar con las autoridades para que puedan disponer de protocolos que permitan maximizar el valor de los fármacos para los pacientes. Al final, la industria tendrá que diversificar su oferta al sistema sanitario en productos y servicios, y dedicar más tiempo a la prevención, no sólo con medicamentos sino también con educación. De esta forma, sí podemos ayudar al sistema para alcanzar su objetivo en una relación de confianza".

Gil matiza y señala que "más que entendernos con las autoridades tenemos que ser conscientes de que trabajamos en un sector industrial altísimamente regulado. Por eso debemos estar orgullosos de seguir aportando competitividad e innovación en un sector muy sofisticado, con profesionales que deben ser licenciados en el 50 por ciento de los casos y con un componente tecnológico muy importante. Toda la regulación da lugar a una seguridad que repercute en el paciente".

Antes cualquier medicamento que tenía un valor científico y demostraba una aplicación cumplía los requisitos para estar financiado por el sistema, pero ya no es suficiente; "ahora hay que demostrar el valor de los fármacos para los pacientes, lo que nos lleva a buscar la colaboración con las agencias. Hemos cambiado la implicación de todos los departamentos -incluso el de marketing- en las fases tempranas del desarrollo de medicamentos para que los ensayos clínicos respondan a las necesidades de las agencias", explica Martí.

"En España -añade- deberíamos evitar la convivencia de 17 autoridades reguladoras; antes un delegado de la compañía hacía la aproximación al prescriptor, y éste decidía todo. Hoy el prescriptor no decide prácticamente nada porque están también farmacéuticos de hospital, gerentes, técnicos en las autonomías...; el paquete decisor es mucho más amplio y esto es crítico para el acceso". Además, no hay coordinación. "Tenemos como interlocutores a los ministerios de Sanidad, Industria, Economía e Innovación, que no tienen ningún tipo de ligazón entre sí, y en los hospitales la ineficiencia es brutal en algunos procesos, pero nadie lo mide para tratar de solucionarlo porque esto requiere más tiempo que convocar un concurso para bajar costes".

Informar de los efectos
En la actual relación de la industria y las autoridades juega un papel el comportamiento del sector en el pasado que, según Hug, "no ha informado bien sobre efectos secundarios de los medicamentos y ha contribuido, por ejemplo, a que la FDA haya cambiado por completo la manera de evaluar: su primer objetivo es ahora garantizar la seguridad de los productos". Recuerda que también está cambiando el paradigma científico gracias a la genómica y la genética. Con ello se pueden identificar grupos de pacientes que responden mejor a ciertos tratamientos, es decir, se desarrollan terapias personalizadas, además de acortar la investigación y reducir costes. Todo esto supone, según Hug, "una oportunidad para todos los participantes en el mercado, aunque no a corto plazo, sino que se desarrollará en los próximos 15 a 20 años. Las agencias están estudiando formas de valorar esta investigación e incorporarla a sus protocolos".

"Por otra parte, -continúa Hug- el descenso de la productividad de la I+D supone que muchos fármacos llegan al mercado sin ofrecer grandes diferencias y los recursos limitados obligan a los financiadores a conocer el valor que aporta cada uno, dificultando el acceso a éstos". Sostiene que ya no es el Ministerio de Sanidad el que tiene el presupuesto y paga las facturas. "Ahora, las compañías tienen que ir a cada una de las 17 comunidades para defender una y otra vez el valor de sus productos; después a los hospitales, y finalmente al médico que puede prescribir el medicamento. Todo este proceso es mucho más largo, consume periodo de patente y origina una falta de equidad en el acceso a medicamentos", además de dejar a un lado que "la I+D es un valor añadido en una economía no sólo por la creación de puestos de trabajo sino también por la financiación de miles de pacientes que reciben gratuitamente nuestros medicamentos a través de ensayos clínicos. Por alguna razón no proyectamos esto y nos ven como un factor de coste y no como un factor generador de valor".

El superpaciente
El encuentro ha servido también para redefinir el peso del paciente en la industria actual. Gil recuerda que la cantidad de información que éste puede manejar es infinita, aunque no siempre es rigurosa y de calidad. "Esto tiene consecuencias para el sistema y para el profesional sanitario, ya sobrecargado, y que se ve obligado a dedicar gran parte de su tiempo a tranquilizar al paciente, que viene a contrastar información sobre su patología". Pese a todo sigue habiendo un problema: "el medicamento más eficaz no es el que elige el médico o desarrolla la industria sino el que se toma el paciente, el que le sienta bien y le hace sentirse bien. Hay una corresponsabilidad del paciente y el profesional sanitario para que el sistema sea eficiente".

Hug incide en esta idea: "muchos de nuestros productos no se toman, es una pérdida enorme. La educación de los pacientes y la colaboración directa o indirecta con ellos nos permitiría mejorar la adherencia a nuestros tratamientos. Sin embargo, aunque el paciente en la actualidad va al médico con mucha información, y por tanto preparado para conversar con él, en la mayor parte de los casos éste aún no está preparado para ser desafiado, y se enfrenta a la situación como un reto que no acepta. La situación quizá vaya cambiando, pero tendrá que ser con una educación en la universidad más dirigida a desarrollar la inteligencia emocional de los profesionales en lugar de centrarse estrictamente en la ciencia".

Comparar y medir
"Seguramente desde la facultad habrá que aprender a aproximarse a un paciente mucho más informado, que demandará, por ejemplo, resultados de una comunidad autónoma en comparación con otra para cambiarse a la que mejores datos ofrezca", puntualiza Martí. "Ya existen estos datos, pero no son transparentes. Tenemos que implantar la cultura de medir la calidad y la excelencia, y no ser cautelosos en la comparación".

En lo que se refiere a los pacientes, Silvestre afirma que su rol es indiscutible y su influencia cada vez mayor: "tienen mucho que aportar en el acceso a los nuevos tratamientos porque conocen con prontitud la realidad global y tienen información sobre las distintas formas de tratar su enfermedad en diferentes partes del mundo. Además, son el motor y la razón del esfuerzo en la innovación: para nosotros son lo más importante; nos sentimos bien y tenemos certeza de que estamos haciendo bien nuestro trabajo cuando sabemos, por ejemplo, que un diabético puede dormir toda la noche tranquilo y protegido". En definitiva, todas las variables analizadas dejan claro que cambiará el modelo de negocio del sector aún más de lo que ya se está viendo.

Lo dicho hasta ahora genera mucha incertidumbre: agencias reguladoras más exigentes, menor productividad, fármacos que llegan al mercado y después presentan un problema de seguridad, periodos de protección de patentes cada vez más cortos, políticas económicas centradas en el gasto, nuevos decisores además del prescriptor,... "Según Martí, estamos en un entorno muy poco predecible y esto nos exige una capacidad de elasticidad enorme" y dos habilidades imprescindibles: "inteligencia emocional y capacidad de trabajar en equipo". "Siendo un poco visionarios creo que la industria puede llegar a proveer un kit diagnóstico para un grupo de pacientes que recibirán un tratamiento personalizado para pasar a ser supervivientes y enfermos crónicos a los que ofrecer apoyo psicológico y emocional. Hay muchas cosas que podemos hacer para complementar nuestros productos y seguro que nos acabaremos aliando con compañías como Google, que ven tan atractivo a este sector que son ellas las que ya están tratando de introducirse en él".

Para Gil, más que un cambio de modelo, hay una continua evolución en un sector tan innovador. La estrategia de la industria hasta ahora ha consistido en diferenciar las moléculas para hacerse un hueco en el mercado. "Ahora quizá tengamos que centrarnos en la búsqueda de eficiencias en toda muestra cadena de valor".

Creciente sofisticación
Silvestre recuerda que el sistema es cada vez más complejo debido a la regionalización -como en el caso de España-, "y afrontamos el reto de pasar de la simple oferta de productos a un sistema en el que en lugar de tener una relación exclusiva entre el médico y el representante de la compañía, nos vemos obligados a establecer relaciones con múltiples decisores y agentes influyentes. Hay una sofisticación creciente que hará cambiar nuestro modelo de negocio para adaptarse no sólo en términos estructurales sino también en habilidades y competencias. El trabajo en colaboración es siempre cosa de dos, por lo que el papel de los gobiernos, tanto en España como fuera de España, es clave en esta relación".

Por último, Hug subraya una vez más la importancia de la innovación en este sector: "Esta industria sólo va a sobrevivir si continúa innovando. De lo contrario se convierte en un sector que va hacia la oferta relacionada únicamente con estilos de vida. Una vez que cada compañía elige un modelo o posición estratégica debe someterse a una transformación importante adaptada a los cambios del mercado. Todos los que ahora dirigimos estos cambios sabemos que es un proceso muy penoso que requiere mucho tiempo, paciencia y perseverancia".

CONCLUSIONES


Crisis
La industria farmacéutica es parte del sistema y, como tal, percibe la crisis económica, aunque quizá de forma indirecta. Está integrada en una cadena en la que el resto de eslabones atraviesan dificultades de financiación, que en algunos casos se traducen en obstáculos para el acceso a los medicamentos y esto, a su vez, repercute en la innovación futura del sector.

Autoridades
El sector busca cada vez más un papel de socio colaborador con las autoridades reguladoras y los gobiernos. La evaluación de medicamentos requiere más datos de seguridad, el cambio en el paradigma científico dificulta la valoración de las moléculas y los recursos limitados elevan las exigencias para la financiación.

Paciente
Su corresponsabilidad es crítica, no sólo para alcanzar los objetivos de prevención y tratamiento sino también para un mejor funcionamiento del sistema sanitario. Por tanto, la industria busca formas de articular su relación con los pacientes y su entorno.

Modelo de negocio
Ya está cambiando para adaptarse a la nueva realidad derivada de los puntos anteriores. Busca mayor competitividad y trata de aportar un valor añadido a los medicamentos, que se traduce, por ejemplo, en el apoyo al paciente y el ahorro a largo plazo gracias a la prevención. Necesita nuevos perfiles profesionales dentro de sus filas para relacionarse con nuevos agentes.


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