lunes, 4 de marzo de 2013

Populismo sanitario | Opinión | EL PAÍS

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Populismo sanitario

Hospitales construidos y sin abrir demuestran el electoralismo que animó a muchos políticos

 

 
La fase de expansión económica que vivió España al calor de la economía del ladrillo no solo dio lugar a rutilantes instalaciones aeroportuarias que ahora languidecen sin aviones; también a hospitales cuyas obras están ya terminadas o muy avanzadas, pero que no pueden ponerse en servicio por falta de financiación. Algunos de estos proyectos nacieron al calor de promesas electorales mal calibradas y otros han sido el fruto de planteamientos clientelares vinculados a la construcción y explotación de las nuevas instalaciones, pero todos están ahora en cuestión porque no hay recursos para mantener la nueva oferta sanitaria.

El ejemplo más claro es el de la Comunidad de Madrid. Esperanza Aguirre irrumpió en la campaña electoral de 2003 con la promesa de construir siete hospitales sin un estudio que los justificase. El resultado es una clara sobreoferta hospitalaria a la que sin duda ha contribuido el hecho de que los nuevos centros se financiaran mediante acuerdos con empresas privadas que asumían los costes de construcción a cambio de la concesión de la explotación, por lo que el coste no figuraba como déficit público. Olvidaron que, en el caso de los hospitales, tan costoso como construirlos es mantenerlos en funcionamiento. Y ahora nos encontramos con hospitales —Collado Villalba— que, cerrados, cuestan 900.000 euros al mes al erario público.

Otros, como los de Llíria, Gandia, Vigo, Cáceres o el Clínico de Granada están ya terminados o en fase de construcción, pero también han quedado en el limbo de la crisis. Algunos fueron concebidos con la mentalidad propia de la abundancia y ahora han de ser replanteados. Es el caso del nuevo hospital de Toledo, del que se había publicitado que sería “el mayor hospital de Europa”, con 800 camas. La nueva coyuntura económica ha puesto de manifiesto un gigantismo que ni ahora ni antes estaba justificado.

En tiempos de economía expansiva, muchos políticos cayeron en la tentación del populismo sanitario, prometiendo instalaciones cercanas a la población. Tener un hospital cerca es mucho más cómodo, pero los expertos también defienden que cuanto mayor es el volumen de casos que atiende un hospital, mejores son los resultados. Cada población quiere tener su gran hospital, lo que una planificación sanitaria rigurosa no siempre justifica. Ni siquiera es siempre lo mejor para la población. En caso de patología grave, lo que cuenta no es solo la cercanía, sino también el acceso a un centro con un alto nivel de utillaje y de excelencia profesional, y eso requiere un volumen de pacientes y unas inversiones en material e investigación que necesariamente han de concentrarse en unos pocos hospitales. Reconducir la situación exigirá revisar los proyectos y ajustar los planes de funcionamiento, pues en una sanidad que lleva recortados 6.700 millones desde 2010 y todo euro gastado en nuevas instalaciones debe estar plenamente justificado.

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