viernes, 28 de febrero de 2014

Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas :: El Médico Interactivo :: “El liderazgo público es imprescindible en la lucha contra las enfermedades olvidadas”

:: El Médico Interactivo :: “El liderazgo público es imprescindible en la lucha contra las enfermedades olvidadas”



“El liderazgo público es imprescindible en la lucha contra las enfermedades olvidadas”



Febrero de 2014 - Nekane Lauzirika

Bernard Pécoul, director ejecutivo de la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas, ha concedido una entrevista a EL MÉDICO

Se calcula que más de mil millones de personas en el mundo padecen alguna de las 17 enfermedades tropicales consideradas olvidadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). De ellas, la mitad son niños y niñas. Estas patologías con nombres casi desconocidos en Occidentes matan a medio millón de personas al año y destrozan la vida de cientos de millones de familias. El doctor francés Bernard Pécoul (1956) asegura que ha visto morir a muchas personas por estas dolencias evitables. Desde 2003 es el director ejecutivo de la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi). Según explica a EL MÉDICO, "las 17 dolencias catalogadas por la OMS como patologías olvidadas suponen el 90 por ciento de la carga de morbilidad global del planeta, pero solo consumen el 10 por ciento de los recursos destinados a la investigación".
La organización DNDi (Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas) DNDi es resultado de la iniciativa conjunta de siete instituciones públicas y privadas: Médicos sin Fronteras, Consejo Indio de Investigación  Médica, Instituto de Investigación Médica de Kenya, Ministerio de Salud de Malasia, Instituto Pasteur (Francia), la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de Brasil y el Programa Especial para la Investigación y Entrenamiento en Enfermedades Olvidadas de la Organización Mundial de la Salud. Esta entidad ha dejado claro que un sueño como el que proyectaron desde Médicos Sin Frontera (MSF) y otros hombres y mujeres que querían asegurar el suministro de tratamientos adaptados y asequibles para los pacientes desatendidos puede convertirse en realidad. Gracias a DNDi se han desarrollado desde 2003 seis formatos de medicamentos, dos para la malaria, una para la enfermedad del sueño, un nuevo combinado para la leishsmaniasis visceral en África, otro para la de Asia y una nueva formulación pediátrica para el mal del Chagas. Sin embargo, "no hemos logrado cambiar totalmente la situación", reconoce el médico francés. En su opinión se precisa reforzar la capacidad de investigación en los países endémicos a través de plataformas regionales, llevar a cabo estudios técnicos y "ensayos clínicos muy sofisticados en zonas muy difíciles". Para todo esto, y para seguir produciendo terapias dirigidas a problemas aún no resueltos, "nos hacen falta 400 millones de euros con los que queremos desarrollar  12 nuevos tratamientos. El liderazgo público para estos proyectos tengan éxito es imprescindible", sentencia Pécoul. "De ahí que sigamos llevando a cabo campañas de concienciación, muy importantes para luchar contra estas enfermedades", que ocupan el 10,5 por ciento de la carga global de enfermedad en el mundo, según datos de 2010.
En 2011, sólo 1,4 por ciento de los 150.000 ensayos clínicos registrados para llevar a cabo nuevos tratamientos estaban dirigidos a las enfermedades olvidadas.
Las empresas no tienen mucho interés ya que no hay mercado. Y aunque el sector público tiene una responsabilidad, tampoco muestra mucho interés. En el caso de las enfermedades raras sí son los gobiernos y las ONGs quienes suelen asumir la investigación, pero no sucede del mismo modo con las enfermedades olvidadas. Como mucho puede haber un interés de un laboratorio público para llevar a cabo una investigación, pero que no suele llegar al desarrollo del medicamento.
Sanar a los pobres parece poco rentable. ¿Por qué lo hacen desde DNDi? ¿Existen rentabilidades más valiosas que las económicas?
Así es. Entre los socios fundadores de la organización se encuentran Médicos Sin Fronteras, el Instituto Pasteur de París, así como grupos públicos de Kenia, India y Brasil y el Observador permanente (OMS/TD). Pensamos que hay rentabilidades más valiosas que las económicas. Los socios de la entidad teníamos clara esta premisa. Es lo que en la jerga llaman la brecha 10/90; a las enfermedades que representan el 90 por ciento de la carga global de morbilidad se dedica solo el 10 por ciento de la investigación mundial. Para hacer frente a esta situación nació en 2003 la iniciativa Medicamentos para las Enfermedades Olvidadas (DNDi). Los nuevos fármacos en los que estamos inmersos podrían cambiar de modo drástico el tratamiento de algunas de las enfermedades olvidadas que generan cada año millones de muertes.
¿A qué patologías se refiere?
A la enfermedad de Chagas, la del sueño, la leishmaniasis visceral, la úlcera de Buruli o la filariasis linfática. Estas dolencias tropicales se dan ampliamente en los países en vías de desarrollo y afectan a la población más pobre e inaccesible a los sistemas de salud.
¿Es difícil atraer a socios privados en esta andadura?
Sí. Sobre todo a los grupos académicos, universidades europeas y en especial a los de Estados Unidos. Tienen in mente que van a desarrollar algo nuevo de lo que obtendrán beneficios a futuro. Organizaciones como la nuestra debe centrar su estrategia en encontrar mercado, pero consciente de que su retorno no será inmediato. Entre los socios se encuentran varias instituciones como Médicos Sin Fronteras, el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (Cresib), la Universidad Carlos III de Madrid y GSK Tres Cantos. Además, la organización ha recibido fondos de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
Cada vez reciben más colaboración de multinacionales farmacéuticas...
Efectivamente. Ahora tenemos apoyo de GSK, Sanofi, Novartis, Merck, de Johnson, Janssen... La mala fama que arrastran estas grandes compañías ha sido uno de los factores que han hecho que las multinacionales entren en este tipo de iniciativas. Nuestra estrategia consiste en implicar a instituciones públicas y privadas en la investigación, el desarrollo, la producción y la distribución de nuevos tratamientos. El modelo innovador de DNDi está logrando la participación de cada vez más actores públicos y privados, como resultado de una concienciación creciente respecto a este problema de salud pública urgente y olvidada. El cambio viene de una presión social, de la motivación por tener una mejor imagen pública externa y también interna, pero también por un motivo económico, porque en el futuro también habrá mercado en países emergentes.
¿Hay alguna fecha de inflexión?
En enero de 2012 durante una reunión en Londres con la Fundación Bill-Melinda Gates, la OMS, el Banco Mundial y 11 CEOs de compañías farmacéuticas aceptaron unos requisitos muy generales pero que abrieron las puertas. Tras este acuerdo, fue mucho más fácil negociar el contrato con los otros departamentos de las compañías.
¿Hay gobiernos buenos y malos en la lucha contra las enfermedades olvidadas?
Por lo general, muy pocos gobiernos deciden poner estas dolencias como una prioridad. Si hablamos del mal de Chagas, hay un compromiso del gobierno de Argentina. Mientras otros países como México dicen que no hay Chagas en el país, cuando algunos estudios calculan que existen más de dos millones de personas enfermas.
¿DNDi, dónde tienen sedes?
En Suiza, Brasil, Congo, Kenia, India, Malasia, EE.UU. y Japón; además la organización coordina una red de colaboradores en contacto con las instituciones públicas y privadas implicadas en cada proyecto.
La enfermedad del sueño, la malaria.... son cercanas para millones de personas ¿Por qué se les denomina enfermedades olvidadas?
Porque no hay inversión en esas enfermedades. De 1975 a 1999 solo 16 de los 1.393 nuevos productos desarrollados por la industria farmacéutica estaban dirigidos a las enfermedades tropicales, más la malaria y la tuberculosis. En la última década ha habido avances, pero el desequilibrio fatal continúa. Apenas el 3,8 por ciento de los productos entre 2000 y 2011, excepto vacunas, eran para enfermedades olvidadas.
¿Sobre cuántas enfermedades actúan desde su organización?
Tras diez años de actividad en la organización DNDi hemos desarrollado seis tratamientos; dos antimaláricos; una terapia combinada para enfermedad del sueño avanzada; una terapia combinada para leishmaniasis visceral en África; un conjunto de terapias combinadas para lesishaminasis visceral en Asia, y una formulación pediátrica de benznidazole para el mal de Chagas.
¿La producción de fármacos en países pobres entra en su objetivo?
Nuestra organización ha ayudado a crear tres plataformas de investigación clínica en África y Latinoamérica para la leishmaniasis en Kenia, Etiopía, Sudán y Uganda. Para la enfermedad del sueño (TAH) en la República del Congo y para el Chagas en Latinoamérica. Las redes regionales fuertes, como las de DNDi, contribuyen a fortalecer la investigación y la implementación de los tratamientos en los países con enfermedades olvidadas endémicas.
Disponer del producto no es el fin del camino que se marcan...
No. Hace falta la última capa que es difícil pero importante. Son cuestiones políticas. Debemos contar con el apoyo de la OMS, de los Gobiernos, de los Ministerios de salud. Hace falta tener socios internacionales. No se trata solo de desarrollar tratamientos, sino de asegurar que los programas de tratamiento van a cambiar su política de salud. Por ejemplo, el nuevo tratamiento ya desarrollado por DNDi y sus socios para la enfermedad del sueño, NECT, es el primer producto nuevo en 25 años para la fase avanzada de esta dolencia. Es mucho más seguro que el fármaco que se usaba mayoritariamente hasta ahora, que contiene arsénico y es tan tóxico que mata al 5 por ciento de quienes lo reciben. El nuevo fármaco está ya disponible en los doce países africanos donde se concentran el 99 por ciento de los casos declarados de enfermedad del sueño. La situación, afortunadamente, ha cambiado. Hace años las personas tenían miedo de ser diagnosticadas porque sabían que debían ingresar en un hospital y tenían mucho miedo a morir. El ambiente era muy difícil porque el enfermero sabía que podía matar al administrar el arsénico. La gente del pueblo tenía miedo del hospital. Ahora, cuando voy al terreno, me dicen que esto ha cambiado por completo para los dos: me dicen que ya no tienen miedo de ir al hospital.
¿El bucle de la pobreza-enfermedad existe, es una realidad?
La falta de salud es parte de la pobreza. Cuando visitas lugares con alta prevalencia de paludismo, enfermedad del sueño, Chagas... te das cuenta de que estas dolencias forman parte de los motores de la pobreza. Es difícil desarrollar un pueblo cuando hay una tasa muy alta de estas enfermedades; es muy difícil. Parte de las soluciones del desarrollo de estos países, no la única, es erradicar estas dolencias. El sector económico seguro que mejoraría. Lo cierto es que la miseria no es atractiva para el mercado de fármacos; no se puede usar el mismo mecanismo que para otro tipo de patologías, hay que encontrar otro tipo. El liderazgo público es esencial para involucrar también al sector privado en estrategias conjuntas para luchar contra estas dolencias olvidadas.
¿En qué trabaja en la actualidad su organización?
Cara al futuro, DNDi ensaya en Bolivia otro fármaco oral, el E1224, también para adultos contra el Chagas. Si tiene éxito este fármaco podría constituir el tratamiento oral, fácil de administrar, barato y seguro que esperan los enfermos de esta patología. Hace una década no existía ninguna formulación pediátrica y hoy el tratamiento de DNDi para niños de hasta 2 años es oral, fácil de usar y no es caro. Está pensado para que pueda ser administrado en casa -el tratamiento dura dos meses-, un importante dato a la hora de garantizar el éxito. A estos proyectos de futuro se une la investigación en fases tempranas de otra decena de nuevos compuestos químicos.
¿La crisis económica ha afectado al desarrollo de los proyectos de su organización?
Sí, pero a pesar de que algunos países como España –donante de 12 millones de euros a lo largo de siete años- ha parado sus ayudas a esta organización, no ha sido un muro muy importante de saltar. Desde el principio decidimos que hacía falta una diversificación de fondos de origen público-privados y dentro de cada uno de esos sectores tenemos una gran diversidad. Empezamos con los gobiernos de Europa, pero ahora tenemos una nueva estrategia con países emergentes. Este año contamos con el apoyo de Brasil, estamos hablando ahora con Argentina y la India
¿Sin salud, la preparación de los jóvenes tiene poca proyección?
Es un círculo vicioso. Yo pasé veinte años en MSF como médico en el terreno. Para mí el paciente es lo fundamental, está al principio de toda la historia. Hay que empezar por la población. Por ejemplo, en la enfermedad del sueño cuando la gente venía a tratarse sabía que uno de cada veinte moría por los efectos secundarios de la terapia. Tras visitar recientemente el Congo he observado que la gente recibe un tratamiento que no conlleva tantos efectos adversos. Esto ha cambiado las expectativas, tanto para el paciente como para el enfermero. Ahora la población no tiene tanto miedo a recibir el tratamiento. Y eso es un logro, y se lo digo porque conozco lo complicado que resulta el acceso a los medicamentos en los países en desarrollo. El último paso de todo nuestro trabajo es ir hasta la población y es muy complicado. Que se cumplan todos los pasos me motiva tanto como ver que estamos avanzando por el buen camino.

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