PROPUESTA | En nombre de la ciencia
La relación del autismo y las vacunas, a investigación parlamentaria
Un editorial de la revista 'British Medical Journal' insta a los miembros del Parlamento británico a que inicien una investigación sobre el fraude del estudio de Andrew Wakefield que aseguraba que la vacuna de la triple vírica -sarampión, rubeola y paperas- causaba autismo en los niños.
Según la editora de la publicación, Fiona Godlee, deberían inspeccionarse de forma independiente al menos otros seis ensayos realizados por el doctor Wakefield y, por suspuesto, indagar en el papel de los coautores que participaron en el estudio de las vacunas y el autismo, realizado en University College London Medical School (Reino Unido).
En una carta enviada al Comité de Ciencia y Tecnología de la Casa de los Comunes de Inglaterra, Godlee afirma que si la universidad no convoca inmediatamente una solicitud independiente de investigación sobre este asunto, el Parlamento debe intervenir. Este tipo de conductas fraudulentas "son demasiado importantes como para que las instituciones las dejen pasar".
Sus conclusiones fueron un auténtico fraude y 'The Lancet' retiró el artículo, reconociendo que "nunca debió haberlo publicado". Detrás de este trabajo se escondían claros intereses económicos y así lo explicaba un editorial publicado también en 'British Medical Journal' a principios de este año. Concretamente, la editora de la publicación, Fiona Godlee, calificaba al estudio de Wakefield como "un fraude elaborado". Se hicieron pruebas inconvenientes a los niños, se fabricaron resultados y se ocultaron deliberadamente intereses económicos.
Wakefield no declaró en su momento que había sido contratado y pagado por Richard Barr, un abogado que reclutaba a padres de niños autistas para demandar a los fabricantes de la vacuna. El investigador recibía 180 euros a la hora, gastos aparte, por sus servicios de asesoría científica al abogado. A pesar de la falsedad del estudio, el pánico se extendió entre los padres de todo el mundo y fue a partir de entonces cuando adquirió fuerza el movimiento de progenitores que no vacunan a sus hijos, lo que ha originado que la incidencia del sarampión aumente después de estar prácticamente erradicado.
Como explica Godlee, Wakefield aseguraba en su estudio que había descubierto una enfermedad del intestino (enterocolitis) asociada a la vacuna de la triple vírica. Después de revisar todos los datos, los expertos afirman que no existe evidencia alguna sobre dicha asociación. Una nueva mentira más en una larga lista de falsedades.
Por esta razón, y con la intención de "'limpiar' la cara de la ciencia, el editorial reclama que la Universidad británica investigue el trabajo de Wakefield, para dar cuenta de todos los fraudes realizados, ya que parece haber muchos más de los que hasta ahora se habían contemplado", comenta Mara Parellada, psiquiatra infantojuvenil y coordinadora de la unidad AMI-TEA [atención integral a toda la población con trastornos del espectro autista] en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. "Investigaciones como esta no sólo perjudican la credibilidad de la ciencia sino que además (una vez detectadas las irregularidades de la misma) pueden generar abandonar líneas de investigación, como la relación entre autismo y vacunas, que era necesario investigar de forma rigurosa, cosa que afortunadamente se ha hecho en los últimos años".
Según Godlee, es necesario reflexionar sobre el escándalo del estudio de Wakefield y averiguar cómo es posible que sucedan cosas así, ya que "puede hacernos cuestionar el papel de nuestras instituciones académicas y nuestra integridad. Tenemos que saber qué pasó en este capítulo ignominioso de la medicina, quién lo hizo y por qué".
Por eso es fundamental que la Universidad donde se realizó el estudio indague sobre lo ocurrido y lo clarifique. Si no es así, "entonces tendrá que hacerlo el Parlamento, por el enorme daño que ha causado este acontecimiento en la salud pública", concluye Godlee.
Según la editora de la publicación, Fiona Godlee, deberían inspeccionarse de forma independiente al menos otros seis ensayos realizados por el doctor Wakefield y, por suspuesto, indagar en el papel de los coautores que participaron en el estudio de las vacunas y el autismo, realizado en University College London Medical School (Reino Unido).
En una carta enviada al Comité de Ciencia y Tecnología de la Casa de los Comunes de Inglaterra, Godlee afirma que si la universidad no convoca inmediatamente una solicitud independiente de investigación sobre este asunto, el Parlamento debe intervenir. Este tipo de conductas fraudulentas "son demasiado importantes como para que las instituciones las dejen pasar".
Un sinfín de falsedades
En 1998, Wakefield publicó su investigación en la revista 'The Lancet'. Examinó a 12 niños con autismo, síndrome de Asperger o epilepsia tratados en el hospital Royal Free de Londres. Según sus conclusiones, en nueve de los 12 participantes el trastorno se manifestó después de haber sido vacunados. Sin embargo, la realidad es que sólo a uno se le confirmó un autismo regresivo. Y no sólo eso. Al contrario de lo afirmado por Wakefield, lejos de estar sanos, a cinco de los pequeños se les había detectado previamente algún tipo de problemas en el desarrollo.Sus conclusiones fueron un auténtico fraude y 'The Lancet' retiró el artículo, reconociendo que "nunca debió haberlo publicado". Detrás de este trabajo se escondían claros intereses económicos y así lo explicaba un editorial publicado también en 'British Medical Journal' a principios de este año. Concretamente, la editora de la publicación, Fiona Godlee, calificaba al estudio de Wakefield como "un fraude elaborado". Se hicieron pruebas inconvenientes a los niños, se fabricaron resultados y se ocultaron deliberadamente intereses económicos.
Wakefield no declaró en su momento que había sido contratado y pagado por Richard Barr, un abogado que reclutaba a padres de niños autistas para demandar a los fabricantes de la vacuna. El investigador recibía 180 euros a la hora, gastos aparte, por sus servicios de asesoría científica al abogado. A pesar de la falsedad del estudio, el pánico se extendió entre los padres de todo el mundo y fue a partir de entonces cuando adquirió fuerza el movimiento de progenitores que no vacunan a sus hijos, lo que ha originado que la incidencia del sarampión aumente después de estar prácticamente erradicado.
Nuevas mentiras
Ahora, 'British Medical Journal' publica nuevas revelaciones sobre el fraudulento estudio, restando cualquier credibilidad que pudiera quedar de Wakefield y sus coautores, quienes siguen defendiendo su inocencia y, en el caso del principal investigador, continúa ejerciendo en EEUU después de que Reino Unido retirara su licencia médica.Como explica Godlee, Wakefield aseguraba en su estudio que había descubierto una enfermedad del intestino (enterocolitis) asociada a la vacuna de la triple vírica. Después de revisar todos los datos, los expertos afirman que no existe evidencia alguna sobre dicha asociación. Una nueva mentira más en una larga lista de falsedades.
Por esta razón, y con la intención de "'limpiar' la cara de la ciencia, el editorial reclama que la Universidad británica investigue el trabajo de Wakefield, para dar cuenta de todos los fraudes realizados, ya que parece haber muchos más de los que hasta ahora se habían contemplado", comenta Mara Parellada, psiquiatra infantojuvenil y coordinadora de la unidad AMI-TEA [atención integral a toda la población con trastornos del espectro autista] en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. "Investigaciones como esta no sólo perjudican la credibilidad de la ciencia sino que además (una vez detectadas las irregularidades de la misma) pueden generar abandonar líneas de investigación, como la relación entre autismo y vacunas, que era necesario investigar de forma rigurosa, cosa que afortunadamente se ha hecho en los últimos años".
Según Godlee, es necesario reflexionar sobre el escándalo del estudio de Wakefield y averiguar cómo es posible que sucedan cosas así, ya que "puede hacernos cuestionar el papel de nuestras instituciones académicas y nuestra integridad. Tenemos que saber qué pasó en este capítulo ignominioso de la medicina, quién lo hizo y por qué".
Por eso es fundamental que la Universidad donde se realizó el estudio indague sobre lo ocurrido y lo clarifique. Si no es así, "entonces tendrá que hacerlo el Parlamento, por el enorme daño que ha causado este acontecimiento en la salud pública", concluye Godlee.
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