La SEGG reivindica la figura del geriatra como profesional idóneo para el cuidado integral del paciente con Alzheimer
Con motivo del Día Mundial de la patología (21-S), la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología rinde un merecido reconocimiento a las personas cuidadoras de pacientes de demencia
El Médico Interactivo | 20 - Septiembre - 2016 14:15 h.
Alrededor de 800.000 personas padecen en España la enfermedad de Alzheimer -un proceso neurológico caracterizado por un deterioro cerebral progresivo y crónico, con afectación de las funciones cognitivas, altamente invalidante-, de las cuales la mayoría tiene entre los 80 y 86 años. Para el doctor José Antonio López Trigo, geriatra y presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), “estamos ante una enfermedad fundamentalmente relacionada con el envejecimiento, razón por la cual su abordaje debe ir estrechamente relacionado con la figura del geriatra, que desarrollará un papel protagonista en el tratamiento de esta enfermedad”.
Además, López Trigo recuerda que el tratamiento del Alzheimer debe ser multidisciplinar, donde, igualmente, el geriatra tendrá una labor importante, ya que debe ser la persona encargada de derivar a los pacientes afectos a los profesionales que considere oportunos, con el fin de mejorar la calidad de vida de estos enfermos. “La atención a los pacientes con demencia y sus cuidadores requiere de un abordaje integral (físico, psicológico, funcional, social), centrado en la persona y sus necesidades cambiantes, integrado en los recursos sanitarios y sociales de su entorno, progresivo y continuado, llevado a cabo por equipos multidisciplinares. Los sistemas públicos de atención han de adaptarse a las necesidades del paciente con demencia, y no al contrario”.
En este Día Mundial del Alzheimer, la SEGG recuerda que en España sólo hay menos de un millar de geriatras en la Sanidad pública, lo que resulta un número considerablemente escaso para tratar a los pacientes con Alzheimer, así como la importancia de potenciar la figura de este especialista para tratar a las personas mayores de 65 años, al igual que ya ocurre con otros segmentos sociales como es la infancia que es atendida por la figura del pediatra.
A pesar de esto, en los últimos años los progresos asociados con la enfermedad de Alzheimer han sido importantes y nos han dotado de estrategias sólidas para conseguir paliar sus consecuencias, ralentizar su curso y, en suma, mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familiares.
La SEGG también quiere centrar su reflexión en el perfil de los pacientes con enfermedad de Alzheimer, sus necesidades y las posibilidades de mejora de su abordaje. La mayoría de los pacientes se sitúa en la franja de edad de los 80 a los 86 años, con claro predominio del sexo femenino. Prácticamente la mitad de los que viven en sus domicilios, y el 75 por ciento de los que lo hacen en residencias, se encuentran en fases avanzadas de la enfermedad. Presentan síntomas variados (cognitivos, neuropsiquiátricos…), y problemas añadidos característicos de un paciente geriátrico (pluripatología, polifarmacia, etc.) que inciden sobre su deterioro cognitivo y condicionan su evolución.
Aun cuando la enfermedad de Alzheimer está claramente ligada al envejecimiento, los problemas de memoria (síntoma precoz de la enfermedad) no deben ser considerados como normales en la persona mayor. El diagnóstico y tratamiento precoces mejoran el curso de la enfermedad.
Se ha de ofertar a los pacientes y sus familias los tratamientos farmacológicos sintomáticos estandarizados, minimizando las altas tasas de infratratamiento, especialmente en pacientes institucionalizados en residencias. Y en las fases más avanzadas de la enfermedad, los pacientes y sus familias deberían tener acceso a un programa protocolizado de cuidados paliativos, que garantizara la toma de decisiones, el máximo confort, control sintomático y calidad de vida del paciente.
Los pacientes con Alzheimer son el prototipo de pacientes vulnerables, tanto desde el punto de vista médico como personal, familiar y social. Garantizar a ellos y a sus familias una atención sanitaria y social en cantidad y calidad suficientes, en función de sus necesidades cambiantes, es un reto profesional y ético que nos atañe a todos.
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