miércoles, 1 de febrero de 2012

TRIBUNA. La geriatría no es, y ahora menos que nunca, una especialidad marginal - DiarioMedico.com

José Manuel Ribera Casado

TRIBUNA. La geriatría no es, y ahora menos que nunca, una especialidad marginal

En su discurso de ingreso como académico numerario en la Real Academia Nacional de Medicina, José Manuel Ribera Casado, catedrático emérito de Geriatría, ha hecho un análisis exhaustivo de los factores que han contribuido al crecimiento mundial de la geriatría y la gerontología y, más especialmente, de los que han acontecido en España.
José Manuel Ribera Casado, Catedrático Emérito de Geriatría. Académico numerariode la Real Academia Nacional de Medicina   |  01/02/2012 00:00

Apostar por la geriatría en un mundo envejecido supone sumarse a lo que Juan XXIII llamaba signo de los tiempos. La palabra geriatría surge a principios del siglo XX. Todo lo que pudiera ser estimado como tal en fechas anteriores cabe calificarlo como la prehistoria de la especialidad. La llegada del siglo XX se acompaña de cambios sociales que facilitan el nacimiento de la geriatría. No es casual que su puesta en marcha coincida en el tiempo con la eclosión de unos movimientos que, con mayor o menor acierto, luchan por la igualdad y se comprometen en la defensa de los estamentos más desfavorecidos. Los ancianos de la época formaban parte de esta categoría. Resulta correcto considerar el nacimiento de la geriatría como un elemento más en la búsqueda de instrumentos en pro de la igualdad y de la justicia entre los seres humanos. Tras la palabra, surge una especialidad que va a cumplir todos y cado uno de los condicionantes expuestos: los relacionados con la demografía, con la existencia de un cuerpo doctrinal propio, y con su reconocimiento expreso a cualquier nivel.

Una cuestión previa es definir a quién se considera viejo, si existe un punto de corte en base a la edad. La respuesta es no. Envejecer es un proceso continuo debido a la interacción entre influencias de tipo biológico, predeterminadas en parte por la carga genética, y otras de carácter sociocultural entre las que juega un papel decisivo el tipo de vida. Es un proceso con trayectorias individuales para cada persona. Al hablar aquí de fundamentos demográficos lo hago en términos epidemiológicos y para ello sí hay que fijar un corte. El más generalizado son los 65 años, coincidente con la edad de jubilación.

Al inicio del siglo XXI el principal reto para la comunidad internacional quizás sea el derivado de la llamada transición demográfica, con consecuencias a nivel político, económico y social; también en el campo de la salud. La población española a 1 de enero de 2010 era de 47 millones, dos veces y media más de los 18 millones existentes cien años antes. Es un aumento asimétrico más acusado entre los colectivos de más edad. La población mayor de 65 años multiplicaba por ocho la de 1900. La esperanza de vida al nacer ha pasado en un siglo de los 35 a los 82 años. Los expertos afirman que esta tendencia se va a acentuar en el siglo actual.

Este envejecimiento poblacional tiene su coste en salud. El anciano es el subgrupo de población con mayor número de enfermedades crónicas. Es el principal consumidor de recursos sanitarios hospitalarios y ambulatorios, también de fármacos, y quien presenta en mayor medida trastornos que generan incapacidad y dependencia. Un tercio de aquéllos con más de 65 años son dependientes para alguna actividad de la vida diaria y más del 85 por ciento de los afectados por la Ley de Dependencia son personas ancianas.

El requisito que exige la presencia de "suficiente población potencialmente beneficiaria de la nueva especialidad" se ha cumplido cada vez más a lo largo del siglo XX en el caso de la geriatría. En mayor medida, será así durante el XXI.
  • El requisito que exige la presencia de suficiente población potencialmente beneficiaria de la nueva especialidad se ha cumplido cada vez más a lo largo del siglo XX, y en mayor medida será así en el XXI
Los cambios operados van más allá de la demografía y se asocian a problemas de planificación económica y social. En términos de salud obligan a que las políticas sanitarias tomen en cuenta las limitaciones funcionales, físicas y mentales que acompañan al envejecimiento.

Alrededor de todo ello ha ido tomando cuerpo la geriatría como disciplina autónoma. Los geriatras hemos asumido un compromiso creciente de dedicación plena a este colectivo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Ello ayudará a hacer realidad las optimistas previsiones que, en pleno siglo XXI, se apuntan en las páginas de The Lancet al señalar que "los nacidos ahora en países desarrollados tienen grandes posibilidades de llegar a centenarios" y que "lo serán con mejores sistemas de salud, menos incapacidades y con menos limitaciones funcionales".

Los esfuerzos más recientes por hacer avanzar la "doctrina geriátrica", multiplicados y diversificados en grado sumo, van orientados en muchas direcciones. Cubren desde la identificación del anciano frágil, máximo beneficiario de una atención especializada, hasta el estudio de áreas de conocimiento poco conocidas o muy prevalentes. También la búsqueda de proyectos más eficientes de carácter preventivo, asistencial o docente.

La geriatría en España

Desde la perspectiva de la comunidad científica, los hitos más señalados a partir de los años cuarenta han sido: la creación de sociedades nacionales en distintos países, así como de sociedades supranacionales, la aparición de publicaciones en forma de libros, monografías y revistas de la especialidad, la entrada en la universidad, en medicina y en otras profesiones relacionadas, el establecimiento de programas de formación reglada de especialistas, y el desarrollo de programas de investigación. En lo que se refiere al apoyo social, destacan el reconocimiento oficial de la especialidad en un número creciente de países, la puesta en marcha de estructuras asistenciales geriátricas en hospitales y otras instituciones y la participación de la geriatría en toda suerte de programas educativos y de salud pública.

En España, el desarrollo de la especialidad en el terreno asistencial y organizativo se ha producido con lentitud. En 1947 se abrió el primer servicio hospitalario de geriatría en el Hospital de Nuestra Señora de la Esperanza, de Barcelona. Un año después, en 1948, se constituyó la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) que permanece hasta nuestros días. En los años cincuenta el profesor Piédrola Gil intentó sin éxito la creación de "una organización nacional de los servicios de gerocultura y geriatría … con el apoyo y conexión entre los ministerios de Gobernación, Educación Nacional y Trabajo". El primer servicio hospitalario de geriatría activo hasta hoy ha sido el del Hospital Central de la Cruz Roja. Abierto como dispensario en 1953 por Blanco Soler, a su muerte corresponde a su discípulo Salgado Alba y a su colaborador de siempre, Guillén Llera, el mérito de haber conseguido en 1971 convertirlo en servicio autónomo con todos los niveles asistenciales.

Hasta los años ochenta ningún hospital público cabeza de área puso en marcha dispositivos geriátricos. El primero en hacerlo fue el Hospital Clínico de Madrid en 1984 y, algo después, el Hospital de Guadalajara. Sí se abrieron centros monográficos ubicados en edificios relacionadas con la sanidad. Así fue inicialmente en Barcelona, Zaragoza, Toledo, Soria y Segovia. A principios de los años noventa sendos documentos oficiales elaborados conjuntamente por la SEGG y el Ministerio de Sanidad generaron un aumento progresivo en el número de los hospitales de primer nivel con estructuras geriátricas en su organigrama, unidades, secciones y cada vez más servicios autónomos.
  • La presencia de la geriatría en la Universidad ha sido y sigue siendo simbólica. Hasta 1999 no se dotó una cátedra específica en la Universidad Complutense, que a día de hoy sigue siendo la única en todo el Estado
El reconocimiento oficial de la especialidad en España ocurrió en 1978, coincidiendo con el decreto que regulaba la formación especializada a través del sistema MIR. Desde entonces se forman residentes de geriatría de manera ininterrumpida. En la actualidad existen 27 servicios acreditados para la docencia, que convocan entre 65 y 70 plazas anuales.

La revista oficial de la sociedad nació en 1966, lo que la convierte en una de las más antiguas de Europa. La entrada en la universidad de esta disciplina es un capítulo tardío, incompleto y complicado. Durante la segunda mitad del siglo XX la presencia de la geriatría en las facultades de medicina ha sido simbólica y siempre ligada a algunos pocos docentes, francotiradores en sus respectivas universidades. Hasta 1999 no se dotó una cátedra específica en la Universidad Complutense, que a día de hoy sigue siendo la única en todo el Estado. Como ocurre con los programas-marco europeos, el FIS consideró y considera temas de investigación prioritarios las cuestiones relacionadas con el envejecimiento. El número de tesis doctorales sobre temas geriátricos ha ido creciendo: más de 60 sólo en la Complutense en los últimos veinte años.

Creo que con lo expuesto queda bastante evidente por qué nace y se desarrolla la especialidad de geriatría a lo largo del siglo XX. También cuáles han sido las fases que han guiado su expansión y cómo se han ido cumpliendo los requisitos exigidos por Rosen como razón de ser para que una especialidad médica tome carta de naturaleza.

Hemos visto cómo las razones demográficas son abrumadoras. También se cumplen los argumentos doctrinales y es perfectamente verificable el reconocimiento explícito, mantenido y progresivo de la especialidad por toda suerte de organismos implicados.

Ni en España ni en el mundo podemos hablar de una tarea terminada. Nada acaba de cerrarse en estas cuestiones. Los retos son muchos y, como ocurre siempre en ciencia, se multiplican tanto más cuanto mayor es el avance de nuestros conocimientos. La geriatría no es, nunca lo ha sido, una especialidad marginal. Ahora menos que nunca. Tenemos mucho recorrido y lo debemos seguir afrontando en todos sus aspectos.
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