El éxodo de médicos y enfermeras se duplica por los recortes sanitarios
Las salidas de profesionales van parejas al aumento del paro
Los contratos eventuales no se renuevan y las bajas no se cubren
La mayoría emigra a Europa
Eskilstuna, una coqueta ciudad sueca a unos 120 kilómetros al oeste de Estocolmo, sede de Volvo y lugar de residencia de la cantante morena de Abba, será el próximo hogar de Jorge Sotoca y Mercedes López. Él es pediatra; ella, oftalmóloga. Tienen 32 años. El próximo febrero empiezan a trabajar en el hospital del municipio, un centro terciario que da cobertura a unos 400.000 habitantes de la región. Con ellos viaja su hija de un año. Ya tienen el contrato (indefinido) firmado. Hasta elegida la guardería. Van a ser emigrantes. Y tienen muy claro por qué se marchan de España: “Inestabilidad laboral, incertidumbre por los acontecimientos por venir, escasas posibilidades de crecimiento profesional y la posibilidad de darle un futuro mejor a nuestra hija”, resume Sotoca.
La crisis y los recortes en sanidad están expulsando del sistema a profesionales muy cualificados en cuya formación la sociedad ha invertido millones de euros. Médicos y enfermeras cuya salida laboral consiste, y eso si tienen suerte, en contratos que se renuevan mes a mes y remotas posibilidades de obtener un puesto que no sea precario. Ante tal panorama, muchos deciden emigrar.
La Organización Médica Colegial, la entidad que agrupa a todos los colegios de España, ha emitido 948 certificados de idoneidad en los primeros seis meses de este año. Este documento es necesario para trabajar en la Unión Europea y, a falta de datos del Ministerio de Sanidad —que afirma no disponer de ellos—, un termómetro para medir la fuga de facultativos. A juzgar por las cifras, no deja de aumentar: en 2011 se expidieron 1.435 certificados y en 2010, 1.248. Suponen solo una parte de los emigrantes, ya que este documento no es necesario en países fuera de Europa. Lo mismo ocurre con los enfermeros: en 2010 se fueron como mínimo 675 mientras que en 2011 hicieron las maletas 914. Este año ya se han marchado casi 400.
En paralelo al éxodo —que se asemeja al de los años 1990 cuando miles de profesionales hicieron las maletas para viajar a Reino Unido o Portugal— se observa otro fenómeno. El paro entre médicos y enfermeras, colectivos poco acostumbrados a tener que recurrir al Inem, está subiendo. Tanto que se ha más que doblado en el último año y medio, con un acelerón en este primer semestre de 2012. Hay 13.400 enfermeros registrados como parados en los servicios públicos de empleo; a finales de 2010 eran 6.400. No era el caso de Sotoca y López, que estos días descansan en un pequeño pueblo de Ponferrada antes de empezar el curso intensivo de sueco que les paga el hospital (cuatro meses, con beca de 700 euros al mes). Él llevaba tres años firmando contratos eventuales en hospitales comarcales de Castilla-La Mancha —últimamente solo de un mes—; ella pudo firmar una vacante.
Muchos médicos jóvenes les considerarían afortunados. “Los residentes que han terminado en mayo se han encontrado con que su salida es hacer guardias o ir a engrosar las listas del paro”, se lamenta el vicepresidente de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (Cesm), Tomás Toranzo. “Estamos preocupados porque esto no ha hecho más que empezar. Que tengan que marcharse con lo que se ha invertido en ellos es un despilfarro de recursos. Nos estamos descapitalizando de profesionales muy cualificados”, añade. Los estudios que maneja el Cesm afirman que formar a cada especialista cuesta unos 200.000 euros.
La situación ha cambiado radicalmente desde que en 2009 el ministerio de Sanidad alertara de la falta de médicos. Entonces el departamento que dirigía Bernat Soria afirmaba en un informe que el país necesitaba de manera urgente 3.200 facultativos para cubrir las necesidades sanitarias de la población. El déficit en 2025 sería de más de 25.000 profesionales, auguraban. El Gobierno llegó a plantearse aumentar las plazas universitarias y de residencia y agilizar las convalidaciones de profesionales extranjeros. Conclusiones con las que nunca estuvieron de acuerdo los colegios de médicos, que consideraban que más que faltar profesionales lo que ocurría es que estaban mal repartidos por especialidades.
Los ajustes económicos han convertido ese debate en cenizas, y el éxodo de profesionales sanitarios no ha hecho más que comenzar. Juan José Rodríguez Sendín, presidente de la Organización Médica Colegial, calcula que dentro de dos años habrá más de 10.000 médicos en paro. “No se han recortado las plazas de las facultades de Medicina, cada año salen 7.000 nuevos médicos y en esta situación muchos irán directamente al paro, así que una solución es irse. Algunos lo hacen por voluntad, pero la mayoría se va porque prácticamente no les queda otro remedio”, afirma.
Es el caso de María Martina, de 30 años, que estudió la carrera de Medicina en Argentina. De familia materna española, se decidió por Barcelona para especializarse en nefrología en el hospital Clínic. Terminó el MIR el año pasado y desde entonces ha estado trabajando en diálisis en clínicas privadas. Este lunes mismo cogía un avión en El Prat con destino Baltimore (EE UU). “Me interesa mucho el hospital, la posibilidad de hacer investigación en inmunología, y el salario”, resume. En el Clínic, asegura, no hay contratos para nuevos especialistas. “Si me hubieran ofrecido algo me hubiera quedado”, señala. “Como país no conviene que nos marchemos. Es una pérdida enorme de dinero en formación”, concluye.
A Máximo González Jurado, presidente del Consejo General de Colegios de Enfermería, le inquieta esa pérdida. “España está formando magníficos profesionales y es una pena que se los estén llevando otros países cuando las plantillas de enfermeras son deficitarias y en algunas comunidades autónomas y hospitales están bajo mínimos”, dice. España tiene unas 541 enfermeras por cada 100.000 habitantes, frente a las 797 de media en la UE. “Y con los recortes, la no renovación de contratos de interinos y laborales, la no sustitución de bajas, entre otras medidas, la situación no ha hecho sino empeorar”, apostilla.
Los colegios profesionales tienen tan claro que una de las salidas es hacer las maletas que se plantean establecer un sistema para ayudar a los que se marchen. “Hay que ver cómo se les puede facilitar con garantías”, dice Sendín. Mientras, muchos tienen dos opciones. Buscarse la vida por su cuenta, como hizo Martina, o recurrir a una agencia de colocación especializada, como las que están proliferando.
HCL Nursing es una de ellas. Está especializada en reclutar enfermeros europeos para trabajar en hospitales públicos británicos. “Ayudamos a los profesionales a conseguir alojamiento, pagamos el primer mes de renta y aseguramos un mínimo de 300 libras a la semana, horarios flexibles, uniformes y formación”, explica María Pineros, una de sus responsables de recursos humanos.
Pablo Rubio recurrió a ellos, pero una vez llegado a Reino Unido. Enfermero de 24 años, lleva nueve meses trabajando en Londres y está encantado. Explica que ninguno de sus compañeros de promoción de la Universidad Cardenal Herrera de Castellón está trabajando en España. “Nadie. Solo tenemos empleo los que estamos fuera”, dice. Rubio trabaja en varios hospitales del Este de Londres y en atención domiciliaria del Oeste. Hace turnos de 12 horas durante tres días a la semana. El resto libra. “Hay una flexibilidad que en España no tenemos. El trabajador está muy bien cuidado y con lo que me pagan puedo vivir bien, pagar la renta, la comida y el transporte y además me queda algo para ahorrar”, dice. No sabe cuándo volverá a España. “Tengo muy claro que estaré unos años, como mínimo hasta que las cosas allí se normalicen. Aquí ya tengo mi entorno, amigos que ya son como mi pequeña familia. Y cada vez somos más”, señala.
Reino Unido es, junto a Francia y Portugal, uno de los destinos favoritos para los profesionales españoles.
Hay trabajo y los médicos y enfermeros formados en España son apreciados. Andrea Martín decidió marcharse a Alemania, donde también hay buenas oportunidades. Esta enfermera de 23 años cuenta que siempre tuvo idea de pasar un tiempo en el extranjero, haciendo un máster o voluntariado. Pero la crisis la llevó directamente a buscar un empleo. A emigrar. “Con los recortes no te queda otra que irte fuera. En España no hay trabajo, y el poco que hay es en condiciones bastante miserables”, dice. Así, empezó a mirar ofertas hasta que encontró la empresa que la contrató, una organización que ofrece cuidados intensivos a domicilio. Buscaban enfermeras españolas y acudieron a Madrid a hacer las entrevistas. Ahora Martín está completando el curso de formación —pagado por la empresa, que además le paga un sueldo de 700 euros al mes hasta que lo acabe— para sacarse el diploma de alemán que necesita para trabajar. Le queda un mes para completar el programa. Después empezará a trabajar por algo más de 1.800 euros al mes. “No es que sea un sueldo altísimo, es menos de lo que les suelen pagar a los alemanes, pero a nosotros nos dan el curso y tenemos un tutor hispanohablante. Así que para empezar está bien”, dice.
Mats Ignell, director de selección de personal de la agencia Medicarrera —la que usaron Sotoca y López para encontrar su puesto en Suecia—, constata que los profesionales españoles tienen cada vez más interés por trabajar en el extranjero. Además, están muy bien valorados. Lo ve todos los días en su empresa, especializada en los países escandinavos, donde se buscan radiólogos, pediatras, geriatras, nefrólogos... Ellos seleccionan personal, enseñan el idioma y se ocupan de la mudanza (vivienda, colegio para los niños...). “Las clases de idioma las pagan los hospitales. Tienen que hacerlo. No se trata de inglés o alemán, sino de idiomas que nadie habla”, explica Ignell.
No es fácil aprenderlos, pero es una buena salida ante la radiografía de un sistema nacional de salud español asfixiado por un recorte de casi 10.000 millones de euros. Y ese ajuste no será único. “Lo peor está por llegar, se temen muchos más despidos en otoño”, recuerda Francesc Duch, secretario general del sindicato Metges de Catalunya. Los recortes —no solo de sueldo, también en cierres de centros sanitarios— empezaron en esa comunidad el año pasado, por lo que los médicos catalanes fueron pioneros en movilidad laboral forzosa. Empezaron buscando empleo en otras comunidades. “Ahora esos destinos están igual de mal, así que se van al extranjero. Si antes el país receptor era Portugal, ahora se marchan a Inglaterra, Noruega y otros países nórdicos, y Estados Unidos”, señala.
Es lo que ha hecho Sergi Ortiz-Alinque. Este médico de familia de 32 años ha pasado de vivir en una casa de tres plantas en Barcelona a un pequeño apartamento de 30 metros en el centro de Londres. Es en lo único en lo que ha perdido calidad de vida. En el resto, dice, ha salido ganando. Lleva siete meses trabajando en un centro de salud de la capital británica. Se siente valorado y apreciado. En su caso, fue el empeoramiento de las condiciones laborales y la falta de voluntad de las Administraciones para mejorar las cosas lo que le empujó a hacer las maletas. Cuando se marchó tenía un contrato de interino en un centro de salud y estaba en espera de una plaza de funcionario. Ahora ya es suya, pero no tiene pensado volver. Al menos de momento.
“Las cosas en España están cada vez peor, el horario es terrible, los médicos ven a más pacientes en menos tiempo y por un salario más bajo… y las autoridades tampoco tienen ganas de mejorar las cosas”, dice.
Yolanda Robles, de 40 años, ha decidido volver al país en el que hizo la residencia: Reino Unido. Se fue tras licenciarse en Medicina en Oviedo y además de especializarse en Familia se quedó a trabajar: al final acabó quedándose diez años en Gales. “Ganaba aproximadamente tres veces más que en España, y eso que nunca busqué empleos con un incentivo salarial”, explica. Un problema familiar la obligó a acercarse a Cádiz hace dos años. Empezó en Gibraltar, pero ahora lleva encadenando contratos precarios, de un mes, en centros de salud gaditanos. “Tenía ganas de conocer el sistema español, pero me está asustando mucho lo que veo. Da mucha pena la comparación. La precariedad es tal que se entiende perfectamente la desgana y la desilusión de los médicos”. Y está el problema de la formación: “Allí tenía diez días liebres al año para formarme y un presupuesto de 1.000 libras para cursos. Aquí los cursos se hacen por la tarde, fuera del horario laboral, y te los pagas tú”.
Ortiz-Alinque —que ya había hecho una pequeña estancia de 15 días con el programa Spandoc— cuenta que ahora sus condiciones laborales son muy buenas: “Las sesiones son de cuatro horas y diez minutos, en ese tiempo tienes un máximo de 20 pacientes. En España ves a 40 seguidos”, dice. El sueldo tampoco está mal. “Puedes cobrar casi el doble por trabajar menos y en mejores condiciones. Además, pagan cursos de formación”, remarca. Le apena que los profesionales se vean obligados a marcharse. “La gente que se va es valiosa, profesionales jóvenes, con ideas y ganas de cambiar las cosas. Pero no es momento de quedarse en España”, dice. “Dentro de tres o cinco años querrán que regresemos. Tendrían que tenernos localizados, porque se volverán a necesitar médicos; y los que estamos fuera podemos aportar mucho”, dice.
El problema será que vuelvan. Puede que muchos se hayan establecido ya en otros países. Talento joven y formado en España con mucho dinero y esfuerzo que ofrece ahora algunos de sus mejores años en el extranjero.
La crisis y los recortes en sanidad están expulsando del sistema a profesionales muy cualificados en cuya formación la sociedad ha invertido millones de euros. Médicos y enfermeras cuya salida laboral consiste, y eso si tienen suerte, en contratos que se renuevan mes a mes y remotas posibilidades de obtener un puesto que no sea precario. Ante tal panorama, muchos deciden emigrar.
La Organización Médica Colegial, la entidad que agrupa a todos los colegios de España, ha emitido 948 certificados de idoneidad en los primeros seis meses de este año. Este documento es necesario para trabajar en la Unión Europea y, a falta de datos del Ministerio de Sanidad —que afirma no disponer de ellos—, un termómetro para medir la fuga de facultativos. A juzgar por las cifras, no deja de aumentar: en 2011 se expidieron 1.435 certificados y en 2010, 1.248. Suponen solo una parte de los emigrantes, ya que este documento no es necesario en países fuera de Europa. Lo mismo ocurre con los enfermeros: en 2010 se fueron como mínimo 675 mientras que en 2011 hicieron las maletas 914. Este año ya se han marchado casi 400.
En paralelo al éxodo —que se asemeja al de los años 1990 cuando miles de profesionales hicieron las maletas para viajar a Reino Unido o Portugal— se observa otro fenómeno. El paro entre médicos y enfermeras, colectivos poco acostumbrados a tener que recurrir al Inem, está subiendo. Tanto que se ha más que doblado en el último año y medio, con un acelerón en este primer semestre de 2012. Hay 13.400 enfermeros registrados como parados en los servicios públicos de empleo; a finales de 2010 eran 6.400. No era el caso de Sotoca y López, que estos días descansan en un pequeño pueblo de Ponferrada antes de empezar el curso intensivo de sueco que les paga el hospital (cuatro meses, con beca de 700 euros al mes). Él llevaba tres años firmando contratos eventuales en hospitales comarcales de Castilla-La Mancha —últimamente solo de un mes—; ella pudo firmar una vacante.
Muchos médicos jóvenes les considerarían afortunados. “Los residentes que han terminado en mayo se han encontrado con que su salida es hacer guardias o ir a engrosar las listas del paro”, se lamenta el vicepresidente de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (Cesm), Tomás Toranzo. “Estamos preocupados porque esto no ha hecho más que empezar. Que tengan que marcharse con lo que se ha invertido en ellos es un despilfarro de recursos. Nos estamos descapitalizando de profesionales muy cualificados”, añade. Los estudios que maneja el Cesm afirman que formar a cada especialista cuesta unos 200.000 euros.
La situación ha cambiado radicalmente desde que en 2009 el ministerio de Sanidad alertara de la falta de médicos. Entonces el departamento que dirigía Bernat Soria afirmaba en un informe que el país necesitaba de manera urgente 3.200 facultativos para cubrir las necesidades sanitarias de la población. El déficit en 2025 sería de más de 25.000 profesionales, auguraban. El Gobierno llegó a plantearse aumentar las plazas universitarias y de residencia y agilizar las convalidaciones de profesionales extranjeros. Conclusiones con las que nunca estuvieron de acuerdo los colegios de médicos, que consideraban que más que faltar profesionales lo que ocurría es que estaban mal repartidos por especialidades.
Los ajustes económicos han convertido ese debate en cenizas, y el éxodo de profesionales sanitarios no ha hecho más que comenzar. Juan José Rodríguez Sendín, presidente de la Organización Médica Colegial, calcula que dentro de dos años habrá más de 10.000 médicos en paro. “No se han recortado las plazas de las facultades de Medicina, cada año salen 7.000 nuevos médicos y en esta situación muchos irán directamente al paro, así que una solución es irse. Algunos lo hacen por voluntad, pero la mayoría se va porque prácticamente no les queda otro remedio”, afirma.
Es el caso de María Martina, de 30 años, que estudió la carrera de Medicina en Argentina. De familia materna española, se decidió por Barcelona para especializarse en nefrología en el hospital Clínic. Terminó el MIR el año pasado y desde entonces ha estado trabajando en diálisis en clínicas privadas. Este lunes mismo cogía un avión en El Prat con destino Baltimore (EE UU). “Me interesa mucho el hospital, la posibilidad de hacer investigación en inmunología, y el salario”, resume. En el Clínic, asegura, no hay contratos para nuevos especialistas. “Si me hubieran ofrecido algo me hubiera quedado”, señala. “Como país no conviene que nos marchemos. Es una pérdida enorme de dinero en formación”, concluye.
A Máximo González Jurado, presidente del Consejo General de Colegios de Enfermería, le inquieta esa pérdida. “España está formando magníficos profesionales y es una pena que se los estén llevando otros países cuando las plantillas de enfermeras son deficitarias y en algunas comunidades autónomas y hospitales están bajo mínimos”, dice. España tiene unas 541 enfermeras por cada 100.000 habitantes, frente a las 797 de media en la UE. “Y con los recortes, la no renovación de contratos de interinos y laborales, la no sustitución de bajas, entre otras medidas, la situación no ha hecho sino empeorar”, apostilla.
Los colegios profesionales tienen tan claro que una de las salidas es hacer las maletas que se plantean establecer un sistema para ayudar a los que se marchen. “Hay que ver cómo se les puede facilitar con garantías”, dice Sendín. Mientras, muchos tienen dos opciones. Buscarse la vida por su cuenta, como hizo Martina, o recurrir a una agencia de colocación especializada, como las que están proliferando.
HCL Nursing es una de ellas. Está especializada en reclutar enfermeros europeos para trabajar en hospitales públicos británicos. “Ayudamos a los profesionales a conseguir alojamiento, pagamos el primer mes de renta y aseguramos un mínimo de 300 libras a la semana, horarios flexibles, uniformes y formación”, explica María Pineros, una de sus responsables de recursos humanos.
Pablo Rubio recurrió a ellos, pero una vez llegado a Reino Unido. Enfermero de 24 años, lleva nueve meses trabajando en Londres y está encantado. Explica que ninguno de sus compañeros de promoción de la Universidad Cardenal Herrera de Castellón está trabajando en España. “Nadie. Solo tenemos empleo los que estamos fuera”, dice. Rubio trabaja en varios hospitales del Este de Londres y en atención domiciliaria del Oeste. Hace turnos de 12 horas durante tres días a la semana. El resto libra. “Hay una flexibilidad que en España no tenemos. El trabajador está muy bien cuidado y con lo que me pagan puedo vivir bien, pagar la renta, la comida y el transporte y además me queda algo para ahorrar”, dice. No sabe cuándo volverá a España. “Tengo muy claro que estaré unos años, como mínimo hasta que las cosas allí se normalicen. Aquí ya tengo mi entorno, amigos que ya son como mi pequeña familia. Y cada vez somos más”, señala.
Reino Unido es, junto a Francia y Portugal, uno de los destinos favoritos para los profesionales españoles.
Hay trabajo y los médicos y enfermeros formados en España son apreciados. Andrea Martín decidió marcharse a Alemania, donde también hay buenas oportunidades. Esta enfermera de 23 años cuenta que siempre tuvo idea de pasar un tiempo en el extranjero, haciendo un máster o voluntariado. Pero la crisis la llevó directamente a buscar un empleo. A emigrar. “Con los recortes no te queda otra que irte fuera. En España no hay trabajo, y el poco que hay es en condiciones bastante miserables”, dice. Así, empezó a mirar ofertas hasta que encontró la empresa que la contrató, una organización que ofrece cuidados intensivos a domicilio. Buscaban enfermeras españolas y acudieron a Madrid a hacer las entrevistas. Ahora Martín está completando el curso de formación —pagado por la empresa, que además le paga un sueldo de 700 euros al mes hasta que lo acabe— para sacarse el diploma de alemán que necesita para trabajar. Le queda un mes para completar el programa. Después empezará a trabajar por algo más de 1.800 euros al mes. “No es que sea un sueldo altísimo, es menos de lo que les suelen pagar a los alemanes, pero a nosotros nos dan el curso y tenemos un tutor hispanohablante. Así que para empezar está bien”, dice.
Mats Ignell, director de selección de personal de la agencia Medicarrera —la que usaron Sotoca y López para encontrar su puesto en Suecia—, constata que los profesionales españoles tienen cada vez más interés por trabajar en el extranjero. Además, están muy bien valorados. Lo ve todos los días en su empresa, especializada en los países escandinavos, donde se buscan radiólogos, pediatras, geriatras, nefrólogos... Ellos seleccionan personal, enseñan el idioma y se ocupan de la mudanza (vivienda, colegio para los niños...). “Las clases de idioma las pagan los hospitales. Tienen que hacerlo. No se trata de inglés o alemán, sino de idiomas que nadie habla”, explica Ignell.
No es fácil aprenderlos, pero es una buena salida ante la radiografía de un sistema nacional de salud español asfixiado por un recorte de casi 10.000 millones de euros. Y ese ajuste no será único. “Lo peor está por llegar, se temen muchos más despidos en otoño”, recuerda Francesc Duch, secretario general del sindicato Metges de Catalunya. Los recortes —no solo de sueldo, también en cierres de centros sanitarios— empezaron en esa comunidad el año pasado, por lo que los médicos catalanes fueron pioneros en movilidad laboral forzosa. Empezaron buscando empleo en otras comunidades. “Ahora esos destinos están igual de mal, así que se van al extranjero. Si antes el país receptor era Portugal, ahora se marchan a Inglaterra, Noruega y otros países nórdicos, y Estados Unidos”, señala.
Es lo que ha hecho Sergi Ortiz-Alinque. Este médico de familia de 32 años ha pasado de vivir en una casa de tres plantas en Barcelona a un pequeño apartamento de 30 metros en el centro de Londres. Es en lo único en lo que ha perdido calidad de vida. En el resto, dice, ha salido ganando. Lleva siete meses trabajando en un centro de salud de la capital británica. Se siente valorado y apreciado. En su caso, fue el empeoramiento de las condiciones laborales y la falta de voluntad de las Administraciones para mejorar las cosas lo que le empujó a hacer las maletas. Cuando se marchó tenía un contrato de interino en un centro de salud y estaba en espera de una plaza de funcionario. Ahora ya es suya, pero no tiene pensado volver. Al menos de momento.
“Las cosas en España están cada vez peor, el horario es terrible, los médicos ven a más pacientes en menos tiempo y por un salario más bajo… y las autoridades tampoco tienen ganas de mejorar las cosas”, dice.
Yolanda Robles, de 40 años, ha decidido volver al país en el que hizo la residencia: Reino Unido. Se fue tras licenciarse en Medicina en Oviedo y además de especializarse en Familia se quedó a trabajar: al final acabó quedándose diez años en Gales. “Ganaba aproximadamente tres veces más que en España, y eso que nunca busqué empleos con un incentivo salarial”, explica. Un problema familiar la obligó a acercarse a Cádiz hace dos años. Empezó en Gibraltar, pero ahora lleva encadenando contratos precarios, de un mes, en centros de salud gaditanos. “Tenía ganas de conocer el sistema español, pero me está asustando mucho lo que veo. Da mucha pena la comparación. La precariedad es tal que se entiende perfectamente la desgana y la desilusión de los médicos”. Y está el problema de la formación: “Allí tenía diez días liebres al año para formarme y un presupuesto de 1.000 libras para cursos. Aquí los cursos se hacen por la tarde, fuera del horario laboral, y te los pagas tú”.
Ortiz-Alinque —que ya había hecho una pequeña estancia de 15 días con el programa Spandoc— cuenta que ahora sus condiciones laborales son muy buenas: “Las sesiones son de cuatro horas y diez minutos, en ese tiempo tienes un máximo de 20 pacientes. En España ves a 40 seguidos”, dice. El sueldo tampoco está mal. “Puedes cobrar casi el doble por trabajar menos y en mejores condiciones. Además, pagan cursos de formación”, remarca. Le apena que los profesionales se vean obligados a marcharse. “La gente que se va es valiosa, profesionales jóvenes, con ideas y ganas de cambiar las cosas. Pero no es momento de quedarse en España”, dice. “Dentro de tres o cinco años querrán que regresemos. Tendrían que tenernos localizados, porque se volverán a necesitar médicos; y los que estamos fuera podemos aportar mucho”, dice.
El problema será que vuelvan. Puede que muchos se hayan establecido ya en otros países. Talento joven y formado en España con mucho dinero y esfuerzo que ofrece ahora algunos de sus mejores años en el extranjero.
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