lunes, 22 de febrero de 2016

Falta de pediatras, problema de equidad - DiarioMedico.com

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TRIBUNA

Falta de pediatras, problema de equidad

El déficit de pediatras y su sustitución por profesionales de otras especialidades compromete, según el autor, el modelo pediátrico español y la equidad en el acceso a cuidados infantiles de calidad en el SNS.
Serafín Málaga. Presidente de la Asociación Española de Pediatría (AEP)   |  22/02/2016 00:00
 
 

Con profunda desazón leemos en la Encuesta sobre la situación del Médico de Atención Primaria en España en 2015, realizada por la Organización Médica Colegial (OMC) entre más de 4.500 médicos, que el 25 por ciento de las plazas de Pediatría no están cubiertas por especialistas en esta disciplina. La Asociación Española de Pediatría (AEP) conoce esta realidad desde hace tiempo, y en los últimos años viene denunciando públicamente el importante déficit de pediatras existente en nuestro país. Esta situación es como arrojar una piedra contra el Sistema Nacional de Salud (SNS) y lo que éste representa: calidad, equidad y accesibilidad.
Hablamos de desigualdad en la calidad, porque no es lo mismo que un menor sea atendido por un especialista de adultos que por un pediatra. Como es sabido, el pediatra adquiere su formación durante 4 años para atender específicamente las necesidades de salud del niño y la supervisión de su crecimiento y desarrollo. El excelente nivel del que goza la atención pediátrica española está directamente relacionado con la labor que han desarrollado a lo largo de los años estos profesionales, expresamente formados en salud infantil y con experiencia en la asistencia a menores. Permitir que unos niños sean atendidos por pediatras, y otros por profesionales no especializados en Pediatría genera desigualdad en el acceso a una atención eficiente y falta de equidad dentro del SNS.
Las familias españolas se benefician de un modelo de atención a los niños y adolescentes, con pediatras en todos los niveles asistenciales, que es referencia en toda Europa y que ha demostrado mejores resultados en salud, disminuyendo la mortalidad evitable y los ingresos hospitalarios, y favoreciendo la prevención de patologías en el adulto y la adquisición de hábitos saludables. Debemos, por tanto, defenderlo. ¿Qué harían las familias si supieran que el médico que atiende a su hijo no es especialista en salud infantil? Esta información se hurta a la población por conveniencia, porque es muy factible que buscaran en un sistema privado lo que no encuentran en el público. La actual crisis no debe ser excusa para abandonar nuestro modelo y disminuir la calidad de la atención a los niños.
La carencia de pediatras es sólo la punta del iceberg en el deterioro del modelo de atención pediátrico. Se estima que el 50 por ciento de los pediatras en ejercicio tienen más de 50 años, lo que nos enfrenta a un envejecimiento progresivo de las plantillas (más notable en comunidades como Andalucía, Cantabria y País Vasco), que no tendrán relevo generacional. El número de plazas de formación especializada en Pediatría que se convocan anualmente es insuficiente y no permiten cubrir los puestos de todos los pediatras que se jubilan.
Al menos en la mitad de las comunidades autónomas españolas se sobrepasa el cupo óptimo de menores que cada pediatra debería atender para prestar una asistencia de calidad, un cupo idóneo que ronda entre 800 y 1.000 niños por cada facultativo. 
Para garantizar un reemplazo adecuado de pediatras se calcula que serían necesarios más de 2.100 especialistas, muchos de ellos destinados a centros de atención primaria y zonas rurales, donde el déficit de estos profesionales es más acuciante, como ha revelado la encuesta de la Organización Médica Colegial. No se trata de un problema nuevo, y el dato es bien conocido por profesionales y Administración. La AEP lleva años insistiendo en la necesidad de ampliar las plazas de formación MIR en Pediatría, de incrementar el número de hospitales y centros de salud acreditados para la docencia con parámetros de calidad, de evitar la emigración de profesionales a otros países, de homologar el título de médico y de especialista a profesionales de países extracomunitarios con formación equivalente demostrada y de permitir el retraso en la edad de jubilación.
Medidas de reemplazo e incentivación
No es admisible optar por parches y cubrir las plazas de Pediatría con otros profesionales médicos que no han recibido la formación óptima para atender a la población infantil, poniendo en peligro el modelo pediátrico español que ha demostrado ser eficaz, eficiente y, además, el preferido por las familias. Los profesionales especializados en Pediatría tienen una capacidad resolutiva mayor a la hora de abordar una consulta pediátrica, ahorran visitas a Urgencias e ingresos hospitalarios, facilitan una mayor cobertura vacunal y evitan pruebas complementarias innecesarias. 
Urge poner freno a esta situación. A las medidas de reemplazo señaladas, conviene añadir otras que hagan atractiva la profesión, como hacer más apetecibles las plazas del entorno rural, incentivar y posibilitar la carrera profesional de los pediatras de atención primaria, y mejorar sus condiciones laborales en los centros de salud. 
Los niños españoles tienen derecho a recibir la mejor atención que podamos darles y para ello es imprescindible garantizar que siga estando en manos de los profesionales específicamente formados para tratarlos.
Los pediatras y sus órganos de representación nos ofrecemos a trabajar con las administraciones central y autonómicas en defensa de una asistencia de calidad para nuestros niños y adolescentes para poner fin a las actuales desigualdades.

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