martes, 8 de noviembre de 2011

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SANIDAD | Economía de la salud

Radiografía del copago

Ambulatorio de la Comunidad de Madrid. | El Mundo Ambulatorio de la Comunidad de Madrid. | El Mundo
  • En España existe una forma de copago, la que se hace con los fármacos
  • Otros países de la UE tienen tasas para las visitas y las hospitalizaciones
  • Los expertos no creen que estos cobros, por sí solos, vayan a salvar el SNS

En los últimos tiempos, cuando se habla de Sanidad, las palabras más citadas son, con toda seguridad, crisis y copago. La segunda ha ido ganando protagonismo a consecuencia de la primera. Los políticos hablan de ello, los médicos, las enfermeras, los economistas, los ciudadanos... Unos a favor, otros en contra y todo en plena campaña electoral. Pero, ¿qué es exactamente el copago?

La semana pasada, una encuesta impulsada por el Consejo General de Enfermería revelaba que el 63,5% de las personas preguntadas -de un total de 1.200- aceptaría el establecimiento de un copago en función de la renta. Al mismo tiempo, el 73% cree que no está socialmente aceptado.

¿El qué? El copago es "la participación del usuario en el coste de un servicio público", explica a ELMUNDO.es José Luis Pinto, Catedrático de Economía de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). "Es un pago que se realiza en el momento del consumo, una contribución adicional". Es decir, además de lo que aportamos con nuestros impuestos, abonamos cierta cantidad cuando hacemos uso de una prestación. Esto sucede ya, por ejemplo, en la Universidad.

Dicha contribución puede adoptar muchas formas. Cuando hablamos de Sanidad, se suele dividir en tres grandes categorías: medicamentos, visitas (urgencias, ambulatorias y especializadas) y hospitalizaciones.
Cada país de la Unión Europea -por escoger un conjunto con el comparar- tiene una forma propia, pero la inmensa mayoría tiene copago.

El más extendido es el de los fármacos. Se puede hacer con una tasa fija, como en el Reino Unido, donde el usuario siempre paga de su bolsillo una cantidad estipulada, sea cual sea el precio del medicamento. O con un sistema porcentual. En España, los trabajadores abonan un 40% del precio del producto; en otros países, el porcentaje varía en función del dinero que inviertas al año. Por ejemplo, si gastas menos de 70 euros, pagas el 100%; si gastas más de 400 euros, el 10%.

Este copago, ampliamente aceptado por los españoles, "es una de las grandes reformas que habría que abordar", señala Pinto. Se trata de un sistema obsoleto, en opinión de la Asociación de Economía de la Salud, que acaba de publicar un documento en el que trata el problema de la crisis en la Sanidad y en el que aporta posibles soluciones. Sea como fuere, es el único vigente en nuestro país.

Medida disuasoria o recaudatoria

La situación a la que ha llegado del Sistema Nacional de Salud ha sacado a la palestra el tema del copago como posible solución a sus males. El cobro de una tasa se puede utilizar "para frenar la demanda (un tique moderador cuyo éxito es reducir el gasto) o para acompasar ingresos fiscales", indica Guillem López, catedrático de Economía de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona).

La cultura del todo gratis que rige a nuestro SNS hace que los expertos se inclinen por cobrar por el uso de ciertos servicios, como las Urgencias, "donde la situación se cae por su propio peso ya que los ciudadanos hacen un muy mal uso", recalca Pinto. Por ejemplo, en algunos países, cuando la visita a urgencias no se produce por la derivación del médico de atención primaria o del especialista y si ésta no conlleva el ingreso del paciente, se paga. Esta forma podría servir para disuadir al ciudadano.

Pero también se puede cobrar por las visitas a la consulta del médico de cabecera y a las de especialista (en Noruega se pagan 15 euros en las primeras y 33 en las segundas) o por hospitalización (en Alemania está alrededor de 10 euros por día de ingreso).

El objetivo, además de optimizar el uso de los recursos, también puede ser "mantener un gasto público cuando los impuestos no alcanzan a sufragar el gasto público total", subraya López. "Cuando el usuario, como beneficiario, complementa lo que por solidaridad ha pagado el contribuyente", añade. Como usuario y contribuyente a menudo coinciden, algunos lo llaman 'repago'.

"Todos estos copagos suelen tener exenciones (menores de 18 años, jubilados, mujeres embarazadas, personas de renta baja, etc.)", indica Pinto. "Lo que se trata es de compatibilizar el fin disuasorio con que la población reciba la asistencia que necesita. Es decir, que no dejen de consumir recursos por el simple hecho de no poder pagarlos".

Ni solución ideal ni única

Tal y como señala la AES, "no es posible seguir manteniendo en el futuro el ritmo de crecimiento del gasto público sanitario de la pasada década". El SNS, tal y como funciona hoy en día, no es sostenible. "No se puede seguir generando deuda", reconoce Pinto, pero en la búsqueda de alternativas al modelo actual, "el copago recibe una atención excesiva en un momento en el que no es ni de lejos la solución".

"No hay ningún trabajo mínimamente avalado que diga que el copago va a solucionar el problema de la Sanidad", critica Patricio Martínez, Secretario General de la Confederación Estatal de Sindicatos de Médicos. "No nos parece la solución ideal [...] no va a salvar el SNS", añade. En su opinión, antes habría que hacer otras reformas, como la mejora de la gestión y la lucha contra el despilfarro.

Además, algunos expertos no creen que el aumento del gasto sanitario se explique sólo por un mal uso o un uso excesivo de los servicios -la OCDE estima que los españoles acuden al médico un 40% más que la media de la Europa de los 15 y que 80 millones de visitas anuales son evitables-. "El problema más importante -opina Pinto- es el gasto que generan las nuevas tecnologías y los nuevos fármacos".

La solución por la que han optado otros países ante esta situación es controlar el gasto recortando prestaciones. En el Reino Unido se dejaron de financiar hace unos años varios fármacos contra al cáncer por su elevado precio (en función de lo que los expertos llaman coste-efectividad). También podrían sacarse de la cartera de servicios cosas como la fecundación 'in vitro'.

Esta medida, a priori impopular, parece no serlo tanto a la luz de la encuesta del Consejo General de Enfermería que determinó que el 68,3% estaría dispuesto a que se redujeran algunas prestaciones o medicamentos del SNS.
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