martes, 18 de septiembre de 2018

Observatorio de Salud UBA: La salud es lo primero

Observatorio de Salud UBA: La salud es lo primero





La salud es lo primero

Harvard Yard, sede histórica de la universidad más prestigiosa de Estados Unidos, tiene el aspecto idílico de costumbre, con la estatua de John Harvard, primer benefactor; el alojamiento de los alumnos de primer año; la biblioteca Widener, que tiene ocho kilómetros de galerías subterráneas con más de tres millones de libros, y grupos de alumnos atravesando el césped salpicado de árboles. Esta inefable usina de conocimiento, fundada en 1636, es punto de atracción para los visitantes que se acercan hasta Cambridge con veneración.

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No muy lejos, en un área que concentra varios de los hospitales más avanzados del mundo, está una de sus facultades más renombradas: la Escuela de Salud Pública T. H. Chan, fundada en 1913 y que tuvo desde entonces una participación protagónica en la escena sanitaria. Entre muchas otras intervenciones, sus investigadores demostraron que las pequeñas partículas contaminantes emitidas por los combustibles fósiles y el tabaquismo de segunda mano son un riesgo para la salud; contribuyeron a disminuir un tercio los errores y las complicaciones quirúrgicas promoviendo las listas de chequeo; desarrollaron la terapia de rehidratación oral; probaron que las grasas trans son dañinas, y fueron arquitectos del llamado Obamacare.

Esta semana se dictó aquí un seminario al que tuve el privilegio de ser invitada y en el que participaron representantes de organismos gubernamentales, prestadores privados, médicos y sanitaristas para analizar los desafíos que enfrentan los sistemas de salud en momentos en los que la prolongación de la expectativa de vida y los costos crecientes amenazan su sustentabilidad.

Economistas, demógrafos, representantes de aseguradoras y directores de hospitales desmenuzaron el problema y mostraron que, si se pretende promover el bienestar en todas las etapas de la vida, alcanzar la cobertura universal de salud, el acceso a servicios de calidad, medicamentos esenciales y vacunas para todos, no hay una receta única ni sencilla. En materia de sistemas sanitarios, no existe el prét-á-porter, hay que diseñar un traje a medida. Si, como se calcula, entre 1990 y 2040 la proporción de mayores de 65 pasará de poco más del 10 al 25% de la población (en Japón, esa cifra alcanzará el 34,5% y en Cuba, el 30,2%) y las enfermedades no transmisibles serán las de mayor impacto en la calidad de vida, todo indica que la atención primaria deberá ocupar el centro del escenario. Esta modalidad "ofrece un acceso más equitativo, mayor satisfacción de los pacientes y mejores resultados", afirmó Rifat Atun, investigador en sistemas globales de salud de la universidad y ex miembro del equipo ejecutivo del Fondo Global contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria.

Algunos países ofrecen ejemplos de que la transformación es posible. En Tailandia, en 2001 introdujeron la cobertura universal, enfatizaron la inversión en atención primaria y los agentes de salud empezaron a ir a las casas de los pacientes. Entre 2005 y 2012, Estonia, que cuenta con registros de salud precisos de cada uno de sus 1,2 millones de habitantes, redujo internaciones y maneja casi el 90% de los casos fuera del hospital, gracias a una mayor participación de enfermeras bien entrenadas en las consultas y el uso de tecnologías ampliamente difundidas, como el teléfono y el correo electrónico. Con este enfoque, Costa Rica invierte menos y logra mejores resultados que México y Brasil. Y este último logró grandes reducciones en mortalidad prevenible.

Resolver esta ecuación tiene aristas que exceden lo humanitario: diversos estudios indican que la salud es por lo menos tan importante como la educación en la promoción de la riqueza. Si nuestros líderes no entienden la importancia de esta agenda con el corazón o el estómago, habrá que convencerlos con el bolsillo.


Fuente: La Nación (por Nora Bär)

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