lunes, 19 de marzo de 2018

La gran mayoría desiste cuando madura - DiarioMedico.com

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ATENCIÓN SANITARIA DEL MENOR TRANSEXUAL

La gran mayoría desiste cuando madura

Momento de incertidumbres vitales, la influenciable adolescencia se mueve entre la timidez y la temeridad, agitada por modas y redes sociales, y no es difícil que experimente trastornos de identidad, de personalidad, de alimentación y de imagen corporal.
José Ramón Zárate. Madrid   |  19/03/2018 00:00
 
 
menor maduro
En una edad tan maleable, la prudencia debe dictar la actuación clínica. (DM)
Bien conocida por los pediatras, la escala que diseñara el británico James Tanner en las décadas de 1950-1960 valora en sus cinco etapas la maduración sexual a través del desarrollo físico de niños, adolescentes y adultos, y permite una evaluación objetiva de la progresión puberal. Es una de las fases cruciales del desarrollo humano y, por tanto, más delicadas a la hora de intervenir en ella, por su labilidad. 
La adolescencia se encuentra entre dos transiciones, el final de la infancia y el comienzo de la edad adulta, con fronteras maleables.
Según un documento de posicionamiento publicado en 2015 por la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, "la persistencia (de la disforia de género) en niños es claramente menor que en adultos. Los datos indican que una gran mayoría (80-95 por ciento) de niños prepuberales que dicen sentirse del sexo contrario al de nacimiento, no seguirá experimentando tras la pubertad la disforia de género, dificultando con ello el establecimiento de un diagnóstico definitivo en la adolescencia".
En esa transición vital se bosqueja la trayectoria hacia la vida adulta, por lo que jueces, médicos y educadores tratan de establecer límites sobre cuándo una persona es competente para tomar decisiones adultas, cuándo se vuelve lo suficientemente responsable de sus actos, sea un cambio de sexo, una iniciativa empresarial o un robo a una pobre viuda. La precipitación en esa nebulosa vital, en plena ebullición fisiológica y cerebral, puede hipotecar su futuro.
Los cambios sociales y el mejor conocimiento del desarrollo cerebral -la corteza prefrontal, sede de las funciones ejecutivas, del autocontrol y de la planificación, no se conecta completamente hasta la década de los veinte- están dilatando el umbral aceptado para la edad adulta, según se analizaba en febrero en Nature, aunque paradójicamente se aprecia una tendencia a la pubertad temprana, sobre todo en las niñas.
El consenso médico se decanta por eso hacia la prudencia y la espera sensata en las intervenciones prematuras de cambio de sexo. Una preferencia por un determinado juguete o deporte en la escuela no debería justificar, sin abordajes más profundos, una decisión irreversible. Es conocido en esta línea un análisis del Instituto Karolinska sueco publicado en 2011 en PLoS One, en el que alertaba del mayor riesgo de suicidio en estos casos en los que el problema no es tanto genital como cerebral: "Nuestros hallazgos sugieren que la reasignación de sexo, aunque alivia la disforia de género, puede no ser suficiente como terapia para la transexualidad, y debe inspirar una mejor atención psiquiátrica y somática posterior".

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