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Hay que pagar la hipoteca
Ahora que todos los días se habla de las finanzas que estrangulan al mundo también sería conveniente hablar de una hipoteca que cuenta con una elevada cuota de impagados. Nos estamos refiriendo a la salud. Salvo casos de mala suerte, la salud suele venir regalada en un principio con nuestro nacimiento. El ADN que hemos heredado aporta, año tras año, un capital extenso para que la salud esté garantizada por un tiempo. Pero después de un largo periodo de carencia -también salvo excepciones- nuestra salud empieza a reclamar algo de pago para que el andar del reloj no haga mella de forma prematura y rebaje el montante saludable que viene con los genes. Esta hipoteca es fácil de pagar. Sólo hay que tener buenas costumbres y algo de voluntad. Y vivir en un país que dé facilidades para evitar el cigarrillo, en el que se coma basado en los colores (dieta mediterránea) y hacer del ejercicio una rutina y tratar de que el alcohol no suponga más de 50 gramos cada día.
Cumplir sin retrasarse con una prima de estas características no es caro ni difícil. Sin embargo, aún hay un porcentaje muy significativo de la ciudadanía empeñada en ser unos morosos. Un porcentaje alto continúa fumando, comiendo demasiado y mal, pasando muchas horas frente al televisor sin gastar las zapatillas de deporte. Y por si fuera poco bebiendo alcohol en cantidades muy superiores a las recomendadas. Y, de la misma forma que cuando no se paga al banco la hipoteca que debes la entidad financiera se queda con la casa, si se obvia cumplir con nuestra deuda en salud, ésta acaba por abandonarnos antes de lo que estaba programado en nuestras células.
Mientras creamos que la información en los medios de comunicación puede ser buena fuente de educación para la salud nosotros seguiremos insistiendo en cómo hay que cuidarla. Y utilizaremos todas las metáforas que creamos que sirven para ello. Esta de la hipoteca ha sido una de ellas.
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