Roberts o la construcción de un legado
El presidente del Tribunal Supremo de EE UU dio el voto decisivo para la aprobación unánime de la reforma sanitaria de Obama
Yolanda Monge Washington30 JUN 2012 - 01:12 CET3
De John Roberts se tenía una fotografía concreta, esa que retrataba a un magistrado predecible y que siempre se aliaba con el ala más conservadora del Supremo, facción a la que pertenece junto a los jueces Clarence Thomas, Antonin Scalia y Samuel Alito. Tras la decisión suprema del jueves de mantener en pie la que puede ser la herencia del presidente Barack Obama –dar cobertura médica cuasi universal a sus conciudadanos-, esa caricatura ha quedado borrada, por sorpresa y contra todo pronóstico.
La ‘sabiduría popular’ contaba con que el voto bisagra, aquel que inclinaría la decisión de un lado o de otro –posiciones demócratas versus posiciones republicanas- sería el de Anthony Kennedy, quien desde que Roberts es presidente del máximo tribunal de Estados Unidos -2006- ha votado 25 veces con la parte conservadora de la corte –y casi el doble con la liberal-, en las votaciones 5-4. Roberts no lo había hecho nunca. Como nunca lo ha hecho Alito. Thomas y Scalia tan sólo se han alineado con la facción liberal en dos ocasiones cada uno.
En su confirmación realizada en 2005 –tras ser nombrado para el cargo por George W. Bush tras el fallecimiento de William Rehnquist y haber servido en las Administraciones de Ronald Reagan y George Bush padre-, Roberts juró actuar como un “árbitro judicial”, sin tomar partido. Lo hizo el jueves.
Roberts, 57 años –jovencísimo en términos de Supremo-, ha iniciado la construcción de un legado, el suyo, desafiando la más reciente historia, defraudando las expectativas de mucha gente y destrozando la esperanza de la derecha más extrema y del Tea Party que se oponía a la ley de que con su voto contrario hundiría el barco insignia de Obama.
Poco después de que se supiera el dictamen del máximo tribunal –el final, el de verdad, no el que salió fruto de las interpretaciones aceleradas como la que hizo CNN y Fox y que les llevaron a equivocarse garrafalmente (si no le sucedió a MSNBC fue porque en el estudio perdieron la conexión con su reportero en el Supremo)-, los más acérrimos detractores de la ley comenzaron a diseñar camisetas –ya a la venta- que pedían el ‘impeachment’ de Roberts. Un grupo de hackers asaltaba la página de Wikipedia referente al juez en cuestión y en lugar de ‘Jefe de Justicia de Estados Unidos’ escribían ‘Traidor Jefe de Estados Unidos’.
La página web del candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney –también llamado estos últimos días por su apodo de ‘el Padrino del mandato individual’, ya que fue él quien primero creó la figura para su reforma sanitaria de Massachusetts cuando era Gobernador de ese Estado- decía del juez Roberts, cuando todavía era un icono de los conservadores: “Como presidente, Mitt nombrará jueces a imagen y semejanza del Jefe de Justicia Roberts”
John Roberts se convirtió, paralelamente a la decisión de la Corte, en la noticia del jueves. En 2010, según un sondeo de Pew, menos de tres de cada diez norteamericanos sabían quién era. Tras el fallo de la máxima corte, los cinco términos más buscados en Google en EEUU tenían que ver con el Supremo y la ley sanitaria y el primero y segundo eran referentes al juez. Para bien y para mal, suponemos que eran las búsquedas.
Lejos de ser cuestionado, lo que ha logrado el juez Roberts con su posición ha sido mejorar su reputación y comenzar a construir una herencia equilibrada como jefe del Supremo. Con su voto a favor de la bancada liberal –la que forman Ruth Ginsburg, Elena Kagan, Sonia Sotomayor y Stephen Breyer-, Roberts ha conjurado el miedo de que la corte que él preside pudiera ignorar los 75 años anteriores y devolviera la ley de EEUU a la época del New Deal de Franklin D. Roosevelt, cuando las leyes de salario mínimo del entonces presidente eran rechazadas por un Supremo conservador. Ningún Supremo ha rechazado una legislación presidencial desde entonces. Roberts decidió no ser el primero en romper esa tradición e irónicamente la historia puede acabar imprimiendo su nombre como el del salvador de ‘Obamacare’.