sábado, 26 de noviembre de 2011

Opinión Editorial - Antoni Trilla - La seguridad clínica y la calidad asistencial - JANO.es - ELSEVIER

La seguridad clínica y la calidad asistencial

Antoni Trilla
Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiologia. Dirección de Calidad y Seguridad Clínica. Hospital Clínic de Barcelona. Universidad de Barcelona. Centre de Recerca en Salut Internacional de Barcelona (CRESIB). Barcelona
23 Noviembre 2011
 
 
En el bloque de medicina de este número de Jano se abordan diferentes temas que, como denominador común, tratan aspectos relacionados con la seguridad clínica y la calidad asistencial.

Ambos conceptos, seguridad y calidad, están íntimamente relacionados: una asistencia segura es una asistencia de calidad. Además, desde hace algún tiempo ambos conceptos están “de moda” entre gestores, clínicos, administradores, políticos y pacientes. En muchas declaraciones (de cualquiera de ellos) se introduce la palabra “calidad” (más habitualmente “manteniendo o mejorando la calidad”) o la palabra “seguridad” (más habitualmente “garantizando la seguridad”).

La calidad y la seguridad clínica son, en esencia, elementos consustanciales al ejercicio de cualquier profesión sanitaria. Se ha repetido hasta la saciedad. Ninguno de nosotros viene a trabajar diariamente al hospital o al centro de asistencia primaria pensando en no hacer las cosas lo mejor posible, lo que incluye la realización de muchos actos médicos que tienen un riesgo asociado y, por ello, son susceptibles de error. Las infecciones relacionadas con la asistencia, los errores o efectos adversos relacionados con la medicación, los efectos adversos y errores de cirugía o los fallos en la identificación correcta de los pacientes y procedimientos, temas que se tratan en este número de Jano, son los más habituales y frecuentes. En ocasiones (muchas) no comportan daños. En algunas circunstancias pueden suponer graves consecuencias para los pacientes, sus familias y, desde luego, también para los profesionales responsables.

Hay publicados numerosos informes, iniciativas, estrategias, alianzas, programas, normativas, etc. —tanto locales como estatales e incluso multinacionales— que abordan distintos aspectos de la epidemiología y prevención de estos acontecimientos adversos. Es probable que incluso haya demasiados y exista una cierta “sobredosis de información” y confusión al respecto.

Conviene hacer una breve pausa y reflexionar para evitar caer en lo que denominamos “parálisis por el análisis”. Demasiada teoría y pocos resultados; demasiada vigilancia y poca prevención.

La seguridad de los pacientes es un problema real e importante en todo el mundo: entre un 4 y un 17% del total de pacientes que reciben asistencia sanitaria pueden sufrir daño de forma inadvertida. Como indicaba un artículo reciente publicado en el British Medical Journal: “¿Por qué la seguridad de los pacientes es una nuez tan difícil de romper?”. Los autores —que trabajan en un hospital universitario holandés— identifican 4 grandes problemas para poder desarrollar estrategias efectivas en la mejora de la seguridad de los pacientes: visibilidad, ambigüedad, complejidad y autonomía.

Los aspectos de la seguridad clínica a veces no resultan bien visibles o aparentes. Los profesionales sanitarios creemos que su incidencia es menor de la realmente observada. Esta baja visibilidad se asocia a una falta de prioridad, al competir por la atención con aspectos mucho más visibles como los problemas presupuestarios, nuevas tecnologías o falta de recursos humanos en los hospitales y centros de asistencia primaria.
 
“Los aspectos de la seguridad clínica a veces no resultan bien visibles o aparentes. Los profesionales sanitarios creemos que su incidencia es menor de la realmente observada. Esta baja visibilidad se asocia a una falta de prioridad, al competir por la atención con aspectos mucho más visibles como los problemas presupuestarios, nuevas tecnologías o falta de recursos humanos en los hospitales y centros de asistencia primaria”.

Existe ambigüedad: la evidencia de una relación causa-efecto no es a veces ni muy clara ni muy consistente. Esta ambigüedad se traslada también a uno de los temas clásicos de la seguridad clínica: el papel de los individuos frente al papel de los sistemas. Ambos extremos tienen cabida en el concepto de seguridad clínica: los errores atribuibles a los sistemas son importantes y deben mejorarse; los errores atribuidos a los individuos son importantes y deben también ser tenidos muy en cuenta para prevenirlos y evitarlos.

La complejidad del proceso asistencial actual es enorme. Casi todo, cualquier cosa, puede tener efectos en la seguridad y calidad de la asistencia prestada. Como consecuencia, podemos caer en el fatalismo: es inútil intentar mejorar algún aspecto de la seguridad o calidad dado que acabará fallando cualquier otro. Además, este enfoque complica las discusiones para la asignación de los escasos recursos disponibles.

Finalmente, la autonomía profesional: los profesionales sanitarios somos responsables de la seguridad y calidad de la asistencia que proporcionamos. Nadie lo discute, es parte inherente a nuestra profesión y código ético. Esta autonomía nos lleva, a veces, a una cultura de la seguridad mal entendida en la que existe gran resistencia a comunicar y ayudar a corregir los errores de otro profesional, la denominada cultura de “no intervención”. Se echa de menos una mayor y mejor predisposición de los profesionales más sénior para discutir —abiertamente y sin carácter punitivo— posibles errores del equipo, incluyendo los de los médicos y enfermeras en formación. En este sentido, la experiencia de los últimos 3 años en nuestro hospital, con la realización de varios análisis causales como los descritos también en este número de Jano, aporta una cierta dosis de esperanza: los profesionales involucrados en este tipo de análisis aprecian y aceptan su participación de forma mayoritariamente favorable.

En resumen, hay mucho camino que recorrer todavía si queremos que toda la teoría e iniciativas relacionadas con la seguridad y la calidad asistencial se acepten, entiendan y apliquen realmente en la práctica diaria en nuestros hospitales y centros sanitarios. El liderazgo de los profesionales implicados es esencial, como lo es el empleo de algunas estrategias sencillas basadas en evidencias científicas bien contrastadas.

Como en muchos otros aspectos de la epidemiología moderna, en relación con la seguridad y la calidad asistencial hay que pensar globalmente y actuar localmente.

“La seguridad de los pacientes es un problema real e importante en todo el mundo: entre un 4 y un 17% del total de pacientes que reciben asistencia sanitaria pueden sufrir daño de forma inadvertida, según un artículo publicado recientemente en el British Medical Journal”.
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