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ESPAÑA
FERNANDO RIVAS, VOCAL NACIONAL DE MÉDICOS EN FORMACIÓN DE LA ORGANIZACIÓN MÉDICA COLEGIAL (OMC)
Tribuna: Lo que el viento de los decretos MIR se llevó (y todavía no ha traído)
Tres años después de que se publicase el decreto que regula la formación de posgrado, la mayoría de las comunidades aún no han aprobado la norma que debe desarrollar ese decreto en sus servicios de salud. Aunque muchas se amparan en que previamente hay que aprobar el decreto de troncalidad, este retraso lastra la formación de los futuros especialistas.
Fernando Rivas, Vocal Nacional de Médicos en Formación de la Organización Médica Colegial (OMC) - Lunes, 31 de Enero de 2011 - Actualizado a las 00:00h.
El próximo 8 de febrero se cumplirán tres años exactos de la publicación del Real Decreto 183/2008, por el que se determinan y clasifican las especialidades en Ciencias de la Salud y se desarrollan determinados aspectos del sistema de formación sanitaria especializada. Con este real decreto se ponía fin a años de reivindicaciones de un colectivo, el de los especialistas en formación, que veía cómo se pergeñaba el marco legal que daba cabida a su actividad formativa. Y es que en 2006 vio la luz el primero de los decretos, el que regulaba la relación laboral especial de los residentes, que había servido de pistoletazo de salida para la normalización de un grupo de profesionales que hasta entonces estaban en el limbo, tanto laboral como formativo.
Llegaban vientos frescos que animaban al asociacionismo como nunca antes habíamos visto. Se ajustaban condiciones laborales mantenidas durante años en un nivel de precariedad injustificable y se hablaba claramente del papel asistencial, docente e investigador de unos profesionales con gran avidez de una formación excelente. Por fin se hablaba de tutores, de comisiones de docencia, de responsabilidad progresiva, de evaluación, de estancias formativas en otros centros..., y todo ello se hacía dentro de un real decreto que debía ser punto de partida de otras normas autonómicas que terminaran de configurar (atendiendo a las características propias de cada región) los aspectos más concretos de la norma estatal.
El vacío legal que existe en la mayoría de las regiones ha sacado a la luz varios incidentes, fruto del déficit de desarrollo normativo
Hasta ahí, los fuertes aires nuevos habían traído aromas de cambio, de progreso hacia una mejor articulación de nuestro sistema formativo. Creímos que pasaría igual que con el decreto anterior, y que en un año (el tiempo que la norma daba a los legisladores autonómicos para adaptar la ley a sus territorios) tendríamos 17 órdenes con sus correspondientes desarrollos. Vimos con admiración cómo algunas comunidades los aprobaban, incluyendo grandes avances en cuanto a tiempos de dedicación para los tutores, y creímos que las demás comunidades copiarían el modelo -con algún pequeño ajuste-, y se irían aprobando poco a poco en todas las regiones. Pero entonces el viento fue amainando, como habitualmente suele ocurrir, y nuestra voz ya no se dejaba oír con tanta fuerza. Fueron pasando los meses y los años, y a día de hoy el panorama no puede ser más desalentador. Apenas 4 ó 5 comunidades autónomas han hecho públicas sus órdenes/decretos, cuando se van a cumplir dos años del vencimiento de la moratoria para haberlas desarrollado.
Una vez más vemos con tristeza cómo la influencia política y la de la Administración dejan su huella en la formación de los especialistas
Este vacío legal no es nada trivial y ha sacado a la luz numerosos incidentes como consecuencia del déficit de desarrollo normativo. Así, tenemos que el papel del residente de primer año (R1) se ha visto seriamente alterado en muchos lugares, sobre todo en el área de urgencias, cuando se ha pasado a interpretar literalmente la ley. Por eso, la intención de garantizar una asistencia de mayor calidad y seguridad al paciente por parte de estos médicos recién incorporados al sistema (así como una supervisión que garantice la docencia y el adecuado aprendizaje) se ha desvanecido en numerosísimos modelos de ajuste que, en muchas ocasiones, han derivado en soluciones para salir del paso muy alejadas del espíritu de la ley. Hemos llegado incluso a ver una huelga de MIR por este motivo en ciudades como Granada, demostrando de nuevo que unidos somos un colectivo fuerte.
Y al final seguimos viviendo situaciones en algunos centros como la de ver a licenciados en Medicina (médicos de pleno derecho) atendiendo como estudiantes, sin poder hacer nada más que mirar; seguimos teniendo tutores que apenas pueden dedicar tiempo a orientar la formación de sus residentes, porque son elegidos para un trabajo que sólo es compensado en contadas ocasiones, y que, la mayoría de las veces, no se presta a evaluación ni seguimiento alguno. Y si hablamos del sistema de evaluación, no podemos dejar de lado el Libro del residente, un sistema que para muchos está obsoleto, porque ya no sirve como herramienta evaluadora, sino como un mero cuaderno de firmas, números y procedimientos.
Un retraso previo
¿A qué se deben todos estos problemas? Muchos pensamos que la demora de las comunidades en desarrollar sus decretos responde a una razón fundamentada -que no fundamental- en el retraso a la hora de aprobar el decreto de troncalidad. Es verdad que sin esta última ley muchos aspectos del decreto formativo se quedan cojos o, cuanto menos, faltos de esencia. Pero, ¿es suficiente excusa? ¿Hay algo más? La respuesta la tienen quienes no han cumplido con las exigencias de la ley, pero una vez más vemos con tristeza cómo la influencia política y la de la Administración dejan su huella en la formación de especialistas.
Podríamos quejarnos amargamente de que hemos perdido una oportunidad de oro de hacer una reforma profunda en nuestro sistema de formación, imbricando aún más el grado con el posgrado, y lo cierto es que hubo una posibilidad, pero muchas dificultades. Lamentarse no va a solucionar nada, y criticar el pasado, aún menos. Pero todo esto debe servirnos de acicate para trabajar en el presente por un futuro que sí tiene posibilidades de mejorar.
Si algo se llevó el viento de los decretos MIR fue el ímpetu de quienes se sentaron a negociar por una mejora que, aún hoy, no ha terminado de completarse. A ellos les debemos que sigamos tratando de llegar a acuerdos que mejoren la formación de nuestros profesionales. Y a fe que no es tarea fácil, pero si algo nos trajo el viento es conciencia de que se puede lograr.
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lunes, 31 de enero de 2011
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