El sistema sanitario chino provoca la proliferación de clínicas piratas
La mayoría de los 260 millones de emigrantes de las provincias sin permiso de residencia no tienen derecho al servicio público
Uno de los grandes dramas a los que se enfrenta la inmensa mayoría de los 260 millones de habitantes de las zonas rurales que han emigrado a otras provincias y ciudades en China, pero no son residentes legales en ellas, es el sanitario. Cuando caen enfermos, muchos no tienen más remedio que acudir a clínicas piratas en las que personal de cualificación dudosa atiende entre paredes sórdidas a obreros, vendedores ambulantes o empleados sin contratos.Al carecer de certificado de residencia —el llamado hukou— de la ciudad en la que trabajan, los emigrantes no pueden beneficiarse de tratamientos más baratos en los hospitales del Gobierno (la Sanidad pública no es gratuita en China). Así que, o pagan más que los residentes locales, o regresan a sus provincias —a menudo a miles de kilómetros— para poder utilizar sus seguros, o acuden a clínicas piratas.
“Hay muchas clínicas clandestinas. En algunas los médicos tienen título; en otras, no”, dice Xu Fan, una mujer de 32 años de la provincia de Henan que está de visita en Pekín para ver a su marido, trabajador en el sector de la construcción.
El seguro de Sanidad y otras coberturas sociales están íntimamente unidos al hukou, que liga a cada chino a su lugar de origen, y la falta de movilidad de la cobertura coloca en una situación de discriminación legalizada a los emigrantes.
El sistema de seguro sanitario en China está muy fragmentado y en su mayor parte está coordinado a nivel de condados. Así que los desplazados no pueden aprovechar los subsidios, ya que normalmente solo regresan a sus pueblos durante las vacaciones del Año Nuevo chino.
Las clínicas piratas suelen estar en calles laterales o lugares discretos. Las autoridades de Pekín han clausurado alrededor de mil desde el año 2010, según cifras oficiales. Pero muchas abren en lugares cercanos e incluso en el mismo local pocos días después de haber sido cerradas. Aunque el Gobierno no da cifras de cuántas existen, la prensa estatal publica de vez en cuando que alguien ha muerto en uno de estos centros.
En enero, los periódicos informaron de que una trabajadora de la provincia costera de Fujian había fallecido de una parada cardíaca horas después de haber recibido un goteo intravenoso para aliviar los síntomas de una gripe en una clínica clandestina en uno de los muchos barrios del extrarradio de Pekín en los que viven emigrantes. En algunas ocasiones, los doctores han salido corriendo porque sospechaban que la policía estaba cerca y han dejado a los pacientes encerrados con el goteo puesto.
“Los tratamientos en los hospitales en Pekín son mejores. Pero son más caros, y si quieres un seguro y tu hukou no es de aquí, tienes que pagar más por él. Y hay compañías que ni siquiera nos aceptan porque no somos de Pekín”, afirma Xu Fan.
Algunos emigrantes se las arreglan para conseguir un seguro local a pesar de no tener certificado de residencia en la capital. “Fue muy difícil, pero lo logré gracias a contactos. Pago 10.000 yuanes (1.205 euros) al año”, dice un trabajador, también de Henan, que lleva 10 años en Pekín y no quiere dar su nombre.
China ha reforzado en los últimos años la partida destinada a financiar la reforma del sistema sanitario. En 2012, el gasto total ascendió a 719.900 millones de yuanes (90.340 millones euros), un 12% más que el año anterior. “Nuestro objetivo es construir un país que tenga un sistema de reembolso sanitario amplio”, ha dicho el viceministro de Recursos Humanos y Seguridad Social, Hu Xiaoyi. El 20% de los trabajadores emigrantes en China tenían seguro sanitario a finales de 2012, según el ministerio.
La renta per cápita disponible en el campo era de 7.917 yuanes (993 euros) anuales, frente a 24.565 yuanes (3.080 euros) en las ciudades, a finales de 2012. Naciones Unidas afirma que alrededor del 13% de la población china vive con menos de 1,25 dólares al día, el umbral de la pobreza, según baremos internacionales.
El nuevo primer ministro, Li Keqiang, aseguró el pasado día 17 en su primera rueda de prensa como jefe de Gobierno, tras el cierre de la sesión anual del Parlamento, que Pekín acelerará las reformas para repartir mejor la riqueza, disminuirá la brecha entre las zonas urbanas y las rurales y dará a los trabajadores emigrantes mejor acceso a seguros médicos. La tarea es ciclópea, y, de momento, no hay detalles de cómo se hará. Hasta entonces, las clínicas piratas seguirán siendo el último recurso asequible para millones de emigrantes.
“Hay muchas clínicas clandestinas. En algunas los médicos tienen título; en otras, no”, dice Xu Fan, una mujer de 32 años de la provincia de Henan que está de visita en Pekín para ver a su marido, trabajador en el sector de la construcción.
El seguro de Sanidad y otras coberturas sociales están íntimamente unidos al hukou, que liga a cada chino a su lugar de origen, y la falta de movilidad de la cobertura coloca en una situación de discriminación legalizada a los emigrantes.
El sistema de seguro sanitario en China está muy fragmentado y en su mayor parte está coordinado a nivel de condados. Así que los desplazados no pueden aprovechar los subsidios, ya que normalmente solo regresan a sus pueblos durante las vacaciones del Año Nuevo chino.
Las clínicas piratas suelen estar en calles laterales o lugares discretos. Las autoridades de Pekín han clausurado alrededor de mil desde el año 2010, según cifras oficiales. Pero muchas abren en lugares cercanos e incluso en el mismo local pocos días después de haber sido cerradas. Aunque el Gobierno no da cifras de cuántas existen, la prensa estatal publica de vez en cuando que alguien ha muerto en uno de estos centros.
En enero, los periódicos informaron de que una trabajadora de la provincia costera de Fujian había fallecido de una parada cardíaca horas después de haber recibido un goteo intravenoso para aliviar los síntomas de una gripe en una clínica clandestina en uno de los muchos barrios del extrarradio de Pekín en los que viven emigrantes. En algunas ocasiones, los doctores han salido corriendo porque sospechaban que la policía estaba cerca y han dejado a los pacientes encerrados con el goteo puesto.
“Los tratamientos en los hospitales en Pekín son mejores. Pero son más caros, y si quieres un seguro y tu hukou no es de aquí, tienes que pagar más por él. Y hay compañías que ni siquiera nos aceptan porque no somos de Pekín”, afirma Xu Fan.
Algunos emigrantes se las arreglan para conseguir un seguro local a pesar de no tener certificado de residencia en la capital. “Fue muy difícil, pero lo logré gracias a contactos. Pago 10.000 yuanes (1.205 euros) al año”, dice un trabajador, también de Henan, que lleva 10 años en Pekín y no quiere dar su nombre.
China ha reforzado en los últimos años la partida destinada a financiar la reforma del sistema sanitario. En 2012, el gasto total ascendió a 719.900 millones de yuanes (90.340 millones euros), un 12% más que el año anterior. “Nuestro objetivo es construir un país que tenga un sistema de reembolso sanitario amplio”, ha dicho el viceministro de Recursos Humanos y Seguridad Social, Hu Xiaoyi. El 20% de los trabajadores emigrantes en China tenían seguro sanitario a finales de 2012, según el ministerio.
La renta per cápita disponible en el campo era de 7.917 yuanes (993 euros) anuales, frente a 24.565 yuanes (3.080 euros) en las ciudades, a finales de 2012. Naciones Unidas afirma que alrededor del 13% de la población china vive con menos de 1,25 dólares al día, el umbral de la pobreza, según baremos internacionales.
El nuevo primer ministro, Li Keqiang, aseguró el pasado día 17 en su primera rueda de prensa como jefe de Gobierno, tras el cierre de la sesión anual del Parlamento, que Pekín acelerará las reformas para repartir mejor la riqueza, disminuirá la brecha entre las zonas urbanas y las rurales y dará a los trabajadores emigrantes mejor acceso a seguros médicos. La tarea es ciclópea, y, de momento, no hay detalles de cómo se hará. Hasta entonces, las clínicas piratas seguirán siendo el último recurso asequible para millones de emigrantes.
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