miércoles, 15 de enero de 2014

‘Primun non nocere’ | Sociedad | EL PAÍS

‘Primun non nocere’ | Sociedad | EL PAÍS


‘Primun non nocere’


La identificación de los gérmenes como agentes etiológicos de la enfermedad, junto a los postulados de Koch y el uso de los antibióticos, permitieron una de las grandes revoluciones en la praxis médica. Previa o simultáneamente, los descubrimientos de Jenner y Pasteur y el uso de la vacunación con agentes infecciosos atenuados supusieron una nueva revolución en la medicina preventiva. En la actualidad, dos nuevos avances científicos, la biología y la genética molecular, junto a la medicina regenerativa abren una nueva época en la clínica científica y en el manejo de la enfermedad.
Históricamente vinculado a las infecciones, la prevención y el tratamiento de la enfermedad han evolucionado extraordinariamente en los dos últimos siglos, permitiendo la duplicación, en los países desarrollados, de la expectativa de vida. Es histórica la extraordinaria aportación de la ciencia española al desarrollo de la vacuna a través de la difusión de la de la viruela en Latinoamérica por Balmis en 1803.
Sin minimizar el riesgo de los nuevos agentes infecciosos, las causas de enfermedad más frecuentes en el mundo occidental en la actualidad como son el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, o las enfermedades degenerativas, resultan en gran medida una consecuencia de las alteraciones de nuestro genoma, o un resultado de la interacción de agentes externos y del patrimonio genético del individuo. El avance de la biología y de la genética molecular han permitido en gran medida la identificación de genes cuyas mutaciones son causantes o están asociadas a la patología y que han supuesto, en algunos casos, el desarrollo de fármacos para su tratamiento. Sin embargo, el gran avance del futuro será, junto con el desarrollo de nuevos fármacos moleculares específicos para cada paciente, la identificación de aquellos susceptibles al tratamiento y, más aún, de la susceptibilidad al desarrollo de determinadas patologías, lo que permitirá el tratamiento incluso antes de que aparezca la enfermedad. En todos los casos, incluidos pacientes de procesos causados por agentes externos, el conocimiento del fondo genético del individuo permitirá predecir los patrones de expresión clínica y, sobre todo, individualizar las terapias según la gravedad de la enfermedad. Se trata de una profundización del principio hipocrático Primum non nocere (lo primero es no hacer [más] daño).
Uno de los éxitos más espectaculares de la medicina científica reciente lo representa el trasplante de órganos. De nuevo es importante señalar que la sociedad española lidera en el mundo la donación de órganos y nuestra medicina la realización de transplantes. Desgraciadamente una vez más el mito de Sísifo se nos aparece poniendo de manifiesto los desafíos pendientes: la escasez de órganos.
Una respuesta a esa necesidad la aportan los recientes descubrimientos a través de la identificación, obtención y cultivo de las células madre a partir del blastocisto (células madre embrionarias) y sobre todo de la reprogramación de las células somáticas a células madre (iPS), que ha abierto un nuevo capitulo en la biomedicina. Su utilización no es solo motivo de esperanza: son una realidad desde hace más de dos décadas mediante el trasplante de células procedentes de la médula ósea, un trasplante que se basa en las células madre hematopoyéticas ahí presentes, y del que se realizan miles anualmente para tratamiento de múltiples enfermedades.
Patologías hasta ahora carentes de tratamiento ven en la utilización de estas células una nueva ventana de futuro. Un futuro que mediante la identificación de distintas poblaciones de células madre, de adultos, embrionarias, iPS, procedentes del epiblasto y la obtención de miniórganos a partir de las mismas, permite mirar con optimismo el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, el cáncer, el infarto de miocardio y la diabetes entre otras. De nuevo aquí, España ha sabido estar a la altura de la investigación en este campo, a través de las aportaciones seminales de Izpisúa Belmonte.
Carlos Martínez-A. es profesor del CSIC y fue secretario de Estado de Investigación.

No hay comentarios: