martes, 12 de mayo de 2009

Dinero, clima y microbios (y II) / JANO.es


Dinero, clima y microbios (y II)
Dra. Margaret Chan
Directora General de la Organización Mundial de la Salud
JANO.es
24 Abril 2009


La repercusión de la crisis global en la sanidad


Tenemos que prever otras amenazas para la salud. En momentos de crisis económica, las personas tienden a renunciar a la asistencia privada y a hacer más uso de los servicios públicos financiados. Esta tendencia llegará en un momento en el que los sistemas sanitarios públicos de muchos países no den ya más de sí y estén infradotados. En muchos países con rentas bajas, más del 60% del gasto sanitario procede de pagos directos del propio bolsillo del ciudadano.

La recesión económica aumenta el riesgo de que se descuide la asistencia, dejando la prevención en la cuneta. Que disminuya la prevención es especialmente inquietante en un momento en el que el envejecimiento demográfico y el aumento de las enfermedades crónicas son tendencias globales. Sabemos también que las mujeres y los niños son los primeros en sufrir un deterioro de las circunstancias económicas y de la disponibilidad de alimentos. Las mujeres también son las últimas en recuperarse cuando la situación mejora.

A las autoridades sanitarias les preocupa también que no se mantengan los niveles actuales de desarrollo sanitario internacional. El informe emitido recientemente por el Banco Mundial justifica plenamente esta preocupación. Las consecuencias serán graves.

Más de 3 millones de personas de países con rentas bajas y medianas reciben actualmente tratamiento antirretroviral para el VIH/SIDA. Han cobrado nueva vida. Las familias y comunidades se han reanimado. El tratamiento es, por descontado, para toda la vida. ¿Podemos, desde un punto de vista moral y ético, hacer recortes en esta área? Las consecuencias calamitosas son contagiosas. Las suspensiones del suministro de fármacos, especialmente para enfermedades como el SIDA, la tuberculosis o la malaria contribuyen a un gran número de muertes evitables. Dichas suspensiones aceleran también el desarrollo de resistencias farmacológicas.

Las formas de enfermedad resistente al tratamiento se extienden rápidamente por todo el mundo. Lo estamos viendo, ahora mismo, con un aumento de la tuberculosis multirresistente y el, aún más alarmante, de tuberculosis extremadamente resistente. Esta forma de enfermedad es prácticamente imposible de tratar, con porcentajes de mortalidad cercanos al 100%. Su propagación internacional nos haría retroceder a la era anterior al descubrimiento de los antibióticos. ¿Puede el mundo, realmente, permitirse otro riesgo de esta magnitud?

La vigilancia de las enfermedades emergentes contribuye a la seguridad mundial. Si la vigilancia básica y las capacidades de los laboratorios están comprometidas, ¿podrán las autoridades sanitarias percibir el próximo síndrome respiratorio agudo grave (SRAS) o la aparición de un virus pandémico con tiempo suficiente para advertir al mundo del peligro y mitigar sus efectos?

Sabemos que la ayuda externa para sanidad se ha más que duplicado desde que ha empezado el siglo. Reducir la ayuda económica externa sería realmente mortal. En todo el mundo, aproximadamente mil millones de personas viven ya en situaciones extremas. No cuesta demasiado arrojarlas al precipicio. Eso puede pasar con la crisis financiera. También puede suceder con el cambio climático. Las pruebas científicas son sobrecogedoras. El clima está cambiando. Los efectos ya se están notando.

El calentamiento del planeta será gradual, pero la frecuencia y la gravedad cada vez mayor de fenómenos meteorológicos extremos, como temporales intensos, olas de calor, sequías e inundaciones se harán sentir de forma brusca y repentina. Las dos tendencias afectan a algunos de los más importantes determinantes de salud: el aire, los alimentos y el agua. Se han identificado, con un alto grado de certeza, varias consecuencias para la salud. Aumentará la desnutrición y el número de muertes por enfermedades diarreicas. Habrá más tormentas e inundaciones que causarán más muertos y heridos, y las epidemias de cólera serán más frecuentes.

Las olas de calor causarán más muertes entre los ancianos, especialmente en las grades ciudades. Por último, el cambio climático podría alterar la distribución geográfica de los vectores que transmiten enfermedades, como los insectos que transmiten la malaria y el dengue. Todos estos problemas son ya enormes, se concentran principalmente en los países en vías de desarrollo y son difíciles de tratar.

Aunque el cambio climático, por su propia naturaleza, es un fenómeno mundial, sus consecuencias no se distribuirán de forma equitativa. Los científicos coinciden en que los países subdesarrollados serán los primeros y los más duramente afectados. Según las últimas proyecciones, África se verá gravemente afectada ya en 2020. Dentro de una década, las cosechas disminuirán en un 50% en algunas partes de África. En 2020, el estrés hídrico podría afectar hasta a 250 millones de africanos.

Imagínense cómo influirá en la seguridad alimentaria y la malnutrición. Imagínense sus repercusiones en la ayuda alimentaria. En muchos países africanos, la agricultura es la principal actividad económica para el 70% de la población. En el África pobre, el 90% depende de la agricultura para su sustento. No hay superávit. No pueden arreglárselas. No hay un cojín para amortiguar el golpe.

Actualmente, en algunas partes de Asia las mujeres pasan de seis a nueve horas diarias recogiendo agua. ¿Qué pasará cuando la escasez de agua sea mayor, como ya está pasando?

También tenemos que tener en cuenta lo que representarán estos cambios para la comunidad internacional. Más desastres, más inundaciones y más hambruna significan una mayor demanda de ayuda humanitaria. Está solicitud de ayuda llegará en un momento en el que la mayoría de los países estarán estresados ellos mismos por el cambio climático.

La comunidad internacional tendrá que enfrentarse también a un número cada vez mayor de refugiados medioambientales. Si la tierra está desértica o es salina, si las tierras bajas o costeras y las pequeñas naciones insulares están bajo el agua, estas personas no podrán permanecer en sus casas. Por lo tanto, los refugiados medioambientales se convertirán en una nueva ola de colonos que posiblemente añadirá tensiones internacionales.

Cualquier cosa que podamos hacer para disminuir la carga de enfermedad existente aumentará la capacidad nacional e internacional para enfrentarse a los nuevos problemas que lleguen con el cambio climático. Eso es otra buena razón para que sigamos firmes en nuestra persecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio relacionados con la salud.

Hasta ahora, el oso polar ha sido el símbolo perfecto del cambio climático. Tenemos que usar cualquier truco políticamente correcto y científicamente válido que esté a nuestro alcance para convencer al mundo de que la Humanidad es, realmente, la especie más importante amenazada por el cambio climático.

¿Puede el sector sanitario humanizar los otros problemas que vemos en este gran desorden mundial? ¿Está el sector sanitario en posición de dar una dimensión moral, de introducir un sistema de valores en las políticas que rigen nuestros sistemas internacionales? Dado el cometido de mi puesto actual, diré sin duda alguna que sí, pero tengo algunas razones sólidas para respaldar esta opinión.

Pero hay un tercer problema: la crisis global que surge del permanentemente cambiante mundo microbiano. Este problema es distinto de la crisis financiera y del cambio climático. Es diferente porque el sector sanitario es el más importante. El sector sanitario hace la política y la aplica mediante el Reglamento Sanitario Internacional. No tenemos que competir con intereses económicos. De hecho, han cambiado las tornas.

Las enfermedades emergentes y con tendencia epidémica se consideran amenazas a la seguridad internacional precisamente por el trastorno social y económico que causan. En la salud pública hay muy pocas estimaciones que se acerquen siquiera a los multimillonarios rescates financieros de los que oímos hablar prácticamente todas las semanas. Pero según las últimas estimaciones del Banco Mundial, la próxima gripe pandémica podría costar a la economía global más de un billón de dólares estadounidenses.

Los líderes mundiales nos dicen que la crisis financiera es tan grave e impredecible porque es el primer evento de ese tipo que se produce con las peculiares condiciones del siglo XXI. El SRAS, que afloró en 2003, fue la primera nueva enfermedad grave del siglo XXI. Como la crisis financiera, surgió en un momento de aumento radical de la interdependencia. Fue la primera enfermedad que se propagó rápidamente por el mundo a través de las rutas aéreas. Puso en peligro a cada ciudad que tuviera un aeropuerto internacional. Cerró aeropuertos, empresas, colegios y algunas fronteras. Paralizó las economías y paralizó a las personas temerosas.

Pero no olvidemos nunca que la respuesta al SRAS fue un esfuerzo deliberado por evitar que esta enfermedad se estableciera de forma permanente en este mundo, para impedir que se uniera a la liga de enfermedades mortales como el SIDA, la tuberculosis o la malaria. Fue una infección grave con la que se terminó rápidamente. La OMS y sus asociados pusieron fin al SRAS, lo pararon en seco, en unos cuantos meses. El sector sanitario se preparó. Funcionó la vigilancia, las alertas y los mecanismos de respuesta. Controlamos los riesgos. Y esta crisis no se nos escapó de las manos. Desde el principio de la epidemia, los mejores científicos del mundo se repartieron las competencias y trabajaron juntos, sin descanso, en un laboratorio virtual. Identificaron el virus en un mes. Este es el lado brillante de la globalización. Un ejemplo de colaboración y solidaridad ante una amenaza compartida. Vemos esta misma solidaridad internacional en apoyo de la campaña para la erradicación de la polio.

La preocupación por la salud también puede motivar conductas éticas de la industria, como cuando las empresas farmacéuticas rebajan los precios de las medicinas contra el SIDA. La preocupación por la salud puede hacer que la comunidad internacional se ponga de acuerdo para controlar algunos productos peligrosos, aunque muy rentables, como el tabaco.

Hay esperanza. Si tenemos que replantearnos el modo en que funciona el mundo y revisar algunos de nuestros sistemas internacionales, personalmente creo que la salud merecería un papel destacado. Nuestras políticas se guían por pruebas científicas y no por intereses personales. Tenemos de nuestro lado el poder y la objetividad del método científico. El sector sanitario tiene como meta los mejores intereses de la Humanidad, y entre sus puntos sobresalientes, una fuerte dimensión moral y un conjunto sólido de valores sociales. Continuemos aportando esperanza a este mundo que con tanta urgencia la necesita en este momento de transformación y de grave crisis.

“El calentamiento del planeta será gradual, pero la frecuencia y la gravedad cada vez mayor de fenómenos meteorológicos extremos, como temporales intensos, olas de calor, sequías e inundaciones se harán sentir de forma brusca y repentina. Las dos tendencias afectan a algunos de los más importantes determinantes de salud: el aire, los alimentos y el agua.”

“El oso polar ha sido el símbolo perfecto del cambio climático. Tenemos que usar cualquier truco políticamente correcto y científicamente válido que esté a nuestro alcance para convencer al mundo de que la Humanidad es, realmente, la especie más importante amenazada por el cambio climático.”

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