JOSÉ ANTONIO BASTOS
"La cooperación engancha peligrosamente"
Presidente de MSF España desde diciembre, afronta el cargo con la experiencia que le da haber vivido el genocidio de Ruanda, el hambre en Somalia y la atención a presos iraquíes.
Isabel Gallardo Ponce - Lunes, 31 de Enero de 2011 - Actualizado a las 00:00h.
José Antonio Bastos es desde diciembre el nuevo presidente de la sección española de Médicos Sin Fronteras. El cargo llega 20 años después de sus primera misiones con la ONG en la epidemia de cólera de Bolivia, en Kurdistán, o intentando paliar la hambruna en Somalia y Kenia, cuando aún compatibilizaba las salidas al terreno con su trabajo de atención primaria en Barajas, Madrid. Creó la Unidad de Emergencias de la ONG y entre 2000 y 2003 fue director de Operaciones en la Sección Holandesa de MSF. En este tiempo también ha atendido a heridos de guerra en Afganistán y ha repetido el MIR en Australia, donde vivió durante tres años.
¿Por qué dejó la asistencia en primaria?
-La verdad es que la Medicina de Familia me ha gustado mucho siempre por la riqueza del trato con el paciente. Yo era un médico entusiasta y convencido. Aún creí que podía tener una vida normal, ser un médico normal en España y pedir excedencias o lo que fuera para ir o venir. Me costó mucho dar el paso de trabajar a tiempo completo con MSF. También es especialista en Medicina Tropical.-Sí. Hice Medicina de Familia en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid. En mi segundo año, llegó Rogelio López-Vélez para crear la Unidad de Medicina Tropical. Me convertí en su discípulo y ha sido mi referencia técnica. Rogelio ha hecho lo que yo querría hacer en desarrollo científico humano y también al pelear por la asistencia de los inmigrantes.
¿Qué le impresionó de la medicina humanitaria?
-La capacidad de poder encontrar protocolos relativamente simplificados para actuar en situaciones de emergencia y tener impacto. Lo que más profundamente me tocó fue la malnutrición en Somalia, Angola, Kurdistán... Tratar a niños que mueren de hambre es dolorosísimo. En el 94 y en el 96 trabajé en Ruanda y en el inicio del conflicto en el Congo, que aún existe. Ahí tuve que empezar a tratar heridas de guerra y de trauma. También estuve en Bosnia. Aquello me impresionó mucho; los ejercicios de crueldad humana extrema son impresionantes. Eso me abrió la mente a los aspectos políticos de justicia y de derecho internacional. Llegas a conocer de cerca a los perpetradores y puedes ver muy bien la diferencia entre el ejecutor soldado con el medio o alto cargo que lo está organizando... Es la visión del horror humano.
¿Qué misión recuerda más?
-La más dura fue Ruanda, pero en Colombia recuerdo entrevistas con líderes campesinos que querían que los guerrilleros admitieran a MSF de vuelta en la zona. Les decía: "si te quejas, te van a matar". Y ellos contestaban: "pero por lo menos mi gente va a tener atención médica". Todo el mundo cree que somos increíbles porque vamos bastante protegidos y organizados, y te encuentras gente alucinante jugándose la vida para que otros vivan un poco mejor.
¿Funciona bien la cooperación?
-A trompicones. Hay muchísimas cosas que mejorar. Está muy bien que exista preocupación, solidaridad; que haya tantas ONG es un síntoma de que hay preocupación en la sociedad civil. En detalle, el sistema oficial de ayuda humanitaria, con la ONU como punto focal y los departamentos de los gobiernos, deja mucho que desear. Lo que ha pasado en Haití es un ejemplo bochornoso. Creo que las grandes instituciones encuentran cada vez más fácil esperar a que se rompa una crisis en pedazos para pagar la ayuda humanitaria. Modestamente aceptamos que es un parche que aguanta a la gente viva hasta que la solución llega. El problema surge cuando los que tienen que buscarla se escudan en el parche...
Entonces, ¿se ponen parches pero no se soluciona el problema?
-Los parches son necesarios también. Hay quien dice: ¿Cómo puedes tratar a un niño de diarrea sin hacer nada por la prevención y el agua potable? Si lo que yo hago mejor es eso, no morirá hoy. Ojalá supiéramos solucionar el problema del desarrollo agrícola y la falta de alimentos o negociar la paz. Pero hay instituciones con recursos y con la responsabilidad legal de hacerlo; que lo hagan en vez de lanzarnos para escudar su falta de soluciones.
¿Empeorará ahora que la crisis ha reducido las donaciones?
-Los españoles deben ser los mejores occidentales del mundo. En MSF el apoyo de los socios no ha dejado de aumentar los dos últimos años. El Gobierno español es uno de lo únicos que pagó el 104 por ciento de lo que prometió a Haití. El resto pagó en torno al 10 por ciento.
¿La cooperación engancha?
-Peligrosamente, porque cambia tu vida. El riesgo real es el desarraigo... se va perdiendo contacto con la familia y los amigos. Llevo mucho tiempo siendo jugador en el campo y quizá ahora me toque ser entrenador una temporada.
¿Entrenará desde aquí o saldrá a jugar al terreno?
-También me tocará viajar y en alguna crisis grande me remangaré y me pondré a trabajar.
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lunes, 31 de enero de 2011
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