Atención sanitaria en emergencias y catástrofes
Óscar Giménez
21 Septiembre 2011
Terremotos, atentados, incendios, derrumbes, inundaciones... La humanidad se ve sometida muchas veces a situaciones de desastre o catástrofe provocadas por las fuerzas de la naturaleza o por los propios seres humanos y sus actividades. Prevenirlas y actuar debidamente cuando se producen exige un alto grado de preparación y planificación. A juicio de los expertos en medicina de emergencias y catástrofes, la improvisación es el peor enemigo.
Según un informe del Banco Mundial de 2005, aproximadamente 400 desastres naturales tuvieron lugar en el planeta ese año, una cifra que cuadriplica la de 1975. El mismo documento estima que, entre 1995 y 2005, alrededor de 2.600 millones de personas resultaron afectadas de algún modo por desastres naturales en comparación con 1.600 millones durante la década anterior.
Esos números engloban solamente las situaciones de desastre natural, que deben ser diferenciadas de otros conceptos como son emergencia y catástrofe. El Dr. Carlos Álvarez Leiva, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Catástrofes, nos ayuda a explicar las diferencias: “La emergencia se define como un compromiso vital crítico para el individuo que lo padece, sobre el que hay que actuar imperativamente para preservar su vida. Es un término individual y suele ser el resultado de una enfermedad o de un accidente, como un infarto o un politraumatismo”.
“La catástrofe —prosigue— es una emergencia colectiva, habitualmente a consecuencia de una interacción del hombre y su medio de vida. Condiciona la aparición brusca y violenta de un gran número de víctimas, en un escenario concreto y delimitado, como ocurre en accidentes aéreos, ferroviarios, derrumbes de edificios, etc. El numero de víctimas es numeroso y puede ser atendido por los medios sanitarios del entorno”.
“Pasar del concepto tradicional de ‘llegar y salir corriendo’ al actual de ‘llegar, estabilizar y trasladar al paciente’ después, en situación estable, ha sido un paso de gigante en el enfoque de la medicina de emergencias”.
A diferencia de las situaciones anteriores, “el desastre es un fenómeno de mayor calado. Es el resultado de una interacción negativa de alguna de las fuerzas de la naturaleza, tierra, agua, viento y fuego, que se traduce en terremotos, tsunamis, huracanes... El número de víctimas es enorme, las perdidas en vidas, bienes y medio ambiente son a veces incalculables”. Además, añade que existe un término nuevo: “Es lo que llamamos ‘emergencia compleja’, y se refiere a situaciones en las que un estado desaparece como consecuencia de luchas internas, conflictos étnicos, religiosos, etc., y una población queda a merced de la violencia, la pobreza, el abandono y las emigraciones sin rumbo, como ha sucedido en con- flictos como los de los Grandes Lagos, los Balcanes o Sudán”.
El Dr. Alfonso del Álamo, director general de Emergencias y Protección Civil del Ayuntamiento de Madrid, complementa la definición de catástrofe, gran siniestro o accidente de múltiples víctimas como “una situación de aparición súbita que tiene impacto sobre la salud de las personas y sobre los bienes, y exige una respuesta rápida, coordinada y eficaz de los servicios médicos. Normalmente, una catástrofe también significa una disrupción del desarrollo de la vida normal de la sociedad, y tiene un impacto psicológico y postraumático en personas que incluso no han sido afectadas por el daño directo de lo que ha ocasionado la catástrofe, un aspecto que también hay que tener en consideración a la hora de plantearse la estrategia de respuesta”.
Medicina de catástrofes
Creada en 1995, la Sociedad Española de Medicina de Catástrofes (SEMECA) es una sociedad científica abierta a todas las personas e instituciones relacionadas con la atención a las situaciones de catástrofe y desastre, ya sean tecnológicas, naturales o humanas, con un objetivo fundamental que es aliviar el dolor humano. Su presidente, el Dr. Álvarez Leiva, describe la medicina de catástrofes como el conjunto de capacidades organizativas, logísticas y de socorro que permiten prestar atenciones de salud en condiciones extremas.
“Prestar asistencia a las víctimas en escenarios lejanos, hostiles, dramáticos, paupérrimos, exige un esfuerzo integrado de personas capaces, medios suficientes e ideas claras sobre atención medica adaptada a cada circunstancia”, aclara.
En cuanto a las prioridades en la asistencia inmediata, este especialista cita, por este orden, la búsqueda, el rescate, el salvamento, el abrigo, la atención medica, la provisión de agua, alimentos, abrigo y la atención psicosocial. “Cada momento de una gran catástrofe —comenta— se caracteriza por una necesidad crítica diferente. Las atenciones de salud también son distintas en las primeras horas que en los días y semanas sucesivas”.
El presidente de la SEMECA destaca que para proporcionar una buena asistencia en una situación crítica, además de conocer las técnicas y disponer de los medios que salvan vidas, los equipos deben saber desplegarse en el terreno, generar espacios asistenciales y disponer de una estructura jerárquica que determine claramente quién manda y quién obedece. “En definitiva gestionar la autoridad y los recursos”.
Respecto al tema de la autoridad, el Dr. Alfonso del Álamo subraya que el mando único es esencial. “Pero debe tratarse de un mando único no improvisado —puntualiza—, un mando único previamente conocido y reconocido por el conjunto de los organismos que intervienen en la emergencia. Más que de coordinación, su función es realmente de mando, de saber quién toma las decisiones finales, quién distribuye los recursos, quién hace las llamadas correspondientes a las diferentes organizaciones para fortalecer el dispositivo que se ha puesto en marcha, quién organiza la postemergencia, quién lidera el proceso de atención a los familiares y amigos de las víctimas... Con independencia de que cada cuerpo o cada servicio actúe directamente sobre el paciente o accidentado con sus propias técnicas de intervención, todo el proceso debe corresponder a un mando único establecido previamente a través de los planes de emergencia, los cuales deben ser publicados, publicitados, conocidos y entregados, de igual forma que los propios protocolos”.
“Ante una catástrofe, además de conocer las técnicas y disponer de los medios que salvan vidas, los equipos deben saber desplegarse en el terreno, generar espacios asistenciales y disponer de una estructura jerárquica que determine quién manda y quién obedece”.
Carecer de mando único tuvo trágicas consecuencias el 11 de septiembre de 2001 cuando se derrumbaron las torres del World Trade Center de Nueva York. El Dr. Del Álamo señala que la inexistencia del mando único implica la variabilidad en cuanto a elementos críticos en emergencias como son los elementos de comunicación. “Si en una gran catástrofe las herramientas de comunicación son dispares y no se entienden, se pueden producir efectos dramáticos en cuanto a la gestión del siniestro. Es lo que parece que ocurrió el 11-S en relación con el aviso del posible derrumbe de una de las torres, que se emitió por una frecuencia de un sistema concreto de comunicaciones que no era el que utilizaba otro servicio que estaba participando en el siniestro. De esto se desprende que la existencia de un mando único previamente designado y el establecimiento de protocolos conjuntos y herramientas comunes para responder a la emergencia resultan esenciales para conseguir tanto el rescate y salvamento de los afectados como para proteger la vida de los intervinientes”. Parece ser que la policía avisó de que una de los torres estaba a punto de derrumbarse, pero esa información no llegó al cuerpo de bomberos. Muchos entraron y fallecieron como consecuencia del derrumbe.
De forma similar, aunque con otras palabras, el Dr. Jordi Gassió, director general de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamentos de la Generalitat de Catalunya, considera que la respuesta debe ser “integral e integrada, y por tanto debe implicar un grado de conocimiento mutuo de todos los intervinientes en la respuesta: grupo de intervención (bomberos), grupo sanitario, grupo de orden (policía), grupo logístico... En aquellos países en los que los distintos actores que se movilizan en una catástrofe se encuentran más integrados, la calidad de la respuesta es mejor. Cuanto más tecnificada y desarrollada está una sociedad, más integración hay en sus sistemas de respuesta a las emergencias”.
Planificación contra improvisación
Preguntado por los pilares en los que debe fundamentarse una respuesta eficiente en la atención sanitaria a una catástrofe, el Dr. Álvarez Leiva menciona la organización de los equipos humanos, la visibilidad funcional —“la organización que no se ve no existe”—, disponer de unidades móviles con equipos para desplegar en el terreno o, lo que es lo mismo, disponer de logística adaptada. “Sin logística es imposible dar respuesta sanitaria a las catástrofes”, declara. A su juicio, “se trata de la asignatura pendiente de la formación en medicina de emergencias. Actualmente es muy importante aprender a trabajar con instituciones militares que disponen de una gran capacidad de contingencia, experiencia organizativa y recursos logísticos”.
Este especialista, coronel médico en la reserva y fundador del Grupo SAMU de Sevilla, opina que “la improvisación es consuetudinaria. Lo que es grave es la falta de absorber la natural desorganización del entorno. Ello sólo es posible con organización y logística adecuada. Tengamos las cosas claras: la atención a las catástrofes es inequívocamente un esfuerzo logístico”.
Pero además de la planificación, la rapidez es otro de los factores más importantes a tener en cuenta, sobre todo en relación con la supervivencia de los afectados. El Dr. Del Álamo pone de manifiesto que, “en líneas generales, el tipo de patología que atienden los servicios de emergencias extrahospitalarios es tiempo-dependiente. El desarrollo de estos servicios representa un gran avance experimentado por España y Europa en los últimos 25 o 30 años. Prestan una calidad in situ que pretende ser igual que la prestada en un servicio hospitalario. Pasar del concepto tradicional de ‘llegar y salir corriendo’ al actual de ‘llegar, estabilizar y trasladar al paciente’ después, en situación estable, ha sido un paso de gigante en el enfoque de la medicina de emergencias. Del mismo modo que un infarto de miocardio en vía pública precisa ser atendido in situ por ser tiempo-dependiente y porque los primeros 15 minutos son esenciales, cuando estamos asistiendo a emergencias vitales el tiempo de respuesta es fundamental. Para conseguir una respuesta rápida debe disponerse de un sistema organizado y bien engrasado, que parte de lo ordinario —la organización del día a día en el entorno local— y de la capacidad de escalar, de ampliarse en círculos concéntricos, en función de los protocolos de activación que tenemos a través de las vías de comunicación disponibles”.
El Dr. Ervigio Corral, jefe del SAMUR de Madrid no duda en situar a España entre los países que cuentan con mejores servicios de emergencia. “Los países situados en la zona suroeste de Europa han ido asumiendo lo que podemos llamar ‘sistema SAMU’, dado que fue ese servicio francés quien lo inició. Se trata de un tipo de servicio de emergencias que tiene como característica principal el hecho de contar con médicos especializados en emergencias en las ambulancias de soporte vital avanzado. España, Portugal, y más recientemente Italia, han asumido ese modelo, aunque también han ido incorporándose a otros países como Rumanía o la República Checa”.
Recuerdos del 11-M
Alfonso del Álamo y Ervigio Corral no dudan en calificar el 11-M como la mayor catástrofe a la que se han enfrentado en su carrera profesional. El segundo incluso apareció en la revista Time como uno de los héroes de los equipos de emergencia. En su opinión, el atentado que sufrió Madrid aquel 11 de marzo de 2004 fue sin duda “el mayor desastre colectivo al que un médico europeo haya podido enfrentarse hasta ahora. El número de afectados y su dispersión en cuatro focos hicieron del mismo un evento con unas características muy complejas a la hora de gestionarlo”. En cuanto a su aparición en Time, el Dr. Corral señala que la publicación norteamericana “quiso reconocer el trabajo de los servicios de emergencia madrileños en ese día, y quizás le pareció oportuno buscar una persona representativa de SAMUR para hacerlo. Personalmente, no significa nada más que eso, pero colectivamente tiene un gran significado para nuestro servicio, y en general, para los servicios de urgencias y emergencia de la ciudad”.
Y es que el trabajo de un servicio como el SAMUR no debe valorarse por situaciones concretas, sino por el día a día. “Esa es la apreciación que a nosotros nos gusta hacer —comenta el Dr. Corral—. Lo difícil es dar todos los días a los ciudadanos una respuesta adecuada a sus necesidades. Lo complicado es ir ganando cada día puntos porcentuales a las estadísticas de supervivencia de las patologías tiempo-dependientes. Nuestra obligación, como servicios de emergencias, es avanzar cada día en el manejo de las mismas a través de formación, operatividad, investigación y, sobre todo, una gestión del servicio basada en la búsqueda constante de la calidad. Podemos decir que el principal secreto de SAMUR ha sido propiciar un cambio de gestión basado en la operatividad por otro basado en la calidad. Una calidad objetivada, con indicadores transparentes hacía el ciudadano, y con la premisa de constituir al mismo en el centro de nuestras decisiones”.
Prevención
Además de ser el jefe de Bomberos de Cataluña, el Dr. Jordi Gassió es traumatólogo y cuenta con una amplia experiencia en atención sanitaria a emergencias. A su juicio, la prevención es el factor clave que determina realmente el alcance y las repercusiones de una catástrofe, tanto o más que la respuesta que se pueda dar a posteriori. “Hay que entender la prevención en un contexto amplio en el que cabe colocar desde la legislación (planes de emergencia, normativas de seguridad constructiva, normativas de seguridad vial...) a los medios de que se dota cada sociedad para dar la respuesta más apropiada posible, pasando por la concienciación y la formación de los ciudadanos”.
En el ámbito de la prevención trabaja también Jaime Gil, jefe de la Unidad de Servicios Preventivos de Cataluña. Tal como describe, dicha unidad, creada en 2005, es la encargada de dar cobertura sanitaria en eventos, programados o no, que congregan gran cantidad de público, como pruebas deportivas o celebraciones festivas de carácter multitudinario. La unidad “se integra en los protocolos de soporte a los cuerpos de seguridad y otros operativos en el desarrollo del concepto de seguridad pública. Por su capacidad de movilización y autonomía, interviene como soporte en las grandes emergencias que requieren de un dispositivo específico y prolongado en el tiempo, y constituye la unidad especializada en la respuesta sanitaria ante el riesgo nuclear, bacteriológico y químico, disponiendo de la formación y equipo necesario para este tipo de intervenciones”.
Cuando el Papa visitó la Ciudad Condal o cuando el Barça gana un título, Jaime Gil es responsable de disponer los recursos sanitarios adecuados: “La preparación parte de una evaluación de riesgos realizada por el equipo de mando de la unidad, teniendo en cuenta una serie de parámetros como son el tipo de acto, el lugar de celebración, la previsión de participantes, los informes policiales y los condicionantes, así como el análisis de antecedentes en situaciones anteriores. Ello nos orienta al número y tipo de recursos sanitarios necesarios para una respuesta bien dimensionada”.
Respecto a los principales retos relacionados con la prevención de catástrofes y desastres, este experto explica que, “partiendo de la clasificación de los tres grupos relacionados con desastres —naturales, tecnológicos y sociales— y teniendo en cuenta que el factor humano va asociado a los mismos, nuestro principal reto es la capacidad de respuesta inmediata y bien dimensionada, para minimizar el impacto sobre la población. En ocasiones el efecto directo de la acción catastrófica no se puede evitar, pero como servicio público es nuestra obligación el control y la buena gestión de los afectados, evitando las situaciones de pánico, garantizando la acción médica y reduciendo las consecuencias nefastas que repercuten en la salud de la personas”.
Terremotos e incendios
El terremoto de Haití en enero de 2010 es una de las experiencias recientes en atención a grandes desastres de Jaime Gil. Nos comenta que, “de los días que estuvimos, nos llevamos como experiencia muy positiva la buena coordinación entre todos los equipos de las diferentes comunidades autónomas —EPES Andalucía, SAMUR Madrid, SUMA 112 y DYA Navarra—. Pudimos trabajar en equipo en jornadas ininterrumpidas de 14 horas diarias en el Hospital Universitario de la Paz en Puerto Príncipe. Fue un trabajo intenso, ya que a nuestra llegada la situación era caótica. Hay que tener en cuenta que llegamos entre 48 y 72 horas después de producirse el terremoto. El escenario era desolador, pero todos teníamos claro un objetivo común: ayudar a una población necesitada e intentar paliar el sufrimiento desde el punto de vista médico. Durante 11 días asistimos a 1.025 personas, practicamos 50 intervenciones quirúrgicas, y ayudamos a traer al mundo a 20 niños en los partos que atendimos. Es evidente que cuando vuelves tienes la sensación de que han quedado muchas cosas por hacer, pero a la vez tienes la satisfacción del trabajo realizado”.
Es muy improbable que en España se produzcan grandes seísmos como el de Haití o Japón, pero la preparación ante una eventualidad de este tipo, aunque sea de intensidad menor, es esencial. El ejemplo lo tenemos en el terremoto de Lorca. El Dr. Alfonso del Álamo comenta al respecto que “un terremoto en la zona de Lorca está registrado como un riesgo de probabilidad media. Por lo tanto, los planes de contingencia deben reflejar perfectamente cuáles son los mecanismos preventivos o de primera respuesta y los mecanismos de reacción y ataque al siniestro. Con independencia de la especi- ficidad, que implica ciertas capacitaciones en materia fundamentalmente de control de la edificación, se trata de la técnica de rescate y desescombro que utilizan los bomberos de toda España y que es de aplicación en los derrumbes. El manejo de la postemergencia es una situación que, con independencia de la causa, implica la necesidad de acoger a personas y familias durante un tiempo y proporcionarles unas condiciones de higiene y comodidad mínimas para evitar mayores daños. Un terremoto es una catástrofe para la que hay que estar preparados en la medida en que existe como tal riesgo identificado en una zona”.
Los equipos de emergencia deben estar preparados para responder a cualquier tipo de situación crítica y sus actuaciones varían en función del tipo de siniestro. En el caso de los incendios, el Dr. Jordi Gassió apunta que las víctimas precisan de un primer rescate en un entorno muy hostil. “Cuanto más podamos acercar la actuación sanitaria a la víctima, como en cualquier otra emergencia médica, más disminuiremos la mortalidad y las secuelas. Pero en las víctimas de un incendio este hecho pasa por tener equipos de emergencias médicas especializados, equipados y formados en situaciones de entornos hostiles y dotados de equipamiento también adaptado y capaz de ser utilizado en estos entornos extremos. Esa es una de las labores, ni mucho menos la única, de los equipos de emergencias médicas integrados en los cuerpos de bomberos en todo el mundo”.
“La víctima de un incendio —prosigue— es un paciente fundamentalmente intoxicado y, sólo secundariamente, también quemado. Hasta hace no muchos años, la creencia era que la víctima de un incendio era alguien intoxicado fundamentalmente o exclusivamente por monóxido de carbono. Ahora se sabe que la intoxicación más frecuente y más relevante, desde el punto de vista de la morbimortalidad que produce, es la debida al cianuro. Existe un antídoto, la hidroxicobalamina, pero debe administrarse inmediatamente, en el mismo lugar del incendio, ya que los efectos del cianuro son tan letales y rápidos que trasladar al paciente a un centro hospitalario puede ser funesto. Eso obligaría a disponer de antídoto en todas las unidades de soporte vital avanzado (SVA). Desafortunadamente, no es así. Las unidades de SVA de bomberos, en todo el mundo, sí que hacen esa labor”.
Retos de futuro
Siguiendo el hilo de los cuerpos de bomberos, en opinión del Dr. Gassió, los desafíos futuros pasan por la necesidad de “ser capaces de adaptarse a la alta tecni- ficación de la sociedad. Ese es el principal reto al que se enfrentan actualmente los bomberos en todos los países”. El rol clásico del bombero que todos tenemos interiorizado es el de aquel profesional dedicado a la extinción de incendios. Sin embargo, el Dr. Gassió especifica que en la actualidad esa función clásica no llega al 50% de todas sus actuaciones. “Por tanto, el gran reto consiste en ser capaces de dar respuesta a todos los riesgos tecnológicos a los que nuestra sociedad nos puede exponer, sin descuidar otros aspectos relacionados con la protección de las personas en el entorno natural. Así, la cartera de servicios de los bomberos es amplia y diversa: extinción de incendios urbanos, industriales o de vegetación, actuaciones en accidentes de tráfico, salvamentos de personas en entornos hostiles (rescates de montaña o acuáticos), actuaciones en accidentes con implicación de materias peligrosas (tanto sea en su transporte como en su manipulación industrial), salvamentos urbanos, atención a accidentes laborales o, entre otras, búsquedas de personas. En este caso en concreto la tecnificación alcanzada es muy alta, con utilización de equipos electrónicos como pueden ser GPS o visores nocturnos, unidades caninas o cartografía operativa diseñada específicamente para esta función”.
Para el Dr. Alfonso del Álamo, el primer reto de futuro en el ámbito de la atención sanitaria a emergencias y catástrofes es la formación y la capacitación de los profesionales a través de una especialidad. Una vez conseguidas, este experto considera que el desafío más importante es la integración. Es decir, “ser capaces de integrar todos los actores que participan en la respuesta a la emergencia. La medicina de emergencias sola no va a resolver de forma eficaz un gran siniestro, puesto que necesita el concurso de las fuerzas y cuerpos de seguridad, de los bomberos, de la protección civil, etc. Existe una necesidad de estar integrados y de actuar de forma coordinada con planes y protocolos de actuación conjunta, los cuales son los que van a proporcionar una respuesta correcta a una gran catástrofe. Ese es actualmente nuestro otro gran reto”.
MEDICINA DE URGENCIAS Y EMERGENCIAS
El pasado abril, la ministra de Sanidad Leire Pajín anunció en el Congreso de los Diputados que antes de finalizar el presente año se tramitaría un Real Decreto para permitir la creación de cuatro nuevas especialidades médicas, entre ellas Medicina de Urgencias y Emergencias. Mientras muchos profesionales que trabajan en este ámbito aplaudieron la decisión, representantes de algunas sociedades científicas de atención primaria, medicina interna y medicina intensiva no tardaron en manifestar su rechazo.No obstante, los expertos consultados para este reportaje hablan de la necesidad de crear esta especialidad, algo que demandan desde hace años.
Para el Dr. Alfonso del Álamo, constituye el primer reto de la medicina de emergencias y catástrofes. “Una correcta formación y una acreditación debería pasar por una especialidad —destaca—. De lo cotidiano se pasa a lo catastrófico, pero el que no está preparado para lo cotidiano y no resuelve la emergencia cotidiana en condiciones no va a resolver nunca lo catastrófico. Este es el principio básico sobre el que hay que trabajar. Un politraumatizado en un vehículo presenta la misma patología que un politraumatizado en una explosión o un terremoto. La capacitación debe estar enfocada a esa especialización necesaria”.
En opinión del Dr. Ervigio Corral, la especialidad “es una necesidad imperiosa para la urgencia y emergencia españolas. Desgraciadamente, todavía no hemos visto el Real Decreto. El Ministerio debe concienciarse de que están en juego, por encima de cualquier otra circunstancia, los problemas urgentes de salud de los ciudadanos que se atenderán en las urgencias españolas en los próximos años. La homogénea capacitación de los profesionales que posibilita la especialidad dará equidad a la asistencia, no sólo desde un punto de vista operativo sino también desde un punto de vista de igualdad de calidad”.
Finalmente, el Dr. Jordi Gassió añade que, “si nos fijamos en las cifras de ciudadanos atendidos en los servicios de urgencias, tanto hospitalarios como extrahospitalarios, y en la complejidad y diversidad de las patologías observadas, lo incomprensible es que la especialidad no exista. Cuando cada vez son más los países en los que la especialidad existe y cuando se escuchan y estudian detallada y atentamente los argumentos de aquellos que se oponen en nuestro país a la creación de la especialidad, sólo cabe pensar en que tales argumentos son más corporativistas que científicos”.
TELÉFONO 112
En toda la Unión Europea, el 112 es desde 2008 el número único de asistencia al ciudadano para cualquier tipo de emergencia. Al comunicar con esta línea, se movilizan y coordinan los recursos sanitarios, policiales (policías locales, Policía Nacional, y Guardia Civil; y en sus comunidades autónomas correspondientes, la Ertzaintza, Policía Canaria, Policía Foral de Navarra y Mossos d’Esquadra), recursos de extinción de incendios, rescate y protección civil, con el fin de atender las distintas emergencias ocurridas, de manera aislada o en conjunto.
En el caso de las emergencias, la participación ciudadana es otro de los factores que se consideran esenciales. En la entrevista adjunta, el Dr. Alfonso del Álamo considera decisivo que los ciudadanos conozcan los elementos básicos que tienen que ver con los riesgos del entorno donde viven y cómo actuar en caso de que ocurra una catástrofe. A su vez, el Dr. Ervigio Corral, jefe del SAMUR de Madrid, opina que “las campañas de educación en este sentido deben pasar por la formación básica en primeros auxilios y alerta precoz. Debemos conseguir que el ciudadano se constituya en el primer eslabón de la cadena asistencial a la emergencia. Por ello, desde hace años, la formación gratuita al ciudadano y a los primeros respondientes (policías, bomberos, vigilantes, etc.) constituye uno de los objetivos de SAMUR. En 2010 formamos a más de 20.000 ciudadanos y primeros respondientes. Ese es el camino”.
El Dr. Jordi Gassió lo ilustra de forma clara: “Si nos fijamos en el reciente terremoto y posterior tsunami de Japón e intentamos imaginar cuál hubiera sido la magnitud de la catástrofe sin toda la cultura de la prevención que posee ese país, nos acercaríamos a cifras de destrucción y víctimas similares a las que se produjeron en el tsunami de indonesia en las Navidades de 2004. Es decir, unas cifras diez veces superiores”.
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