domingo, 13 de noviembre de 2011

Ayudar a la sociedad desde el más allá · ELPAÍS.com

Ayudar a la sociedad desde el más allá

SERGIO G. FANJUL 10/11/2011
 
Lo que se van a comer los gusanos, que lo disfruten los humanos", dicen los libertinos que celebran el goce carnal de la vida. Pero ese mismo dicho popular, y de forma mucho más precisa, puede aplicarse a la donación de cuerpos a la ciencia. Lo que se van a comer los gusanos, es decir, nuestros cadáveres, que lo disfruten, o al menos lo aprovechen, los humanos: en formación académica o investigación científica, en áreas como la anatomía o la cirugía. Al final, donar lo que dejamos tras la muerte, esa triste y rígida caricatura de lo que fuimos, puede servir para que nuestra ciencia avance y para salvar vidas de otros.
4.000 personas quieren dejar su cadáver a la Complutense
Después de cinco años de vida útil, los cuerpos se incineran
Hay quien dona porque no puede afrontar los gastos funerarios

"Existe la sensación de que si donas un órgano, un hígado o un riñón, salvas una vida, pero si donas el cuerpo a la ciencia no sabes lo que pasa", explica el profesor Fermín Viejo, del departamento de Anatomía I de la Universidad Complutense de Madrid y secretario de la Sociedad Anatómica Española (SAE).

"Pues pasa que ese cuerpo sirve para que los estudiantes de medicina y otras ciencias de la salud (odontología, fisioterapia, enfermería, etcétera) aprendan mejor y más allá, para que los profesionales de la medicina, como los cirujanos, puedan desarrollar técnicas nuevas en un cadáver antes de realizarlas en vivo, con todo lo que eso conlleva. Luego también podríamos decir que, indirectamente, los donantes están salvando vidas", dice Viejo.

En las dependencias del departamento de Anatomía I de la Complutense, los jóvenes estudiantes se ponen las batas y se preparan para entrar a sus prácticas en la sala de disección. "Aquí los estudiantes se adentran en el cuerpo humano desde la piel, tienen que abrir y ver lo que van encontrando en busca de su objetivo. A veces cortan una vena que no es, se equivocan y, por tanto, aprenden", explica Viejo.

Disecados

En la sala de disección, ocho cadáveres esperan, silenciosos y muy quietos, tapados con sábanas, el comienzo de la clase. En la sala contigua se realiza la prospección, es decir, el estudio de cuerpos o fragmentos de cuerpos ya disecados anteriormente. Aquí no se trata de actuar, sino de mirar. "Ya empezamos a tener un número de cadáveres suficiente para que los alumnos empiecen a trabajar activamente y no solo a mirar las piezas que disecaban los profesores", dice Viejo.

Cuando se produce la muerte de un donante es importante trasladar con rapidez el cuerpo a la facultad, el coche funerario llega directamente a esta zona. En esta sala hay una mesa de operaciones metálica donde se lava y se rasura. Después se le inyecta el producto embalsamador en el sistema circulatorio y se almacena en una gran cámara refrigeradora que se mantiene a diez grados centígrados y donde pasa un año o dos antes de estar listo para su utilización. A un lado y a otro, decenas de cuerpos esperan su turno metidos en sacos transparentes. Lo cierto es que estos cuerpos rígidos y blanquecinos no se parecen mucho a un ser vivo.

La donación del cuerpo es una práctica en aumento: "No hace mucho tiempo había algunas facultades en las que casi, casi se hablaba de "el cadáver", así en singular, porque solo se disponía de uno. Los alumnos lo veían por encima y ya está. Ahora afortunadamente esto no pasa", comenta Viejo. En la Complutense disponen de entre 70 y 80 cuerpos y cerca de 4.000 donantes potenciales, aún vivos, que han ofrecido los suyos.

Cuando no se disponían de cuerpos, la anatomía se enseñaba con modelos anatómicos. Prueba de ello es el Museo de Anatomía Javier Puerta, en las mismas dependencias. Hoy día hay detalladas simulaciones informáticas en las que se puede rotar el cuerpo, aumentar, alejar... pero, claro, no es lo mismo. "Para un alfarero no es igual ver cómo se hace una pieza a tocar y moldear el barro con sus propias manos. Esto es igual: no hay buen sustituto para un cuerpo real", explica Manuel Rubio, presidente de la Asociación Nacional de Donantes de Cuerpo.

Medicina experimental

El uso en investigación quirúrgica incluye cuestiones como "nuevas cirugías artroscópicas, procedimientos de cirugía plástica incluyendo reconstrucción de piel para víctimas de quemaduras, acercamientos quirúrgicos a los distintos órganos internos, y muchos otros", según explica la asociación de donantes.

En algunos casos, la donación de cuerpos puede servir para ilustrar al ciudadano sobre lo que tiene dentro. La célebre y polémica exposición Human bodies, que recientemente dejó Madrid, muestra nuestra anatomía utilizando cuerpos procedentes de Asia. Recorriéndola, uno aprende diferentes curiosidades como, por ejemplo, que poniendo en línea todo el sistema circulatorio de un ser humano, venas, arterias y capilares, se alcanza una longitud de unos 96.000 kilómetros, suficiente para dar más de dos vueltas al planeta. Ahora, clausurada la exposición, los cuerpos han sido cedidos para la docencia a la Universidad de Murcia.
Aunque España es un país líder en donaciones de órganos, cotiza a la baja en las donaciones de cuerpos.
"Es una cuestión cultural", opina Viejo, "somos mediterráneos, y nuestra cultura siempre ha tenido un culto a la muerte muy especial. Somos muy altruistas en el caso de donar órganos, eso es cierto, pero tenemos esa idea de que 'a mi padre, que me lo entierren y que no me lo toquen más'. Es un culto a la muerte que hemos trasladado a toda Latinoamérica y que en algunos sitios de allí se ha exacerbado más todavía. Pero también es verdad que vamos cambiando".

Rubio coincide: "Esto se puede ver en el caso de las cremaciones: hace 10 años, solo un 5% elegía esta opción; hoy día ronda el 50%. Aunque la cosa va lenta, en otros países como Inglaterra, Francia o Alemania es mucho más habitual donar el cuerpo a la ciencia".

Monumento funerario

Según explica José Luis Bueno, profesor de la Universidad del País Vasco y presidente de la SAE, los perfiles de los que donan van desde el altruista al que le hace ilusión donar su cuerpo a la universidad hasta gente que lo hace por temas económicos, sobre todo en tiempos de crisis, porque la universidad corre con los costes del traslado y se ahorran los gastos del entierro. "Y luego hay mucha gente extranjera viviendo en las zonas turísticas españolas que antes que repatriarse prefiere donar su cuerpo a la ciencia, porque además provienen de países como Inglaterra o Alemania, donde hay gran tradición de donación".

Un cuerpo donado tiene una vida útil de unos cinco o seis años. Después, cuando se deterioran, son incinerados y según la facultad en la que se encuentren tienen diferentes destinos. "Sus cenizas pueden ser devueltas a la familia, pero es complicado, porque pueden haber pasado muchos años", explica Bueno. "Si no es así, cada departamento tiene sus métodos. En el campus de Leioa, en la Universidad del País Vasco, tenemos un monumento funerario llamado El bosque de la vida. Es un parquecito cercano a la facultad en el que hay un conjunto escultórico, veinte árboles metálicos de acero corten, donde se depositan las cenizas. Se hace una ceremonia anual de homenaje a los donantes (no religiosa), con la presencia de autoridades académicas y locales o de la comunidad".

Un bonito final, después de haber pasado una larga temporada más rodeado de los vivos y colaborando con ellos: pasar a ser parte de un árbol para siempre.

Cómo hacerse del club

Si uno desea donar su cuerpo a la ciencia, puede dirigirse a la Facultad de Medicina más cercana o ponerse en contacto con la Asociación Nacional de Donantes de Cuerpo. "Nuestros objetivos son crear una base de datos a nivel nacional y hacer los traslados de los cuerpos a las diferentes universidades. Recogemos cuerpos de donantes en toda España y los trasladamos a las universidades", explica su presidente, Manuel Rubio.

Casi todos los cuerpos, de cualquier edad o condición, son aptos para la donación, aunque existen excepciones: aquellos que hayan sufrido enfermedades infecto-contagiosas como VIH, hepatitis C o encefalopatía espongiforme (por riesgo para los que lo manipulan, sobre todo antes del embalsamamiento), aquellos que supongan dificultades técnicas para la disección, como los que sufran obesidad mórbida, o los que hayan sido autopsiados, ya que la autopsia deja el cuerpo inútil para su uso científico.
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