lunes, 30 de junio de 2014

Rebelión hospitalaria | Opinión | EL PAÍS

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Rebelión hospitalaria

Pacientes, familiares y trabajadores se parapetan en el hospital de Bellvitge al grito de "¡Esta planta no se cierra!"


Rebelión insólita en un hospital. Al grito de “esta planta no se cierra”, pacientes, familiares y trabajadores se han parapetado en las unidades del hospital de Bellvitge —uno de los grandes centros públicos del área de Barcelona— que la gerencia había proyectado cerrar durante el verano. Escamados por la experiencia de años anteriores, en los que muchas de las camas cerradas no volvieron a ponerse en servicio, esta vez el cierre vacacional ha encontrado una inesperada y sorprendente resistencia.
Los familiares han montado guardia para evitar el traslado de los enfermos y parte del personal sanitario se ha unido a las protestas. Entre ellos también cunde el malestar por los continuos recortes, la presión asistencial y ahora, por el hecho de que, de nuevo, solo van a cobrar media paga extra. En 2009 el hospital tenía 906 camas, pero los cierres veraniegos se saldan cada año con una merma de unas cuarenta camas. Ahora quedan 621 en servicio. La gerencia proyecta para este verano dejar fuera de servicio unas 170 camas. En Cataluña se estima que quedarán fuera de servicio 3.500 camas en agosto.
Los responsables sanitarios alegan que en verano baja la actividad quirúrgica programada y, por tanto, no son necesarias para el ingreso de pacientes. Aunque aseguran que este año se reforzará la actividad quirúrgica en régimen ambulatorio, el que se reduzca la actividad programada no disminuye las listas de espera. Al contrario, aumenta el tiempo de demora de los pacientes que inevitablemente se van sumando a ella, porque la enfermedad no entiende de conveniencias administrativas y llega cuando llega. Uno de los enfermos ingresados había esperado 1,5 años a ser intervenido en la válvula aórtica.
En los últimos años los recortes presupuestarios han agravado el desfase entre los servicios disponibles y las necesidades a cubrir. Si la actividad quirúrgica se reduce, muchos de los pacientes que esperan intervención acaban en Urgencias. Médicos del hospital de Vall d’Hebrón han denunciado en una carta a la dirección que la falta de camas obliga a retener durante días a los enfermos en los servicios de Urgencias, a veces en un pasillo y sin una triste silla para el acompañante. Tarde o temprano, los efectos de los recortes acaban aflorando.

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