miércoles, 16 de octubre de 2013

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Tópicos eternos: Sanidad pública versus Sanidad privada, de la complementariedad a la integración

Septiembre de 2013 - Javier Hernández. M.D, Ph.D Máster Dirección Sanitaria. Profesor Universitario Ciencias de la Salud. Asesor Dirección Fundación Bamberg

Los españoles pagamos mucho por una Sanidad que cada día es más cara e insuficiente, en muchos casos sin capacidad de elección y con un copago cuando queremos ir a establecimientos de titularidad privada. ¿Por qué? La respuesta es fácil: por prejuicios ideológicos que impiden la integración de la Sanidad pública y privada. Y claro en el momento actual, cuando más del 25 por ciento de la Sanidad está en manos privadas y la pública es manifiestamente insostenible y cada día tiene menos presupuesto, las consideraciones atávicas y emocionales deben ser superadas

Echando mano de las múltiples posibilidades que nos ofrecen las tecnologías de la información encuentro material para iniciar mi reflexión sobre el título que abre este artículo. El tópico es una frase breve que une contenidos semánticos fijos con expresiones formales recurrentes y se repite a lo largo de la historia. En nuestro caso, los tópicos provienen en su mayoría de la cultura clásica grecolatina o de la tradición bíblica. Resumiendo:. Galeno y a buen seguro Hipócrates tenían el dilema de la Sanidad pública o privada en sus agendas y no seré yo quien osadamente cierre un debate que con ironía constituye uno de los pilares de la civilización occidental.
Desde el advenimiento de Revolución Rusa, la tercera gran revolución de la historia moderna después de la francesa y la industrial, los estados occidentales en mayor o menor medida escogieron formas de gobierno, en general y con especialísimas excepciones, liberales en lo económico y sociales en lo que se ha denominado Estado del Bienestar. Esto es muy importante conocerlo y expresarlo, porque aunque se cumple más de un siglo y medio de la apología de Karl Marx en el Manifiesto Comunista y en el Kapital, a día de hoy nos encontramos a una gran parte del denominado pensamiento progresista o simplemente de izquierdas, rechazando el papel de las sociedades y empresas privadas en la Sanidad pública, simplemente por el hecho definitorio de que obtienen plusvalías del capital a costa de la salud de los ciudadanos. Desgraciadamente esto es así y, como decía Einstein, es más difícil cambiar un tópico que crear un átomo. Por eso, y en aras del progreso real y no el semántico, conociendo por la historia que el pensamiento de izquierda desde los estados generales de 1789 es más una emoción que una razón, corresponde al liberalismo social ser pragmático y liderar el dualismo público-privado hacia la integración.
Concretamente en España y, desde que el autárquico régimen del General Franco, a través de José Antonio Girón de Velasco, creó en 1942 la Seguridad Social para obreros y trabajadores al más puro estilo Bismarkiano, las relaciones de "lo" público y "lo" privado han cambiado mucho. En los años 40 del siglo pasado la Sanidad seguía un curso en cierto modo paralelo a la educación. Existía una exigua Medicina pública de Beneficencia en manos de entidades asistenciales de carácter local, en donde ejercieron grandes próceres como Cajal, Marañón o Jiménez Díaz, y una Medicina privada, también muy exigua, en manos fundamentalmente, como la educación, de órdenes religiosas. Con el advenimiento del SOE (Seguro Obligatorio de Enfermedad), se situó por primera vez a la Medicina nacional a nivel moderno, teniendo su esplendor en los años del desarrollismo (años 60) con la construcción de las famosas residencias sanitarias como La Paz, La Fe, Bellvitge... lo que contribuyó, y de qué manera, al hospitalocentrismo marca indeleble de la Sanidad española.
En este periodo de esplendor de la tecnocracia del Régimen, la Sanidad privada era un complemento o subsidio de la floreciente Sanidad pública. Montones de mini clínicas y consultorios particulares eran puestos a disposición de los ciudadanos para, en su gran mayoría, atender circunstancias menores, desde los juanetes a las fimosis y mayoritariamente los partos. En esta situación de complementariedad, la iniciativa privada no buscaba competir con la hegemonía de lo público, sino buscar su "nicho" de oportunidad basado en áreas de negocio que, por múltiples circunstancias, no se desarrollaban en los establecimientos de la Seguridad Social. En muchos casos, esta situación pasaba de la subsidiariedad a la  parasitación por clínicas y dispensarios privados, en connivencia con los facultativos que compartían ambos lados de la trinchera: por la mañana en el hospital se aprendía y por la tarde en la consulta privada se ganaba.
Esta situación, que todavía persiste en muchas áreas de la geografía española, ha dado paso a lo que el IDIS (Instituto para el Desarrollo e Integración Sanitario, excelente lobby que agrupa a las principales empresas del sector privado) define en su informe 2013 como la necesaria colaboración y coordinación público/privada. Este paradigma actual muy prometedor, que está enterrando a la subsidiariedad anterior, tiene múltiples ejemplos como especifica el citado informe, pero tal vez el más elocuente sea que a día de hoy la mayoría de las pruebas avanzadas en radiodiagnóstico se realizan en la Medicina privada. Los TAC de última generación incluidos PET-TAC suponen una inversión que en muchas ocasiones no puede ser sufragada por los presupuestos públicos que tienen que recurrir a la colaboración privada en nivel de igualdad para atender a sus pacientes. Ejemplos de colaboración los tenemos también en la realización de cirugía para reducir listas de espera en cataratas, hernias y múltiples procesos quirúrgicos.
Pues bien, actualmente estamos en este círculo vicioso o virtuoso (según como se mire), que va desde la obsoleta complementariedad subsidiaria a la actual colaboración coordinada. Podemos profundizar en esta última propuesta de colaboración como señalan la mayoría de los pensadores sanitarios, pero siguiendo el título del artículo me atrevo a avanzar proponiendo una nueva tesis que suponga un salto cualitativo y defina un nuevo paradigma como es la integración de la Sanidad pública y privada.
Simplemente Sanidad y salud como atributos del ciudadano. Sin sufijos ni prefijos. Un nombre propio sin adjetivos calificativos. Igual que definimos la democracia como un régimen donde un hombre representa un voto, un ciudadano debe tener un solo sistema sanitario. Conseguirlo sería más fácil de lo que podría parecer, sobre todo a nivel de  gestión. Lo realmente complicado es el nivel ideológico, y no sólo por la dificultad de romper con los tópicos como señalaba Einstein.
Lo estamos viendo a raíz de la polémica surgida con la externalización de servicios en la Comunidad de Madrid. Una importante parte de la ciudadanía tiene todavía muy enraizados los sentimientos estatalistas en lo referente a la Sanidad. Todavía existen muchos españoles que creen que el negocio de la Sanidad es ilícito. Todavía son muchos los compatriotas que creen que obtener plusvalías con el dolor y sufrimiento de los enfermos es criminal. En general existe al respecto mucha demagogia. No pretendo ser categórico sino pragmático porque sino este debate nos llevaría a la melancolía. Creo profundamente en la libertad y en el derecho de la gente a acertar pero también a equivocarse, máxime cuando las cosas no se explican bien. Por muy conocedor que seamos de los temas y de la razón que nos asiste basada en  cifras y datos, siempre hay que atender las opiniones de la mayoría, y hoy por hoy es mayoría en España la oposición al mal llamado  negocio de la Sanidad.
Por eso y en aras al pragmatismo que defiendo, mi apuesta es por una integración publico-privada basada fundamentalmente en las sociedades profesionales (SP).
Y ¿en qué consistiría básicamente este modelo de integración? Pues básicamente en conseguir que el ciudadano pueda elegir su prestador de todos los servicios de salud sin tener limitaciones en cuanto a la propiedad de los mismos. Los españoles pagamos mucho por una Sanidad que cada día es más cara e insuficiente, en muchos casos sin capacidad de elección y con un copago cuando queremos ir a establecimientos de titularidad privada. ¿Por qué? La respuesta es fácil: por prejuicios ideológicos que impiden la integración de la Sanidad pública y privada. Y claro en el momento actual, cuando más del 25 por ciento de la Sanidad está en manos privadas y la pública es manifiestamente insostenible y cada día tiene menos presupuesto, las consideraciones atávicas y emocionales deben ser superadas. Es cierto que conseguir a nivel de gestión la integración es complicado, pero no más que en otros sectores estratégicos como energía, defensa, comunicaciones, y se ha conseguido.
Las dificultades deben servirnos de estímulo. El no hacer nada es lo peor que podemos hacer. La integración puede ser el camino. Tenemos que escuchar a todos y superar prejuicios y tópicos. El primer paso sería incorporar al Sistema Nacional de Salud a todas aquellas empresas y sociedades liberales de profesionales que puedan prestar servicios sanitarios. Salvando las distancias, nadie se rasga las vestiduras porque le den un medicamento en el hospital o lo tenga que obtener en una farmacia mediante una receta. Estas sociedades profesionales (SP) pueden liderar un cambio necesario para romper el tópico público-privado y pasar de la complementariedad a la integración. El futuro siempre será de las ideas y en Sanidad las mejores ideas las tienen los profesionales, es su momento.

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