aportes a la gestión necesaria para la sustentabilidad de la SALUD PÚBLICA como figura esencial de los servicios sociales básicos para la sociedad humana, para la familia y para la persona como individuo que participa de la vida ciudadana.
lunes, 26 de julio de 2010
VISIONES DEL DR. RUBÉN TORRES :: REVISTA MEDICOS | Medicina Global | La Revista de Salud y Calidad de Vida
Está lloviendo..., pero dicen que hay un sol radiante
Por el Dr. Rubén Torres
Cuando se comparan los sistemas de salud, en términos de su eficiencia y equidad, la fragmentación y segmentación de los mismos constituyen un claro indicador, en el sentido de que cuando mayores son, la ineficiencia y la inequidad, predominan en los mismos.
No sucede lo mismo, por lo menos en forma tan clara, y a pesar de las preferencias o disputas ideológicas, cuando se analiza el mix público privado de la red prestadora, aunque sí resulta clave la fortaleza de la rectoría, y especialmente la calidad e intensidad de la regulación de las mismas.
Pero un factor resulta contundente en todos los análisis comparativos: resultan absolutamente más equitativos aquellos sistemas en los cuales predomina el gasto público, o mejor dicho, el gasto solidario, entendiendo por tal el proveniente de rentas generales sumado al de cotizaciones sociales (aportes y contribuciones).
Claramente, el aumento del gasto de bolsillo es un fehaciente indicador de inequidad y habitualmente también de ineficiencia.
La inequidad, en términos económicos (pues dejaremos fuera del análisis las faltas de equivalencia en calidad, acceso, tiempos de espera, etc.), está focalizada especialmente en dos de los componentes del gasto en salud: los medicamentos y la atención ambulatoria.
Más allá de que en términos de política sanitaria existen dos respuestas contundentes a esos focos de inequidad: política de medicamentos (genéricos, uso racional, etc.) y atención primaria de la salud resolutiva y con redes integradas, la aplicación de fondos, una correcta política regulatoria que tienda a la integración y a una adecuada modulación del financiamiento, son claves para mejorar la equidad y la eficiencia.
Resultaría redundante y aburrido insistir en la brutal fragmentación y segmentación que caracterizan a nuestro sistema de salud, sobre las que nada se ha avanzado en las últimas décadas.
Respecto de la regulación y la calidad institucional de la misma resultan más que elocuentes los episodios que involucraron en los últimos años a la Superintendencia de Servicios de Salud.
Y tal vez sólo puedan rescatarse como trascendentes en ese camino de búsqueda de una mayor equidad y eficiencia, la política de medicamentos (programa Remediar y prescripción por el nombre genérico), la revalorización de la atención primaria de la salud sobre la que se sustentaron valóricamente el plan Nacer y el programa de Médicos Comunitarios y las medidas de transparencia regulatoria e incremento de la solidaridad que en algún momento llevaron a la misma superintendencia a alcanzar el premio nacional a la calidad.
Todas las acciones referidas pueden ser cuestionables y discutibles en términos de su diseño, características de implementación y profundidad, pero estaban indisolublemente ligadas al concepto de mayor equidad sanitaria.
Si a ello sumamos que, más allá de las posibles discrepancias de medición en términos económicos, la Argentina ha mostrado indicadores elocuentes de crecimiento desde el 2003 en adelante (indicadores, que si bien comunes a toda América latina, han sido de los mejores en nuestro país), resultaría casi inexplicable que ello no se traduzca en mayor equidad en salud.
Sin embargo, si se compara la composición del gasto de consumo de los hogares según finalidad nos encontraremos con algunas sorpresas: porcentualmente el gasto en educación (32,3) y en salud (5,3) encabezaron los aumentos entre 2004 y 2009, superando a la indumentaria y el calzado (2,4) y a los alimentos (0,60). Para el segundo quintil, esto representa en promedio unos $ 80 mensuales, de ingresos muy inferiores a los $ 900.
La “inexplicabilidad” estará solamente referida a la públicamente declarada corrupción intrínseca del sistema?, o a la inocultable falta de sostenimiento de las políticas en términos de calidad institucional. Dado que las nuevas conducciones del sector han recuperado y hecho propias varias de aquellas iniciativas, el apoyo y la sostenibilidad de las mismas parecen constituir imperativos ineludibles.
De lo contrario, seguiremos discutiendo marginalidades, o para decirlo en otros términos estaremos diciendo que es un día soleado… mientras está lloviendo torrencialmente.
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