Joan Rodés: “Es necesaria una política para formar médicos-científicos en España”
Diciembre de 2012 - Javier Granda Revilla
El presidente del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad ha concedido una entrevista a EL MÉDICO
Joan Rodés cuenta con uno de los currículum más impresionantes de la Sanidad española. Catedrático e investigador especializado en hígado, fue jefe del Servicio de Hepatología del Hospital Clínico de Barcelona y director general del centro. Además, puso en marcha el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer, en el que ahora colabora como miembro de su comité científico. Entre los diferentes reconocimientos que ha recibido destacan el premio Severo Ochoa de investigación médica, el de mejor investigador en Hepatología de la Fundación de Ciencias de la Salud, la Cruz de Sant Jordi de la Generalitat de Cataluña, la medalla de oro de la Sociedad Española de Patología Digestiva o el Premio Nacional de Investigación, entre otros. El año pasado, la base de datos internacional ISI Web of Knowledge lo situó como uno de los autores más citados del mundo. Ahora, Rodés retoma su labor al frente del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad, que elaborará informes para ayudar en su labor a la ministra Ana Mato. En la entrevista, recuerda los orígenes del Idibaps –que ha servido de modelo para la puesta en marcha de otros institutos de investigación–, la puesta en marcha de las redes de investigación, cómo está impactando la crisis en la Sanidad española y el papel que jugará el Consejo Asesor
Usted es el responsable del éxito del modelo Idibaps. ¿Cuáles son sus orígenes?
El Idibaps se creó de manera conceptual en 1988. La idea era iniciar en España la investigación traslacional, algo de lo que nunca se había oído hablar antes aquí. Por ello, se creó este instituto, que recibió el nombre de Augusto Pi i Sunyer, un catedrático de fisiología que murió en el exilio. Él había creado en esta facultad el Instituto de Fisiología, que tenía un gran nivel científico hasta que llegó la Guerra Civil y todo cambió.
¿Quiénes colaboraron en su puesta en marcha?
Varias personas: esta idea que yo tenía pudo eclosionar gracias al rector de la Universidad de la época José María Bricall, por el responsable de ciencia de la Generalitat José Laporte y porque coincidió que el presidente del CSIC era José María Mato, con el que tenía mucha relación científica.
¿Cómo se articuló?
La idea era un consorcio con la Generalitat, el Hospital –que llevaría la parte clínica–, mientras que la parte básica correría a cargo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona y el CSIC. Y así se creó, con una junta de gobierno presidida por el director general de Investigación de la Generalitat y con dos miembros de cada una de las instituciones.
¿Fue difícil la puesta en marcha?
Sí, fue complicado juntar tres instituciones. Y no era fácil la colaboración entre básicos y clínicos, como sucede en todo el mundo. Pero, al fin y la postre, se pudo conseguir porque había un beneficio científico, cultural y hasta económico, en el sentido de que se podía contratar más gente, se podían incorporar becarios... Consideramos que era mejor optimizar lo ya disponible y, en vez de crear una fundación, firmamos un convenio de colaboración con la Fundación del Hospital Clínico, que ya existía y cuyo presidente es el rector de la Universidad.
¿Y cómo se dotó de personal?
Se hizo una selección de la gente que podía ser considerada miembro del Idibaps, especialmente en la parte clínica y en la Universidad. La selección fue externa, como tiene que ser, y la hizo la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP). Se nombró un comité científico externo que valoraba la actividad científica y la política que se desarrollaba en este instituto.
¿Con qué sede contaba entonces?
No teníamos, y se pudo conseguir habilitar una parte que estaba para reformar en el edificio de la Facultad de Medicina. Fue inaugurado por el actual presidente de la Generalitat, que entonces era conseller en cap.
¿Cuándo cree que se produjo el punto de inflexión?
Yo fui nombrado presidente del consejo asesor con Celia Villalobos de ministra y se dio la circunstancia que permitieron hacer análisis en profundidad de la política científica a nivel de España. En aquel entonces, era director del Carlos III el catedrático de Histología Antonio Campos y el responsable del FIS era Manuel Carrasco. Hablé con la ministra y con el secretario general de la época y me dieron permiso para iniciar el análisis de la situación y hacer una propuesta.
¿Y qué sucedió?
Finalmente hicimos dos que fueron aceptadas por la ministra, una se pudo poner en marcha de inmediato. Quiero recordar aquí que en aquella época el CNIO estaba en marcha y el CNIC se está construyendo y el modelo que propusimos pasaba por aprovechar la organización sanitaria de este país, que es buenísima, con hospitales de alto nivel. Y deberían incorporarse investigadores básicos para formar institutos de investigación sanitaria, que no pudieron ponerse en marcha de inmediato porque tienen que acreditarse. Y cuando se utiliza esta palabra en el Gobierno, quiere decir que todos los ministerios tienen que estar de acuerdo, lo que es complicado. Y se prolongó dos años.
¿Surgen entonces las redes de investigación?
Sí, se nos ocurrió a los tres. Y entonces había dinero. Tuvieron mucho éxito y lo siguen teniendo. Y, al final, se consiguió la creación de institutos de investigación sanitaria a imagen y semejanza del Idibaps en toda España. Es un modelo similar al de Estados Unidos, donde hay 50.
¿Qué condiciones debe cumplir un centro para acreditarse?
Son difíciles y complejas, no todos los hospitales y universidades son válidos. Se ha conseguido, por primera vez en España, una priorización objetiva clara. Hasta donde yo sé, se han acreditado 18 y no creo que se acrediten muchos más.
¿Cree que falta algún aspecto por concretar en este modelo?
Sí, falta un paso más: la coordinación de estos institutos para potenciar la investigación de todos ellos, conseguir proyectos conjuntos y favorecer el trabajo en red. Este modelo es el modelo del Idibaps, que es muy barato porque los hospitales ya existen y hay que hacer una selección de los grupos, que es una labor compleja y dura y se prioriza la excelencia.
¿Y qué cree que deparará el futuro para este modelo?
Que estos 18 hospitales serán los mejores de España, no me cabe la menor duda. Y creo que es bueno para el país que se tenga la excelencia por encima de todo, se potenciará en toda España y también en Cataluña. Es un modelo barato, simple y fácilmente, entre comillas, controlable.
Pero, a la vez, el investigador cuenta con autonomía...
Absoluta. Es una condición sine qua non porque, si mandan los gerentes, los rectores o los departamentos, no funciona. Porque entonces es propiedad del gerente o del rector... La investigación tiene que ser libre y obviamente, al ser financiada por dinero público, es competitiva y más transparencia no existe.
Están a punto de celebrarse 25 años del Idibaps, ¿qué balance hace, hay algún aspecto a mejorar?
Cataluña tiene como ventaja que tiene el modelo ICREA, aquí en el Idibaps tenemos cuatro investigadores ICREA. Y este modelo consigue que los 18 institutos acreditados puedan contratar, aunque depende mucho de cómo se organice la investigación en cada una de las autonomías. O que el Carlos III dote de recursos para que se pueda contratar, como de hecho ha hecho: ha creado un modelo muy similar a ICREA para investigadores biomédicos. Pero volviendo a la pregunta, falta una política de producir médicos-científicos en España.
¿A qué se refiere?
Los médicos científicos que hay en España se han creado porque ellos se han formado y han viajado fuera. Pero el concepto de médico-científico no existe porque mandan los gerentes, que tienen una visión meramente economicista y asistencial, con baremos que premiaban más haber hecho determinadas guardias que publicar cinco veces en Nature. Se tiene que buscar gente que tenga su labor asistencial en el hospital, pero que a su vez tenga capacidad para desarrollar su investigación. Y que tenga tiempo para ello. El modelo que queremos propiciar desde aquí es el 50/50.
¿En qué consiste?
Pienso que se puede extrapolar a todos los institutos, aunque depende del Carlos III: se trata que haya un grupo de médicos que tenga el 50 por ciento de su tiempo dedicado a la investigación y el 50 por ciento a asistencia. Porque, si hablamos de médicos-científicos, tiene que ver pacientes, sino no son médicos; serían biólogos.
¿Cómo se articularía?
Para que el modelo 50/50 tuviera éxito, tendría que haber dos contratos: del hospital y del instituto de investigación. Y cada uno, a ser posible, pagaría la mitad del dinero. A mi juicio, debería estar coordinado por el Carlos III, que ordenaría que se realizaran estas convocatorias y que los hospitales participaran sin inmiscuirse. E, incluso, si el Carlos III pudiera dar un poco más de dinero, sería mucho mejor porque la selección de personal sería más independiente, más potente y más segura de que se escoge lo mejor. Y voy más allá, con un modelo 80/20, porque si existe esta estructura global en red en toda España con coordinación, se pueden buscar las figuras de investigadores científicos dedicados especialmente a la investigación pagados en un 80 por ciento por el instituto de investigación y el 20 por ciento el hospital, como en Estados Unidos con los MD PhD.
¿Por qué cree que no se ha puesto en marcha?
Se hizo, se buscó esta figura a través del programa Miguel Servet. Solamente el 15 por ciento de todas las plazas concedidas son de médicos, la inmensa mayoría son biólogos. Y eso ocurre porque no tienen el apoyo de los hospitales, y el médico, lo que quiere, es trabajar en un hospital. Se necesita un cambio en la política científica y, en eso, los hospitales tienen que claudicar. No puede ser que todo lo mande el gerente.
Pasando al tema de la crisis, es evidente que está afectando a la Sanidad. ¿Qué lección cree que aprenderemos?
Que hay que saber priorizar. Y tenemos que saber qué es lo que pasa en nuestro entorno, porque no somos una islita. Estamos en Europa y tenemos saber qué se hace en Alemania, en Italia o en Reino Unido. Y que todo el mundo pueda ir a cualquier sitio sin pagar es muy complicado. En este sentido tengo una experiencia interesante cuando fui director general: en este hospital, como no es del ICS, nos pagaba el Servei Catalá de la Salut cuando les mostrábamos que había venido un paciente con su tarjeta. Y mucha gente venía a urgencias sin ella, por lo que la orden fue cobrar 15 euros, que se les devolvía cuando la traían. Y la mayoría no volvió, por lo que queda claro que su problema no era urgente. Se ha abusado mucho del sistema, como cuando se ha utilizado la tarjeta de los jubilados.
¿Ha faltado educación a la población?
Todo era gratis, alguien pagaba mediante impuestos. Pero mi visión es que el 'cataclismo sanitario' debe ser gratis: un infarto, un cáncer... pero otros procesos menores deben pagarse. Esta también es una forma de educar. Y no tiene sentido que las urgencias estén colapsadas, esto no pasa en ningún país.
Cambiando de tema, ¿con qué ánimo retoma esta nueva etapa del Consejo Asesor?
Yo siempre he sido del consejo asesor, trabajamos mucho en algunos periodos, como con Celia Villalobos, o con Ana Pastor, que fue muy creativa en el área de investigación. Y también con Elena Salgado, después hubo un poco de impasse. La nueva ministra Ana Mato retomó este tema con mucho coraje y quiere que funcione. Hemos tenido dos reuniones, la primera de constitución y otra con los miembros de la permanente.
¿Qué atribuciones tiene este órgano?
Recibe información de los otros miembros, de la propia ministra o de sociedades médicas para recabar temas que sean de interés para el Ministerio y para la ministra en concreto. Nos reuniremos una vez al mes, o cuanto sea necesario. Ahora haremos comisiones ad hoc para cada uno de los temas a tratar. Es importante recalcar que se incorporará a cualquiera que pueda aportar algo interesante para cada una de las comisiones. Los escritos de conclusiones se darán directamente a la ministra, somos independientes y no debemos ni podemos tomar decisiones, por esta independencia.
¿Qué comisiones se han creado?
Dos: una de recursos humanos y otra sociosanitaria, que son los problemas más acuciantes que tiene el Ministerio. Son grupos independientes y se reunirán en función de cada tema. En global nos reuniremos cada tres meses, aproximadamente. Los recursos económicos serán 0, no recibimos ningún dinero: es una forma de participar y de ayudar a que funcione de la mejor manera posible, sin sacar ningún beneficio personal.
¿Cree que todavía tiene vigencia un Ministerio de Sanidad?
Sí, en coordinación. Y se debe trabajar duro, porque la política de vacunas no puede ser distinta en cada sitio, no puede ser que haya 17 tarjetas sanitarias. O protocolos terapéuticos distintos, porque no existen escuelas distintas en ciencia: hay o no hay evidencia.
Su carrera es impresionante tanto desde el punto de vista asistencial como gerencial. ¿Qué cambio cree que es fundamental en los últimos 30-40 años?
No tiene nada que ver. El cambio fundamental es el Sistema Nacional de Salud. También el programa MIR, aunque debería mejorarse. Y la organización de la investigación que se inició con José María Segovia de Arana, con el FIS y los cambios para mejorar, el más potente son los institutos de investigación sanitaria.
¿Y qué retos tiene para el futuro?
Todavía no se ha conseguido potenciar los institutos de investigación sanitaria, coordinarlos. Y es fundamental buscar médicos-científicos, es el reto más importante para España. Porque, sin ellos, no habrá nivel científico y, por lo tanto, asistencial alto.
Usted es el responsable del éxito del modelo Idibaps. ¿Cuáles son sus orígenes?
El Idibaps se creó de manera conceptual en 1988. La idea era iniciar en España la investigación traslacional, algo de lo que nunca se había oído hablar antes aquí. Por ello, se creó este instituto, que recibió el nombre de Augusto Pi i Sunyer, un catedrático de fisiología que murió en el exilio. Él había creado en esta facultad el Instituto de Fisiología, que tenía un gran nivel científico hasta que llegó la Guerra Civil y todo cambió.
¿Quiénes colaboraron en su puesta en marcha?
Varias personas: esta idea que yo tenía pudo eclosionar gracias al rector de la Universidad de la época José María Bricall, por el responsable de ciencia de la Generalitat José Laporte y porque coincidió que el presidente del CSIC era José María Mato, con el que tenía mucha relación científica.
¿Cómo se articuló?
La idea era un consorcio con la Generalitat, el Hospital –que llevaría la parte clínica–, mientras que la parte básica correría a cargo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona y el CSIC. Y así se creó, con una junta de gobierno presidida por el director general de Investigación de la Generalitat y con dos miembros de cada una de las instituciones.
¿Fue difícil la puesta en marcha?
Sí, fue complicado juntar tres instituciones. Y no era fácil la colaboración entre básicos y clínicos, como sucede en todo el mundo. Pero, al fin y la postre, se pudo conseguir porque había un beneficio científico, cultural y hasta económico, en el sentido de que se podía contratar más gente, se podían incorporar becarios... Consideramos que era mejor optimizar lo ya disponible y, en vez de crear una fundación, firmamos un convenio de colaboración con la Fundación del Hospital Clínico, que ya existía y cuyo presidente es el rector de la Universidad.
¿Y cómo se dotó de personal?
Se hizo una selección de la gente que podía ser considerada miembro del Idibaps, especialmente en la parte clínica y en la Universidad. La selección fue externa, como tiene que ser, y la hizo la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP). Se nombró un comité científico externo que valoraba la actividad científica y la política que se desarrollaba en este instituto.
¿Con qué sede contaba entonces?
No teníamos, y se pudo conseguir habilitar una parte que estaba para reformar en el edificio de la Facultad de Medicina. Fue inaugurado por el actual presidente de la Generalitat, que entonces era conseller en cap.
¿Cuándo cree que se produjo el punto de inflexión?
Yo fui nombrado presidente del consejo asesor con Celia Villalobos de ministra y se dio la circunstancia que permitieron hacer análisis en profundidad de la política científica a nivel de España. En aquel entonces, era director del Carlos III el catedrático de Histología Antonio Campos y el responsable del FIS era Manuel Carrasco. Hablé con la ministra y con el secretario general de la época y me dieron permiso para iniciar el análisis de la situación y hacer una propuesta.
¿Y qué sucedió?
Finalmente hicimos dos que fueron aceptadas por la ministra, una se pudo poner en marcha de inmediato. Quiero recordar aquí que en aquella época el CNIO estaba en marcha y el CNIC se está construyendo y el modelo que propusimos pasaba por aprovechar la organización sanitaria de este país, que es buenísima, con hospitales de alto nivel. Y deberían incorporarse investigadores básicos para formar institutos de investigación sanitaria, que no pudieron ponerse en marcha de inmediato porque tienen que acreditarse. Y cuando se utiliza esta palabra en el Gobierno, quiere decir que todos los ministerios tienen que estar de acuerdo, lo que es complicado. Y se prolongó dos años.
¿Surgen entonces las redes de investigación?
Sí, se nos ocurrió a los tres. Y entonces había dinero. Tuvieron mucho éxito y lo siguen teniendo. Y, al final, se consiguió la creación de institutos de investigación sanitaria a imagen y semejanza del Idibaps en toda España. Es un modelo similar al de Estados Unidos, donde hay 50.
¿Qué condiciones debe cumplir un centro para acreditarse?
Son difíciles y complejas, no todos los hospitales y universidades son válidos. Se ha conseguido, por primera vez en España, una priorización objetiva clara. Hasta donde yo sé, se han acreditado 18 y no creo que se acrediten muchos más.
¿Cree que falta algún aspecto por concretar en este modelo?
Sí, falta un paso más: la coordinación de estos institutos para potenciar la investigación de todos ellos, conseguir proyectos conjuntos y favorecer el trabajo en red. Este modelo es el modelo del Idibaps, que es muy barato porque los hospitales ya existen y hay que hacer una selección de los grupos, que es una labor compleja y dura y se prioriza la excelencia.
¿Y qué cree que deparará el futuro para este modelo?
Que estos 18 hospitales serán los mejores de España, no me cabe la menor duda. Y creo que es bueno para el país que se tenga la excelencia por encima de todo, se potenciará en toda España y también en Cataluña. Es un modelo barato, simple y fácilmente, entre comillas, controlable.
Pero, a la vez, el investigador cuenta con autonomía...
Absoluta. Es una condición sine qua non porque, si mandan los gerentes, los rectores o los departamentos, no funciona. Porque entonces es propiedad del gerente o del rector... La investigación tiene que ser libre y obviamente, al ser financiada por dinero público, es competitiva y más transparencia no existe.
Están a punto de celebrarse 25 años del Idibaps, ¿qué balance hace, hay algún aspecto a mejorar?
Cataluña tiene como ventaja que tiene el modelo ICREA, aquí en el Idibaps tenemos cuatro investigadores ICREA. Y este modelo consigue que los 18 institutos acreditados puedan contratar, aunque depende mucho de cómo se organice la investigación en cada una de las autonomías. O que el Carlos III dote de recursos para que se pueda contratar, como de hecho ha hecho: ha creado un modelo muy similar a ICREA para investigadores biomédicos. Pero volviendo a la pregunta, falta una política de producir médicos-científicos en España.
¿A qué se refiere?
Los médicos científicos que hay en España se han creado porque ellos se han formado y han viajado fuera. Pero el concepto de médico-científico no existe porque mandan los gerentes, que tienen una visión meramente economicista y asistencial, con baremos que premiaban más haber hecho determinadas guardias que publicar cinco veces en Nature. Se tiene que buscar gente que tenga su labor asistencial en el hospital, pero que a su vez tenga capacidad para desarrollar su investigación. Y que tenga tiempo para ello. El modelo que queremos propiciar desde aquí es el 50/50.
¿En qué consiste?
Pienso que se puede extrapolar a todos los institutos, aunque depende del Carlos III: se trata que haya un grupo de médicos que tenga el 50 por ciento de su tiempo dedicado a la investigación y el 50 por ciento a asistencia. Porque, si hablamos de médicos-científicos, tiene que ver pacientes, sino no son médicos; serían biólogos.
¿Cómo se articularía?
Para que el modelo 50/50 tuviera éxito, tendría que haber dos contratos: del hospital y del instituto de investigación. Y cada uno, a ser posible, pagaría la mitad del dinero. A mi juicio, debería estar coordinado por el Carlos III, que ordenaría que se realizaran estas convocatorias y que los hospitales participaran sin inmiscuirse. E, incluso, si el Carlos III pudiera dar un poco más de dinero, sería mucho mejor porque la selección de personal sería más independiente, más potente y más segura de que se escoge lo mejor. Y voy más allá, con un modelo 80/20, porque si existe esta estructura global en red en toda España con coordinación, se pueden buscar las figuras de investigadores científicos dedicados especialmente a la investigación pagados en un 80 por ciento por el instituto de investigación y el 20 por ciento el hospital, como en Estados Unidos con los MD PhD.
¿Por qué cree que no se ha puesto en marcha?
Se hizo, se buscó esta figura a través del programa Miguel Servet. Solamente el 15 por ciento de todas las plazas concedidas son de médicos, la inmensa mayoría son biólogos. Y eso ocurre porque no tienen el apoyo de los hospitales, y el médico, lo que quiere, es trabajar en un hospital. Se necesita un cambio en la política científica y, en eso, los hospitales tienen que claudicar. No puede ser que todo lo mande el gerente.
Pasando al tema de la crisis, es evidente que está afectando a la Sanidad. ¿Qué lección cree que aprenderemos?
Que hay que saber priorizar. Y tenemos que saber qué es lo que pasa en nuestro entorno, porque no somos una islita. Estamos en Europa y tenemos saber qué se hace en Alemania, en Italia o en Reino Unido. Y que todo el mundo pueda ir a cualquier sitio sin pagar es muy complicado. En este sentido tengo una experiencia interesante cuando fui director general: en este hospital, como no es del ICS, nos pagaba el Servei Catalá de la Salut cuando les mostrábamos que había venido un paciente con su tarjeta. Y mucha gente venía a urgencias sin ella, por lo que la orden fue cobrar 15 euros, que se les devolvía cuando la traían. Y la mayoría no volvió, por lo que queda claro que su problema no era urgente. Se ha abusado mucho del sistema, como cuando se ha utilizado la tarjeta de los jubilados.
¿Ha faltado educación a la población?
Todo era gratis, alguien pagaba mediante impuestos. Pero mi visión es que el 'cataclismo sanitario' debe ser gratis: un infarto, un cáncer... pero otros procesos menores deben pagarse. Esta también es una forma de educar. Y no tiene sentido que las urgencias estén colapsadas, esto no pasa en ningún país.
Cambiando de tema, ¿con qué ánimo retoma esta nueva etapa del Consejo Asesor?
Yo siempre he sido del consejo asesor, trabajamos mucho en algunos periodos, como con Celia Villalobos, o con Ana Pastor, que fue muy creativa en el área de investigación. Y también con Elena Salgado, después hubo un poco de impasse. La nueva ministra Ana Mato retomó este tema con mucho coraje y quiere que funcione. Hemos tenido dos reuniones, la primera de constitución y otra con los miembros de la permanente.
¿Qué atribuciones tiene este órgano?
Recibe información de los otros miembros, de la propia ministra o de sociedades médicas para recabar temas que sean de interés para el Ministerio y para la ministra en concreto. Nos reuniremos una vez al mes, o cuanto sea necesario. Ahora haremos comisiones ad hoc para cada uno de los temas a tratar. Es importante recalcar que se incorporará a cualquiera que pueda aportar algo interesante para cada una de las comisiones. Los escritos de conclusiones se darán directamente a la ministra, somos independientes y no debemos ni podemos tomar decisiones, por esta independencia.
¿Qué comisiones se han creado?
Dos: una de recursos humanos y otra sociosanitaria, que son los problemas más acuciantes que tiene el Ministerio. Son grupos independientes y se reunirán en función de cada tema. En global nos reuniremos cada tres meses, aproximadamente. Los recursos económicos serán 0, no recibimos ningún dinero: es una forma de participar y de ayudar a que funcione de la mejor manera posible, sin sacar ningún beneficio personal.
¿Cree que todavía tiene vigencia un Ministerio de Sanidad?
Sí, en coordinación. Y se debe trabajar duro, porque la política de vacunas no puede ser distinta en cada sitio, no puede ser que haya 17 tarjetas sanitarias. O protocolos terapéuticos distintos, porque no existen escuelas distintas en ciencia: hay o no hay evidencia.
Su carrera es impresionante tanto desde el punto de vista asistencial como gerencial. ¿Qué cambio cree que es fundamental en los últimos 30-40 años?
No tiene nada que ver. El cambio fundamental es el Sistema Nacional de Salud. También el programa MIR, aunque debería mejorarse. Y la organización de la investigación que se inició con José María Segovia de Arana, con el FIS y los cambios para mejorar, el más potente son los institutos de investigación sanitaria.
¿Y qué retos tiene para el futuro?
Todavía no se ha conseguido potenciar los institutos de investigación sanitaria, coordinarlos. Y es fundamental buscar médicos-científicos, es el reto más importante para España. Porque, sin ellos, no habrá nivel científico y, por lo tanto, asistencial alto.
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