Menos vigor para las ventas de medicamentos de Urología
La comparación entre las ventas registradas a febrero de 2017 y 2018 adolecen de un menor vigor en el presente año, dentro de un segmento clave de la farmacoterapia destinada a la Urología. A pesar de tratarse de un mercado que goza de buena salud, las cifras en valor y volumen se resintieron de un menor número de dispensaciones de estos fármacos, como bien reflejan los datos aportados por la firma IQVIA.
Los trastornos del Aparato Urinario abarcan un amplio espectro que va desde las afecciones más fáciles de tratar hasta aquellos desarrollos patológicos que pueden poner en riesgo la vida del paciente. De ahí que prime, sobre cualquier otra consideración, la máxima coordinación entre los distintos profesionales sanitarios. Ya que desde el personal de enfermería, que realiza el seguimiento y ayuda en las pruebas diagnósticas, hasta los cirujanos que realizan los trasplantes, todos son imprescindibles a la hora de tratar este complejo sistema.
En general, es el médico de Atención Primaria el encargado de encauzar los problemas urológicos más frecuentes, junto al pediatra en la población infantil. Pero ciertos problemas requieren la atención de urólogos, para tratar afecciones de los aparatos urinario y reproductor masculinos; y de ginecólogos, cuando el problema afecta a disfunciones urinarias relacionadas con el aparato reproductor femenino. O la atención de uroginecólogos, que son ginecólogos especializados en el aparato urinario femenino. Así mismo, los nefrólogos velan por una buena salud renal, además de tratar sus patologías y traumatismos específicos, trasplantando nuevos órganos cuando la salud de los pacientes lo requieren.
Un sistema bien conocido
El segmento farmacoterapéutico de la Urología va íntimamente ligado a fenómenos epidemiológicos como el envejecimiento poblacional, sin exclusión de otros como las enfermedades y las lesiones que afectan a cualquiera de los dos riñones, los dos uréteres, la vejiga, los dos músculos del esfínter de dicha vejiga o la uretra.
Aparte de los pulmones, la piel y los intestinos, que también eliminan desechos, el aparato urinario es el sistema excretor por excelencia para mantener el equilibrio adecuado de sustancias químicas y el agua en el organismo. En condiciones normales, una persona adulta evacua un litro y medio de orina al día, aunque ese volumen se puede ver afectado por la cantidad ingerida, la eliminación que se realiza al sudar y respirar, y por efecto de algunos medicamentos.
La urea, tan característica de las proteínas de la carne aviar y la de vacuno, además de ciertos vegetales, llega a los riñones a través del torrente sanguíneo. Estos eliminan dicha urea por filtración en las nefronas, que incluyen capilares sanguíneos (glomérulos) y el túbulo renal. Una vez generada la orina, compuesta de urea, agua y otras sustancias de desecho, llega a la vejiga por los uréteres. Estos poseen músculos en sus paredes que se comprimen y relajan para lanzar y recuperar la orina del interior del riñón, de forma repetida para reiterar el filtrado. Cada 10-15 segundos, pequeñas cantidades de orina pasan desde los uréteres a la vejiga, donde se almacena.
La vejiga es un órgano muscular, hueco y globular situado sobre la pelvis, con sujeción al hueso mediante ligamentos y a otros órganos. Se hincha en forma redonda cuando se llena y reduce su tamaño en vacío. La capacidad de almacenamiento de la vejiga suele ser de algo menos de medio litro cada 2-5 horas. Bloquean el goteo y la salida de orina de la parte inferior de este órgano el esfínter, en su conexión con el tubo que permite expulsar la orina, denominado uretra, cuando lo desea el individuo, en situaciones no patológicas ni traumáticas. Para la micción, los nervios en la vejiga informan al cerebro sobre el momento adecuado para orinar. De forma que el deseo de hacerlo aumenta según se llena la vejiga, hasta su límite físico, momento en que el impulso de vaciar la vejiga es máximo. Una vez recibida la señal, el cerebro envía instrucciones al mismo tiempo para comprimir la vejiga y para que el esfínter se relaje, de forma que la orina pueda pasar por la uretra y abandonar el organismo.
Este funcionamiento descrito del aparato urinario, muy bien diseñado, es sin embargo sensible al paso del tiempo, determinadas enfermedades y un amplio abanico de lesiones posibles. Con la edad, la estructura renal pierde competencia funcional para eliminar los desechos de la sangre. Al tiempo que uréteres, vejiga y uretra ven mermada su tensión muscular y fuerza para desarrollar su trabajo de manera óptima.
Cistitis, cálculos e insuficiencia
Como es sabido existen cuadros patológicos exclusivos del aparato urinario que merecen tiempo de atención para su mejor comprensión. Es el caso, por ejemplo, del síndrome de la vejiga dolorosa o cistitis intersticial?(PBS o CI). Se trata de un trastorno crónico de la vejiga, de origen aún no determinado. También llamado disuria, consiste en la inamación e irritación de las paredes vesicales del órgano. Esta inamación puede derivar en cicatrización y endurecimiento de la vejiga, hemorragia puntiforme y, en ciertos casos, úlceras en el revestimiento vesical. Situaciones que conllevan una menor capacidad y funcionalidad del órgano. Conocidos por ser muy dolorosos cuando son grandes, los cálculos renales son agregados líticos ("piedras") que se forman dentro de los riñones y pueden desplazarse a cualquier parte del aparato urinario. Desde la clínica, demandan su eliminación, además de prevenir su recurrencia y las posibles infecciones. Para ello, se opta por tratamientos quirúrgicos y no quirúrgicos, como los ultrasonidos, según los casos. Su incidencia es mayor en varones. Por otro lado, la insuficiencia renal aparece cuando los riñones se muestran incapaces de regular el agua y las sustancias químicas en el cuerpo o de eliminar los desechos que transporta la sangre.
La insuficiencia renal aguda (ARF) es repentina y puede deberse a un traumatismo que afecta a los riñones. Aunque también puede ocurrir por una gran pérdida de sangre, el efecto de venenos o de algunos fármacos. La ARF puede suspender totalmente la función renal o permitir su recuperación, dependiendo de la gravedad de cada caso. Por el contrario, la enfermedad renal crónica (CKD) es la pérdida progresiva de la función renal que puede llevar a insuficiencia renal permanente o enfermedad renal en etapa terminal (ESRD). Como problema principal de la modalidad crónica es su presencia más frecuente en mujeres y que transcurren muchos años de manera asintomática con grave deterioro de la salud.
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por IM Médico Publimas Digital s.l.
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