BLOG | Huelga en Sanidad
Madrid en la encrucijada sanitaria
Protestas en el Hospital La Paz durante las jornadas de huelga.| Alberto Di Lolli
Los políticos, la profesión peor valorada por la ciudadanía, parece que quieren echar un pulso serio a los médicos; por cierto, la actividad que mayor respeto recibe de nuestra sociedad.
El discurso de "lo mejor que tenemos en nuestra sanidad son sus profesionales -con los médicos al frente-", con el que se les ha llenado la boca durante tanto tiempo ha desaparecido. Al menos en Madrid. Angustiados por no llegar a fin de mes, sobrepasados por la crisis, incapaces de implementar soluciones coherentes, que tengan además un mediano consenso, los dirigentes tiran por la calle del medio del cortoplacismo de lo que es más barato. Una actitud errónea, hasta cierto punto es el elefante en la cacharrería. Quieren desmantelar, sin pedagogía previa, hospitales punteros, privatizar gestiones, disminuir personal y modificar planteamientos para ellos geniales hace tan solo meses.
De este modo consiguen lo que no había pasado en muchas décadas: tener a toda la profesión sanitaria en su contra. Y sin los sanitarios, mal que les pese, no existe la sanidad.
Cuando una consejería recibe la carta de protesta de nada menos que de 600 jefes de servicio de sus hospitales públicos, tendría que tomar nota en lugar de responder a ella en un tono que no apunta precisamente a la concordia.
Hace ya mucho tiempo que se viene diciendo que la Sanidad Pública está amenazada. Son años repitiendo la misma cantinela de que "ya llega el lobo" y éste no aparece al menos con peligro. Pero si no lo ha hecho hasta ahora es porque la mayoría de los profesionales de la sanidad ha aguantado el tipo cumpliendo sobradamente con sus obligaciones.
Lo que ocurre es que a nadie -a los políticos- le interesó acometer reformas graduales, gestionar la eficacia y la eficiencia, comunicar bien, obtener alianzas razonables, discutir con sensatez los presupuestos, contar con todos los agentes (pacientes incluidos) y renunciar a tirarse los trastos de forma continuada entre partidos de uno u otro signo cada vez que se hablaba de temas sanitarios. A pocos se les ocurrió la trascendencia de conocer con rigor la realidad, porque en España la transparencia es algo de marcianos y conocer resultados clínicos y de gestión, un lujo inalcanzable.
Por eso y por algunas cosas más, "el lobo" parece que ha llegado y el declive de la joya de la corona ya es patente. Triste cuando se tuvo una sanidad buena a precio razonable durante varias décadas.
Es difícil vislumbrar soluciones. No las habrá si no se restablece la armonía y si no aparecen los líderes de altura (respetados por todos) que se necesitan en la primera fila del carro del que hay que tirar. No habrá remedios si no se informa mejor de lo que se ha estado haciendo y de lo que se va a hacer. Al final acabará pagando el ciudadano los platos que no ha roto. Y eso pasa quizá porque España tiene una sociedad demasiado pasiva incluso cuando es la salud lo que está en juego.
El discurso de "lo mejor que tenemos en nuestra sanidad son sus profesionales -con los médicos al frente-", con el que se les ha llenado la boca durante tanto tiempo ha desaparecido. Al menos en Madrid. Angustiados por no llegar a fin de mes, sobrepasados por la crisis, incapaces de implementar soluciones coherentes, que tengan además un mediano consenso, los dirigentes tiran por la calle del medio del cortoplacismo de lo que es más barato. Una actitud errónea, hasta cierto punto es el elefante en la cacharrería. Quieren desmantelar, sin pedagogía previa, hospitales punteros, privatizar gestiones, disminuir personal y modificar planteamientos para ellos geniales hace tan solo meses.
De este modo consiguen lo que no había pasado en muchas décadas: tener a toda la profesión sanitaria en su contra. Y sin los sanitarios, mal que les pese, no existe la sanidad.
Cuando una consejería recibe la carta de protesta de nada menos que de 600 jefes de servicio de sus hospitales públicos, tendría que tomar nota en lugar de responder a ella en un tono que no apunta precisamente a la concordia.
Hace ya mucho tiempo que se viene diciendo que la Sanidad Pública está amenazada. Son años repitiendo la misma cantinela de que "ya llega el lobo" y éste no aparece al menos con peligro. Pero si no lo ha hecho hasta ahora es porque la mayoría de los profesionales de la sanidad ha aguantado el tipo cumpliendo sobradamente con sus obligaciones.
Lo que ocurre es que a nadie -a los políticos- le interesó acometer reformas graduales, gestionar la eficacia y la eficiencia, comunicar bien, obtener alianzas razonables, discutir con sensatez los presupuestos, contar con todos los agentes (pacientes incluidos) y renunciar a tirarse los trastos de forma continuada entre partidos de uno u otro signo cada vez que se hablaba de temas sanitarios. A pocos se les ocurrió la trascendencia de conocer con rigor la realidad, porque en España la transparencia es algo de marcianos y conocer resultados clínicos y de gestión, un lujo inalcanzable.
Por eso y por algunas cosas más, "el lobo" parece que ha llegado y el declive de la joya de la corona ya es patente. Triste cuando se tuvo una sanidad buena a precio razonable durante varias décadas.
Es difícil vislumbrar soluciones. No las habrá si no se restablece la armonía y si no aparecen los líderes de altura (respetados por todos) que se necesitan en la primera fila del carro del que hay que tirar. No habrá remedios si no se informa mejor de lo que se ha estado haciendo y de lo que se va a hacer. Al final acabará pagando el ciudadano los platos que no ha roto. Y eso pasa quizá porque España tiene una sociedad demasiado pasiva incluso cuando es la salud lo que está en juego.
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