Investigación y filosofía deben avanzar unidas

Unir disciplinas permite observar a los seres vivos desde diferentes prismas para aumentar el conocimiento común sobre el comportamiento.

Javier Granda Revilla. Barcelona | dmredaccion@diariomedico.com | 26/12/2012 15:18

Rupert Glasgow, del Instituto Leibniz de Neurobiología de Magdeburg, y Alex Gómez Marín, del CRG. ()

El Centro de Regulación Genómica (CRG) ha celebrado una nueva edición de sus Cafés Científicos con el lema Pensando sólo en mí: neurobiología, filosofía y la idea del yo. La principal conclusión del encuentro es la constatación de la estrecha relación entre las diferentes disciplinas como biología, física, etología y filosofía y la necesidad de que se imbriquen para fomentar su avance. "Los investigadores comenzamos a plantearnos hasta qué punto somos conscientes y libres al tomar una decisión, y hasta qué punto tenemos una concepción de nosotros mismos", dice Alex Gómez Marín, investigador del Grupo de Sistemas Sensoriales y de Comportamiento del CRG.

La medicina fue de la mano de la filosofía y la física durante más de 1.500 años, hasta que la implantación del método científico propició su separación. Ahora numerosas voces reclaman un abordaje integral. Sin embargo, como señala Gómez Marín, "todavía la mayoría de los científicos creen firmemente en el método reduccionista y empírico. Pero creo que, a medida que la tecnología avanza, surgirán nuevas preguntas acerca del comportamiento" de otros seres vivos. Hoy hay informáticos, físicos e ingenieros en los laboratorios de biología y poco a poco se van interrelacionando disciplinas y fomentando el diálogo, porque hay que pensar desde todos los ángulos".

Para Rupert Glasgow, profesor del Instituto Leibniz de Neurobiología en Magdeburgo, Alemania, el yo mínimo es un concepto clave en este ámbito. Según él, incluso antes de hablar del yo intuitivo -que surge cuando nos miramos al espejo-, microorganismos, amebas y virus se mantienen vivos e intentan luchar contra la tendencia a la entropía.

Según Gómez Marín, esta tendencia "implica una serie de intereses para preservarse frente al medio. Estos elementos no explican que haya o no un yo, de la misma manera que pasa con la definición de vida". Según Glasgow, cuando una bacteria o un virus tiene interés por preservarse y la tendencia a evolucionar en su ambiente, se vislumbra el yo mínimo". El interés por preservarse en el ser humano procede también de un yo implícito con cuatro conceptos. Uno, el de la interocepción o percepción interna; dos, la nocicepción, que permite sentir dolor; tres, la propiocepción, el sistema que informa al cuerpo sobre sí mismo, y cuatro la descarga corolaria. "Estas cuatro ideas se ven en organismos muy sencillos, que evitan el dolor y tienen percepción de qué les sucede".

Genética y tecnología
La investigación de Gómez Marín se centra en el sistema olfativo de la larva de la Drosophila melanogaster y cómo ésta procesa la información de moléculas desodorantes. "Su comportamiento es muy interesante, porque al situarla en una superficie con un determinado aroma puede verse cómo rastrean y encuentran la fuente de olor. Combinamos genética y tecnología, lo que nos permite crear diferentes moscas transgénicas que sean, por ejemplo, superoledoras o anósmicas. Mediante la optogenética podemos expresar una proteína en las membranas de las neuronas con luz, que permite crear una realidad virtual en el animal".

Así los investigadores del CRG han construido un prototipo de realidad virtual con una cámara que se mueve solidariamente con la larva, con programas de ordenador que cambian de manera automática la intensidad de la luz. "Queremos estudiar desde el estímulo al comportamiento para ver si podemos influir en las decisiones de un animal: al expresar neuronas y medir su comportamiento, podemos empezar a deducir la lógica del circuito", ha precisado.