lunes, 2 de noviembre de 2009

La verdadera Pandemia - REVISTA MEDICOS | Medicina Global |


La verdadera Pandemia
Por el Licenciado
Víctor Norberto Cerasale [MBA R&D]

El mundo se ha visto sorprendido este año por una mutación viral importante, tal la aparición del H1N1, novedoso aporte que mezcla genes aviarios, porcinos y humanos. No demasiado virulento aunque sí hábilmente expansivo, quizás gracias a las bondades de la globalización.
Tal sucedió con el SARS en el 2003 (gripe aviaria) que invadió el sudeste asiático y luego se trasladó a Europa. La OMS y sus mecanismos actuaron en consecuencia generando acciones no siempre bien diseñadas ni siempre bien pensadas, que contribuyeron a una confusión de grandes proporciones.
Por entonces, ocurrieron ciertos hechos que aportaron dudas genuinas sobre el origen viral, los que curiosamente se han reiterado en esta oportunidad, ajustados a los tiempos que corren.
Más allá de aquello que la “inteligencia colectiva” (social) rápidamente detecta, las autoridades sanitarias locales contribuyeron en algunos casos a acrecentar los focos de confusión manipulando datos epidemiológicos, asistenciales, y forenses, sin asumir que la gente tiene sus mecanismos de inmunidad informativa bastante bien desarrollados y supera casi sin dificultad la usualmente pobre imaginación de los funcionarios políticos y político-técnicos.
Los unos se preocupan por asegurar que el genoma viral es replicante-universal, mientras que se fundamentan en que los indicadores epidemiológicos no difieren substancialmente de aquellos que se representan cada año por la expresión de la influenza tradicional. Al mismo tiempo, los otros (sociedad) perciben que no todo lo que se dice es toda la verdad y hasta quizás, ni siquiera una parte substanciosa de la misma. Dicha conducta incrementa el sentimiento de indefensión social…
No obstante ello, los países con economías emergentes (sumergidas diría yo) no están acosados solamente por el H1N1, sino por un volumen significativo de problemas epidemiológicos que no han ameritado consideración política alguna, algunas de dicha expresiones podrían ser: las hepatitis, chagas-mazza, hanta-virus, encefalitis de San Luis, meningitis, leishmaniasis, malaria, dengue, sida, tuberculosis, y el etcétera que vendría a ser un virus multifacético que comprende o puede hacerlo cualquier cosa que desde la función pública no se percibe… o simplemente se niega, por las dudas.
En tal sentido, cabe un reconocimiento diferencial y “monumental” al personal sanitario que ha intervenido por estas horas en resolver esta “novedad viral” con los escasos medios (casi nulos) disponibles, como también a las Sociedades Científicas que han hecho un aporte genuino a favor de asistencialistas y pacientes. ¿Cuántos son estos últimos?, no tiene demasiada importancia salvo para las estadísticas siempre odiosas ya que el paciente, aun siendo parte de ellas, prefiere estar en los números azules y no en los rojos (decesos).
Una vez más, el equipo de salud ha sacado “conejos de la galera” para sortear la dificultad y ello, aun cuando el Estado Nacional nunca lo pague y mucho menos lo reconozca… no tiene precio.
Pero la verdadera pandemia no es ésta ni tampoco se representa en la circunstancia. Antes bien, el drama se centra en todo aquello que políticamente “no se hace” cuando corresponde partiendo del supuesto (infame, negligente, impericial) de que la calamidad nunca va a ocurrir. De este modo la exclusión y marginación sociales se acrecientan y arrastra a la desnutrición e incapacidades acumulativas y se trasforma en el caldo de cultivo adecuado para que cualquier problema por mínimo que este sea, se transforme finalmente en un tsunami de daños que nunca se terminarán de medir y que tampoco se dejarán de padecer…
Como siempre repito, los ejemplos son todos odiosos y no vale la pena traerlos a colación, total con ello no se resuelve nada…
Recorriendo las páginas médicas y epidemiológicas del mundo, se aprecia que algunos se destacan por su capacidad de planificación al tiempo que otros lo hacen por su capacidad para subestimar lo inevitable. En salud, negar, subestimar, despreciar, negar, manipular, tergiversar, deberían ser verbos excluidos por LEY, sin embargo muchos economistas persisten en sostener que la salud es un hecho económico con consecuencias sociales y no reconocen que es exactamente a la inversa: “un hecho social con consecuencias económicas”, que cuanta menos atención reciba peor daño sufrirá impactando brutalmente en los presupuestos.
Cada dólar que no se invierta en la Atención Primaria se pagará por dos en el segundo nivel, pero será matemáticamente geométrico en el tercer nivel. No obstante que la ecuación haya sido verificada científicamente, los funcionarios de este lado del mundo emergente no entienden de fórmulas, mucho menos de planificaciones estratégicas y ni qué hablar de tableros de control que permitan anticipar las “crisis” y disminuir los “caos”. Habitualmente, la urgencia eclipsa a la prioridad.
Pero pandemia no es una palabra, aún cuando sirva para definir algo, constituye per se una situación crítica que amerita acciones coordinadas de un montón de estamentos y aquella remanida frase de “estamos aprendiendo” aparece como una justificación propia de las impericias. Y más allá de la palabra y su significancia, las personas no son números ni tampoco estadísticas impersonales, son individuos con derechos elementales básicos que deben ser garantizados por los estados a los cuales pertenecen. Lo expuesto es un más o menos sí, más o menos no, aún cuando la salud de las personas no lo sea de ninguna forma.
En nuestro país (la Argentina), nadie mide los días laborales caídos porque son tantos que no habría fórmula matemática que los cuantifique, pero lo mismo sucede con los seguros laborales caídos, los días educativos perdidos, etc. aún cuando ello impacte dramáticamente en la economía (PBI, gasto social consolidado, y más). Esa parte de las estadísticas (importante por cierto) no parecen tener significancia política alguna.
Es por demás llamativo cómo habiendo una Secretaría que se ocupa de los precios de los productos, no tuvo en cuenta el desmadre de los precios de aquellos insumos prioritarios para resolver la coyuntura facilitando que los mismos se quintuplicasen a favor de pocos y en desmedro de los muchos. Ello revela una vez más que el país carece de políticas sociales ciertas, mal que nos pese.
Algunas de las medidas adoptadas han sido efectivas y justo es reconocerlo. Coordinar el ámbito público con el privado a efecto de evitar las tediosas saturaciones de los servicios ha sido una de ellas. De ello, debería extraerse la experiencia en forma de mecanismo legislativamente homologado para que ante una emergencia semejante el problema se resuelva de forma conjunta con costos a cargo del Estado Nacional. La pauta es o deberían serlo condiciones propias de “epidemia” o “pandemia” que no requieren pasar por otra coyuntura vergonzosa como lo fue la emergencia sanitaria con el dengue, que en vez de salvaguardar vidas protegió pellejos políticos. No le hace bien al estado de derecho.
Por estas horas los organismos internacionales que trabajan seriamente (aunque no lo parezca o aunque mucha gente lo desconozca, nosotros tenemos unos cuantos…) están siguiendo muy de cerca las expresiones virales de la influenza y están emitiendo comunicados que se actualizan tan pronto como existe una novedad de fondo. Ello es importante como política pública a favor de los pacientes y sus familias, por ende de la sociedad, usualmente subestimada.
Un país en serio, demanda “inteligencia sanitaria” ya que funcionario público puede ser cualquiera. La inteligencia sanitaria se construye con coordinación genuina y ella se arma mediante planificaciones estratégicas a largo plazo, fundadas en presupuestos ciertos y atendiendo las necesidades de la población y no las visiones de los que ejecutan la función pública.
Siendo testigo del avance y crecimiento de la acción coordinada de las sociedades de pacientes en el mundo entero, demostrando que las carencias de gestión que hay desde los ministerios y sus secretarías son temibles y afectan al universo de pacientes, y observando que las carencias de unos (funcionarios) se revelan en contraposición a las capacidades usualmente descalificadas de los miles que asumen como propias acciones omitidas por el estamento político, aparece como prudente efectuar un fuerte llamado de atención para que se modifique el curso de lo actuado hasta aquí… no sea cosa que a algún otro virus se le ocurra mutar en un hepta-genoma indescifrable y alguien se quede sin argumentos para justificar lo habitualmente injustificable que es el subestimar al prójimo.

Conclusión: la verdadera pandemia es la impericia de la función pública…

Licenciado Víctor Norberto Cerasale. 2009-07-28 Copyright by Cerasale, 2009.
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