domingo, 30 de marzo de 2014

¿Qué hacemos con la pobreza infantil? | Sociedad | EL PAÍS

¿Qué hacemos con la pobreza infantil? | Sociedad | EL PAÍS



TRIBUNA

¿Qué hacemos con la pobreza infantil?



¿¡Kaserian ingera!?, es la frase con la que suelen saludarse los masai en suajili significa algo parecido a ¿¡Cómo están los niños!?. Si los niños están bien, el resto de la tribu también lo está.
Hace unos días cuando le preguntaban a nuestro Presidente de Gobierno en el debate del Estado de la Nación sobre sus planes para resolver la terrible situación de la pobreza infantil respondía que no iba a entrar sobre ese asunto.
Según los datos aportados por Save The Children presentado hace unos días, en España existen actualmente casi tres millones (2.826.549) de niñas y niños en situación de pobreza, o lo que es lo mismo de cada 10 niños o niñas que viven aquí, 3 son pobres. Desde el Observatorio Social de España, dirigido por el Profesor Vicent Navarro, señalan que nuestro país es el campeón entre los que más han aumentado la pobreza infantil en los últimos años. En España el porcentaje de niños que viven en hogares con pobreza extrema ha crecido más de 4 puntos porcentuales desde que empezó la crisis, la cifra más alta de toda la UE, sólo por debajo de Rumanía y Bulgaria.
Esta tendencia es una tradición hispana, los asuntos relacionados con la infancia tienen un lugar poco destacado en las agendas políticas de este país; ni en las épocas malas (ésta lo es), ni en las épocas de bonanza económica la infancia ha despertado interés en la mayoría de los políticos y políticas, más allá de declaraciones en el día mundial de turno, en efemérides inútiles o en actos lacrimógenos. La ley de protección a la infancia quedó sin aprobar por el anterior gobierno y sigue sin aprobarse por el actual, más preocupado en obligar a la mujeres a tener hijos que no desean que en protegerlos una vez nacidos.
Mientras que en la UE la media del PIB dedicado a políticas públicas de protección a la infancia se sitúa en torno al 2%, en nuestro país nos conformamos con la mitad. Países como Dinamarca o Finlandia destinan el 12% del gasto total en políticas sociales a su infancia, España dedica el 5%, según un reciente estudio de la Fundación Primero de Mayo.
Quienes trabajamos con niños, sabemos que los efectos de la privación infantil son altamente perjudiciales y se relacionan con problemas de salud en la edad adulta. El impacto de la mala nutrición o falta de estímulos educativos en edades tempranas, al principio del río de la vida, pueden tener consecuencias de difícil y costoso arreglo, comprometiendo no solo el futuro de esos niños, sino el de todos, disminuyendo la capacidad económica y productiva del país.
Las políticas públicas bien orientadas pueden hacer mucho por la infancia. Los recursos tienen impacto real sobre la felicidad y sobre la salud. Si bien existe una estrecha relación entre la situación de pobreza de los niños y el desempleo de sus padres o la pérdida de renta de estos; aquellos países con políticas sólidas de apoyo a la infancia son capaces de contrarrestar los efectos de dichas situaciones de pobreza, como han señalado los profesores Donald Acheson y Richard Wikinson, contrarrestando incluso las peores situaciones, al reducir el estrés y las enfermedades que produce en las personas pobres la diferencia entre su renta y la de las ricas.
Invertir en la infancia es la mejor forma de salir de la crisis. Como destaca el último informe de la Oficina de Investigación de UNICEF sobre bienestar infantil en países ricos, la experiencia acumulada y constatada dice que aquellos países que en situaciones de crisis hicieron mayor esfuerzo en medidas de apoyo a la infancia (proteger recursos educativos, sanitarios y sociales dirigidos a los niños y las familias) salieron más reforzados de las mismas.
Si ya nos hemos convencido, podemos dar algunas pistas de cómo hacerlo.
Es fundamental que los niños y sus familias tengan acceso a recursos adecuados. Una renta básica para las familias, acceso al empleo de padres y madres con salarios dignos, prestaciones económicas a familias con hijos o alivios tributarios, prestaciones sanitarias y farmacia, educación, libros de texto o acceso a recursos educativos de calidad, comedor, transporte, vivienda y ocio.
En un reciente estudio sobre bienestar y pobreza infantil, auspiciado por la propia Comisión Europea, se realizan una serie de recomendaciones a este respecto que podemos resumir en aquellas que se sabe que han demostrado mayor eficacia contra las malas elecciones en tiempos de austeridad como restringir prestaciones a colectivos concretos o potenciar la beneficencia en detrimento de la universalidad y la equidad. El acceso a servicios de calidad para la infancia -educación, salud, vivienda y protección social-, es determinante para la democracia, el bienestar y el desarrollo de nuestro país. Para eso es necesario romper con la dinámica de infiltración de políticas educativas no inclusivas y garantizar técnicamente que ningún niño se quede atrás, según sus capacidades, evitando la segregación y poniendo énfasis en el desarrollo individual de cada ciudadano o ciudadana menor de edad. La vida de la infancia la hacen más feliz y saludable los servicios sanitarios accesibles a todos los niños y niñas, el acceso a una vivienda y a entornos de convivencia y juego decentes, con independencia de la formación, la renta o la procedencia de sus padres. Los servicios sociales y de protección de menores que apuestan por la promoción del bienestar, la prevención y los cuidados en entornos familiares frente a los residenciales, determinan en gran medida el futuro de la ciudadanía en un país.
Es hora de entrar en estos asuntos, incluirlos en las agendas políticas y ponerlos en práctica, porque todos los niños y niñas, como en el Peter Pan de JM Barrié, crecen y no esperan a que las crisis terminen. No podemos perder tiempo, hay que empoderar a los niños y niñas, son los que mejor conocen su situación y los más creativos e innovadores a la hora de aportar soluciones positivas a todos estos problemas, empecemos a actuar en equipo con ellos.
Mariano Hernán es profesor de Salud Pública Infantil. Antonio Molina es psicólogo de protección de Menores.

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