lunes, 17 de diciembre de 2012

'La privatización supone ponernos en manos de empresas de capital riesgo' | Noticias | elmundo.es

'La privatización supone ponernos en manos de empresas de capital riesgo' | Noticias | elmundo.es

ENTREVISTA | Beatriz González López-Valcárcel

'La privatización supone ponernos en manos de empresas de capital riesgo'

Movilización de médicos contra los recortes. | P. CamposMovilización de médicos contra los recortes. | P. Campos
  • Esta especialista en Economía de la Salud analiza los recortes
  • 'Recortar así es como si, en vez de podar el bonsái, le damos un hachazo'
  • 'En Madrid se puede dar el fenómeno conocido como 'regulador capturado''
  • 'Este país necesita a gritos una regeneración de sus instituciones
Beatriz González López-Valcárcel es catedrática de Métodos Cuantitativos en Economía y Gestión y co-directora del Máster Interuniversitario en Economía de la Salud y Gestión Sanitaria de las Universidades de Las Palmas y La Laguna. Lleva años combinando su faceta académica e investigadora y analizando con lupa la evolución de las políticas relacionadas con la salud, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
¿La crisis exige recortar sí o sí en Sanidad?
La Sanidad no puede sustraerse a los recortes, ya que son una exigencia venida de fuera y España ahora mismo no tiene holgura para decidir.
[foto de la noticia]
Otra cosa es plantear los recortes de forma lineal, que es un disparate. Es como si en vez de podar el bonsái, le damos un hachazo. Es un disparate decir 'voy a recortar el 10% de todo el presupuesto sanitario', porque hay sitios donde se puede podar el bonsái sin hacer daño. Es más, consiguiendo que así crezca más revitalizado.
El sistema tiene margen para recortar. Seguramente Sanidad puede recortar un 10% sin hacer daño a la salud de nadie. El tema es saber cómo hay que podar el bonsái. Hay que buscar la grasa del sistema para hacerle una liposucción.
¿Y por dónde se empieza?
En primer lugar, esto solo se puede hacer teniendo de lado a los profesionales y no en contra. Los economistas de la salud llevamos años diciendo que los profesionales sanitarios han de liderar un proceso en el que se reconozca que hay sitios donde se puede recortar. Tienen que mojarse, remangarse para ver cómo se puede hacer. Esa es la forma que tenemos de salvar el sistema nacional de salud. Hay que ir más allá de las protestas contra los recortes y profundizar. También hay que luchar contra un problema que tiene este país y es que se repiten tópicos falsos. A base de repetirlos como un mantra acaba pareciendo que son una verdad absoluta. Ahora se está repitiendo machaconamente que la privada es más eficiente y, sin embargo, lo que acaba de decir un informe de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) es que no hay evidencia para decir eso. Ojalá pudiéramos tenerlo comparado, pero precisamente uno de los síntomas de la patología institucional que padece España es la falta absoluta de transparencia.
Y, claro, así se prodigan falsos tópicos sobre la eficiencia de pública y privada. Pero la realidad es que si hoy te diagnostican un cáncer, te vas a tratar a la pública. Porque la pública es la que atiende los casos oncológicos graves, la que hace los trasplantes... Si la privada sólo atiende a personas sanas, claro que van a gastar menos.
¿Qué opina de lo que está ocurriendo con la Sanidad en Madrid?
La impresión que está dando el proceso de Madrid es que se están tomando decisiones por la urgencia del corto plazo y por echar balones fuera, como una huida hacia adelante. En el fondo estas son las consecuencias de decisiones que se tomaron en 2008. En 2008 se abrieron ocho hospitales de golpe en Madrid, centros que no respondían a un plan de necesidades sanitarias. Al construirlo con empresas de capital privado no figuraron en el déficit público de ese año, pero, claro, el canon hay que pagarlo año por año, y eso es una hipoteca para el futuro. El problema es saber hasta qué punto ese era el mapa sanitario que necesitaba la comunidad.
¿Qué consecuencias puede tener que empresas privadas comiencen a gestionar servicios públicos de salud? ¿Lo van a notar los pacientes?
Esta privatización improvisada -"vender la plata, como decía Vicente Ortún"- supone ponernos en manos de empresas de capital riesgo, que ahora compran una red de hospitales, pero que a la vez son dueños de una fábrica de armas o un banco en Austria y a las que les da lo mismo lo que suceda. Antes, el sector sanitario privado estaba formado por empresas creadas por médicos, con años de experiencia. Pero ya no es así. Esas empresas se han vendido a empresas de capital riesgo y eso puede tener consecuencias.
Quizá a corto plazo el paciente no vaya a notar nada. Pero a medio plazo muy probablemente sí se va a notar en términos de salud de la población y también en términos de cuentas públicas. Porque, puesto que el sector público no puede incurrir en déficit, en el fondo lo que están haciendo es traspasar ese déficit fuera. Echar ese balón fuera, que irá creciendo y creciendo y llegará a explotar en dos o tres años.
¿Y llegado ese momento, cree que estas empresas podrían pedir más dinero o exigir nuevas fórmulas de financiación?
Desde luego que sí puede haber un fenómeno de 'regulador capturado'. Es decir, si la privada se planta dentro de tres años y dice 'yo lo siento, pero por este dinero no puedo seguir con la gestión', pues, claro, ¿qué margen tiene el regulador? ¿Hasta qué punto es capaz de imponerse y negarse a las exigencias? Eso es lo que pasó con la primera experiencia de Valencia con el modelo Alzira. En 1999 le cedieron sólo la atención especializada y, como estaba entrando en pérdidas irreversibles, en el 2003 rompieron el contrato y lo reformularon -dándole una indemnización, por cierto- para cubrir toda la atención, también la primaria. Y subieron la cantidad que le pagaban y con eso salieron adelante.
En cierta forma, eso es cambiar las reglas del juego en la medida en que lo necesita el regulado. Entonces, ¿hasta qué punto el regulador regula o está capturado? Ese es un gran peligro.
Y el problema es mayor si esto se hace de forma totalmente improvisada y precipitada; sin un plan preconcebido, sin haberlo consensuado con nadie, sin saber lo que te espera a la vuelta de la esquina. Es como soltar una papa caliente, que quieres quitártela de encima, pero que no sabes dónde la estás soltando. Es una gran responsabilidad la que tiene en este momento el gobierno de la Comunidad de Madrid.
¿Los políticos no están bien asesorados?
Deberían contar con los profesionales sanitarios, las organizaciones médicas y académicas y las asociaciones de economía de la salud. Tenemos cosas que decir y hemos sacado informes en torno a esto. Estamos intentando que se oiga nuestra voz. Que es una voz que intenta ser prudente y sensata y que habla desde la neutralidad que supone no ser parte interesada.
¿Y qué dice esa voz?
Pues que, a nivel general, habría que hacer reformas de organización de bastante calado. Habría que hacerlas no de golpe, si no progresivamente y empezar a profundizar en la estrategia de cronicidad, cerrar centros que no hacen falta, hacer un catálogo de prestaciones según criterios de coste-efectividad y de equidad... Y esto lo tendría que hacer una agencia u organización con criterios de bienestar social. Es un peligro que se planteen recortar la cartera de servicios con criterios de gasto. Cualquier recorte es doloroso y tiene que llevar detrás un consenso social. Y la sociedad está clamando a gritos que no quiere recortes en sanidad y educación. Lo que hay que decir es: puesto que no hay más remedio que recortar, vamos a hacerlo con cabeza. Y eso significa dar cancha a los profesionales y a agencias independientes que digan qué prestaciones son coste-eficaces y cuales no.
Y si no tenemos dinero y tenemos prisa, lo más fácil es copiar a países como Suecia, que también son democráticos y lo hacen bien, y ver qué han quitado ellos.
¿También hay que tocar el modelo?
Es importante también reconsiderar el estatus laboral en el sector. Lo que seguramente hay que hacer es desfuncionalizar a los profesionales, en el sentido de buscar fórmulas de contratación que sean más flexibles. No solo en sanidad, también en universidades, en educación. Menos burocracia y menos puestos vitalicios. Yo soy catedrática de la Universidad y si mañana decidiera no trabajar, no me pasaría nada. Seguiría cobrando y nadie me echaría. Eso sí que es antiguo, retrógrado y disparatado. Si queremos salvar el sistema, seguramente tenemos que plantearnos seriamente que los profesionales sanitarios no pueden seguir con el régimen estatutario que tenían hasta ahora. Pero eso no implica pasar a manos privadas toda la red.
¿Nos hemos gastado el dinero en tratamientos que no estaban lo suficientemente respaldados?
Sí. Tanto en cosas que no contaban con una evidencia científica al 100% como en otras que se han llevado más allá de la indicación. Por ejemplo, en España gastamos 500 millones de euros al año en tratamientos contra la osteoporosis. Pues de esos, seguramente más de la mitad son innecesarios porque no están indicados, se dan a mujeres ricas que van a hacerse una densitometría a los 50 años y tienen una ligera osteopenia, pero no necesitan esto.
¿En otros países se están tomando medidas en este sentido?
En Reino Unido o incluso en Estados Unidos las asociaciones de médicos están haciendo unos esfuerzos encomiables por racionalizar la práctica clínica. Por ejemplo, todas las asociaciones médicas americanas están definiendo cinco intervenciones en su campo que deberían dejar de hacerse o hacerse de otra manera. Nosotros todavía estamos empezando a hacer esto. Afortunadamente los colegios de médicos se están poniendo las pilas. Pero las instituciones no están preparadas para atenderlos.
¿Por qué? ¿Cuál es el problema?
Necesitamos a gritos regenerar institucionalmente este país. Porque un país con buenas instituciones supera las crisis y sale adelante. Y eso lo demuestra la historia. Finlandia y Rusia tuvieron una crisis económica similar en los años 90. Por la caída de la URSS, en Rusia se produjo una descomposición institucional brutal, mientras que en Finlandia había un estado del bienestar. Lo que pasó es que la crisis económica finlandesa no afectó a la salud para nada. En cambio, en Rusia hubo una caída de la esperanza de vida en hombres de 20 años. ¡20 años! Se disparó la mortalidad por alcoholismo, drogadicción, suicidios... y eso, más allá de la crisis económica y la pérdida de empleos, fue por el deterioro institucional. La clave está en las instituciones.

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