En Guatemala se hace salud
El acercamiento de la población a los servicios sanitarios ha sido un reto por el que muchos han luchado. Y ya hay resultados
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Hace dos semanas que vivo en Cuilco, en el extremo occidental deGuatemala. En este corto lapso de tiempo he podido ver cosas muy diferentes a las que conozco, incluyendo el modo de hacer salud. Sí, digo hacer, porque aquí se hace salud día a día. ¿Cómo se consigue?
Antes de nada, pongámonos en contexto. En Guatemala existen cuatro grandes culturas: maya (el 65% de la población guatemalteca), garífuna (provenientes de esclavos negros traídos por los españoles para trabajar), xinka (junto a la garífuna suman menos del 1% de la población) y mestiza (mezcla de nativos y españoles, suponen el 35% de la población). Hay 22 idiomas mayas: mam, quiché, kaq’chikel o poqomchi son algunos de ellos; además de los idiomas garífuna y xinka. El país está dividido geográficamente en 22 departamentos, con la particularidad de que dicha división geográfica no coincide con la histórico-cultural, por ello en un mismo departamento a veces conviven varias comunidades lingüísticas. Existen poblaciones enteras que hablan únicamente su idioma nativo.
En este panorama de diversidad cultural, el acercamiento de la población en general, y de la población indígena en particular, a los servicios básicos de salud ha sido un reto por el que un conjunto de personas ha luchado, y su gran esfuerzo ha dado los frutos que estoy pudiendo ver. Sigue siendo un reto, que se presenta día tras día, y aún queda mucho por hacer, pero la realidad es que la atención en salud que se brinda en este Primer Nivel no sólo es accesible a todas las personas por igual, sino que es de calidad, integral y concienzuda.
El municipio de Cuilco abarca 116 comunidades, que suman unos 60.000 habitantes; yo habito en la cabecera, llamada también Cuilco. Del total de ellos, unos 9.000 son indígenas, en su mayoría mam. Un tercio de la población son niños y otro tercio, mujeres en edad fértil. Hay un 13% de analfabetismo y un 5% de población migrante, que vive aquí entre cuatro y nueve meses al año por trabajo, comúnmente en la agricultura. Se cultiva maíz y frijol, que son los productos tradicionales de esta tierra y que, junto a la caña de azúcar y el café, introducidos durante la colonización española, componen la dieta básica de las familias.
Cuilco cuenta con 21 Puestos de Salud, que son la unidad básica del primer nivel de atención de salud en las comunidades. Divididos en dos equipos, los y las profesionales sanitarios del municipio realizan una labor de atención integral en salud, que es integral porque se atiende a la persona, a su familia y a la comunidad a la que pertenece, entendiéndolos como un todo que no se puede separar en sus partes. Todo esto suena muy bien en teoría, ¿pero qué ocurre en el día a día de estas personas, tanto habitantes como trabajadores del modelo? Os invito a pasar un día junto a mí en la piel de uno de estos profesionales de hacer salud.
Un día acompañando a Paola
Hoy acompaño a Paola, que es enfermera y viaja a las comunidades varias veces por semana. Emprendemos camino hacia Caníbal, una población con 496 habitantes. Para hacer su trabajo, que implica salir a las comunidades cada semana, es el personal de salud quien paga el combustible del coche del trabajo, incluso a veces utilizan su vehículo propio y otras veces viajan en carros de turno. Llegamos, pues, a Caníbal, y allí, en el Puesto de Salud, veo por vez primera un huerto de plantas medicinales que sirven para dar conocimiento sobre ellas a la población, dar la primera dosis cuando son necesarias para el tratamiento y el paciente no dispone de ellas en casa, e instruir sobre su uso y su técnica de cultivo para que todos puedan sembrarlas en casa.
Visitamos en su casa a Silvia, una mujer embarazada, que nos invita a sentarnos en su patio, donde tras dar el desayuno a Pablo y Javier, sus dos pequeños, charla con nosotras. Paola rellena su ficha del noveno mes, en el que se le hace un control semanal, bien en el puesto de salud, bien en visita a domicilio. Además, hablamos de las prácticas que debe hacer día a día en la casa para mantener una buena higiene y garantizar la salud de toda la familia, especialmente de los más pequeños, y dejamos colgado el póster con esas prácticas diarias en su pared, para que adquiera el compromiso de cuidar su salud y la de su familia.
Seguimos nuestro camino hacia Horno de Cal, una comunidad con 770 habitantes. Subimos por un camino, entre árboles frutales y casas de piedra o de adobe. Es una zona bastante pobre, y entramos en la segunda casa, que es de adobe y a la que le falta una pared entera desde hace un mes, cuando se pudrió una raíz de uno de los árboles que la rodeaban y la tierra de debajo venció. Claudia tiene 17 años y está embarazada; su marido andará por la misma edad. Durante la visita, nos ofrecen fresco, una bebida a base de agua hervida con un fruto, en este caso horchata. A pesar de la pobreza, la hospitalidad se deja ver en cada ocasión.
Tras conocer lo relativo a su embarazo y su estado de salud, analizamos el de su familia: conversamos con ellos acerca de la pared derruida, el hecho de que vivan tres hombres, cinco mujeres y próximamente un bebé en esa pequeña vivienda, la reconstrucción de la pared que harán próximamente, la migración forzosa a otro lugar de dos de los hombres de la casa para trabajar durante unos meses… Mientras saboreábamos nuestra bebida, hemos ido creando entre los cuatro un clima de confianza. Ellos saben que hay alguien que vela por su salud en su comunidad y a quien pueden acudir siempre que quieran, y nosotras sabemos que lo han comprendido. En el suelo, mazorcas de maíz que la anciana de la familia y una de sus hijas desnudan con dedicación. Un gato pasea, y a su lado, un perro dormita. Los pollos corretean picoteando lo que encuentran y los cerdos nos despiden con su ininteligible sonido al abandonar la casa.
Por la tarde, acudimos junto a Byron, el educador de nuestro territorio, a una reunión con comadronas, terapeutas mayas y terapeutas populares de la población de Guachipilín, con 500 habitantes. Hay treshueseros y dos comadronas, que ofrecen su reporte trimestral de enfermedades mayas y populares atendidas, en el caso de los terapeutas; y de controles de embarazo y partos en el de lascomadronas. Los hueseros atienden quebraduras (fracturas),zafaduras (luxaciones) y recalcaduras (esguinces), y uno de ellos trata, además, enfermedades tradicionales como ojeado (mal de ojo) otiricia (tristeza).
Esta reunión es un reflejo de cómo se organiza el sistema de salud en esta comunidad: Por un lado, un sistema afianzado de terapeutas tradicionales, a los que la población sigue acudiendo y que la ha provisto durante siglos de una atención adecuada a sus necesidades y creencias, y por otro, un sistema basado en el modelo biomédico, con una concepción biologicista, individual y puramente curativa de la salud, pero con una percepción de la salud como un proceso cultural, pues tiene en cuenta las dimensiones socio-culturales de la salud y da la importancia que se merece a la promoción y la prevención en salud. Ambos sistemas de salud trabajan paralelamente, coordinados, cooperando entre ellos y en contacto permanente, con el objetivo común de dar a su población la mejor atención posible, que al fin y al cabo es su derecho.
El buen funcionamiento del Modelo Incluyente de Salud guatemalteco descansa en gran parte sobre la labor de los y las profesionales sanitarios, que hacen salud, es decir, mantienen viva la ilusión de los lugareños por ser partícipes activos y plenamente concienciados con su salud, la de su familia y su comunidad. Un camino de esfuerzo conjunto que comenzaron a recorrer hace quince años con el apoyo de ONG como medicusmundi y cuyos resultados hicieron que el Gobierno se plantease replicar el modelo en otros lugares del país. El objetivo, que no es otro que conseguir que toda la población guatemalteca tenga acceso al derecho a la salud, está mucho más cerca con este modo de hacer salud, que tiene en el centro las necesidades, creencias y costumbres de las personas.
Alicia del Cura Bilbao es médica y está realizando un voluntariado de seis meses en Guatemala con medicusmundi.
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