La telemedicina ya está aquí
Decenas de empresas se preparan para la revolución de la asistencia sanitaria
Las peliculeras intervenciones quirúrgicas a distancia, con robots manejados por control remoto, seguirán siendo raras, pero las condiciones para que la llamada telemedicina o e-salud —el tratamiento a distancia de enfermedades mediante el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC)— entre en nuestras vidas ya están dadas. Así lo confirman las grandes consultoras del sector de la sanidad. En su último informe, BBC Research anuncia que el emergente sector, que incluye áreas como los diagnósticos por Internet, el seguimiento de pacientes o la cooperación entre profesionales, casi se triplicará en seis años al pasar de 9.800 millones de dólares (7.840 millones de euros) de ventas mundiales en 2010 a los 27.300 millones en 2016.
Uno de los ejes del nuevo sector serán los pacientes crónicos, la mayoría con más de 70 años y que, según señala Javier Perdices, de la consultora Ártica Telemedicina, “consumen el 70% de los recursos del sistema de salud, ratio que va a aumentar debido a la inversión de la pirámide de población”. La monitorización de la salud de estos pacientes, mediante terminales en casa, permite mejorar su calidad de vida y al tiempo contribuir a reducir la saturación en hospitales y centros de salud.
Este año y el próximo marcarán la diferencia en un sector que aún da sus primeros pasos en el mundo. De momento, la telemedicina se mueve entre los programas piloto, la transmisión de imágenes e información por Internet para diagnóstico y algunas situaciones excepcionales en las que resulta difícil y caro implantar la medicina convencional. “La telemedicina se viene aplicando desde hace años en ubicaciones de difícil acceso, como las plataformas petrolíferas o buques”, explica Julio Lorca, presidente de la Fundación para la eSalud (Fesalud). “Por ejemplo, en el buque hospital Esperanza del Mar, que utiliza sistemas de telemedicina (con uso de satélite incluido) a años luz de lo que se hace en el sistema de salud”. Se viene utilizando también desde hace tiempo en territorios de difícil acceso en Alaska, Canadá o Grecia (por la abundancia de islas).
En España, 10 años después de los primeros movimientos, el sector sigue en estado embrionario. Pese a las ventajas de la telemedicina —permite un mejor seguimiento de los pacientes, evita la saturación de los hospitales y ahorra costes—, ha habido resistencias a su implantación. Básicamente porque, según explica Perdices, “exige una cierta reingeniería de los procesos y de gestión de los equipos médicos y cambia su modo de trabajar, lo que genera oposición, de ahí que suscite cierto miedo entre los responsables”.
Los ahorros vendrán a largo plazo, pero las inversiones habría que hacerlas ahora. Y los recortes de gasto han reducido la capacidad inversora de un sistema de salud que en 2010 invirtió solo una pequeña parte de los 970 millones de euros gastados en TIC en proyectos de telemedicina o herramientas de colaboración.
Los pacientes tampoco lo han puesto fácil. Su resistencia ha obligado a hacer readaptaciones en el modelo. “En lugar de los terminales de monitorización en casa, que tenían que mantenerse y hacía que los enfermos se sintieran abandonados, se ha pasado a tomarles sus constantes en centros próximos a su casa, farmacias o centros de día”, explica Arturo Pérez Kramer, director general del Grupo Neat, una empresa de soluciones tecnológicas. Otro factor es la escasa familiarización con Internet de la gente mayor, obstáculo que se está superando con las aplicaciones para telemedicina a través del móvil (mobile health) porque estas franjas de edad parecen menos remisas al móvil que al ordenador personal. “De hecho”, explica Perdices, “se nota un gran movimiento en EE UU en este terreno”.
Pese a las dificultades, hay abundancia de planes piloto en España. La idea es que en siete u ocho años la telemedicina sea tan habitual como los cajeros de los bancos. Las experiencias más avanzadas están poniéndose en marcha en Navarra, País Vasco, Cataluña o Andalucía, donde los vecinos de unas 40 poblaciones acceden ya a servicios de telemedicina en su centro de salud, con lo que evitan desplazarse a los hospitales. Se espera que el gran empujón venga de las empresas de servicios a la tercera edad (teleasistencia), residenciales o de seguros médicos, como Eulen, o SAR Quavitae, Ibermutuamur, Sanitas o Asispa, que ven en la telemedicina una extensión de los servicios que prestan actualmente.
“Se está dado una convergencia entre teleasistencia y telemedicina”, explica Kramer, del Grupo Neat. “Los proveedores de servicios sociales que atienden a la población con más de 65 años han visto que esa línea se solapa con la de los enfermos crónicos, que son los que deben ser atendidos por la telemedicina”. Para Kramer, las empresas, “por su mayor flexibilidad organizativa”, están en mejores condiciones de aplicar las herramientas de la telemedicina que la sanidad pública.
Si la telemedicina tiene aún camino que recorrer, más avanzado va el diagnóstico por imagen (radiografías, resonancias…) a través de Internet, que evita los desplazamientos de los pacientes a los hospitales y reduce así la saturación de estas unidades. “Este tipo de prácticas está ya muy avanzado”, explica Lorca, de Fesalud. “Es muy habitual en dermatología, donde la imagen tomada por cámara es muy cercana a lo que puede ver el médico ante el paciente”. Algunos de estos proyectos llevan ya siete u ocho años en funcionamiento.
Luego están las empresas de equipos como la española Androme, que va a distribuir su plataforma de telemedicina, Phemium, en Francia; o el Grupo Neat, centrado desde hace años en el desarrollo de tecnologías para la teleasistencia —en 28 países— y que entró el año pasado en las soluciones para la monitorización de enfermos crónicos tras la compra de una empresa australiana propietaria de una plataforma específica, TeleMedcare. Aun cuando reconoce que “el sector es todavía pequeño”, Arturo Pérez Kramer, su director general, coincide con los estudios de las consultoras en que “va a crecer muy deprisa”. J
Uno de los ejes del nuevo sector serán los pacientes crónicos, la mayoría con más de 70 años y que, según señala Javier Perdices, de la consultora Ártica Telemedicina, “consumen el 70% de los recursos del sistema de salud, ratio que va a aumentar debido a la inversión de la pirámide de población”. La monitorización de la salud de estos pacientes, mediante terminales en casa, permite mejorar su calidad de vida y al tiempo contribuir a reducir la saturación en hospitales y centros de salud.
Este año y el próximo marcarán la diferencia en un sector que aún da sus primeros pasos en el mundo. De momento, la telemedicina se mueve entre los programas piloto, la transmisión de imágenes e información por Internet para diagnóstico y algunas situaciones excepcionales en las que resulta difícil y caro implantar la medicina convencional. “La telemedicina se viene aplicando desde hace años en ubicaciones de difícil acceso, como las plataformas petrolíferas o buques”, explica Julio Lorca, presidente de la Fundación para la eSalud (Fesalud). “Por ejemplo, en el buque hospital Esperanza del Mar, que utiliza sistemas de telemedicina (con uso de satélite incluido) a años luz de lo que se hace en el sistema de salud”. Se viene utilizando también desde hace tiempo en territorios de difícil acceso en Alaska, Canadá o Grecia (por la abundancia de islas).
En España, 10 años después de los primeros movimientos, el sector sigue en estado embrionario. Pese a las ventajas de la telemedicina —permite un mejor seguimiento de los pacientes, evita la saturación de los hospitales y ahorra costes—, ha habido resistencias a su implantación. Básicamente porque, según explica Perdices, “exige una cierta reingeniería de los procesos y de gestión de los equipos médicos y cambia su modo de trabajar, lo que genera oposición, de ahí que suscite cierto miedo entre los responsables”.
Los ahorros vendrán a largo plazo, pero las inversiones habría que hacerlas ahora. Y los recortes de gasto han reducido la capacidad inversora de un sistema de salud que en 2010 invirtió solo una pequeña parte de los 970 millones de euros gastados en TIC en proyectos de telemedicina o herramientas de colaboración.
Los pacientes tampoco lo han puesto fácil. Su resistencia ha obligado a hacer readaptaciones en el modelo. “En lugar de los terminales de monitorización en casa, que tenían que mantenerse y hacía que los enfermos se sintieran abandonados, se ha pasado a tomarles sus constantes en centros próximos a su casa, farmacias o centros de día”, explica Arturo Pérez Kramer, director general del Grupo Neat, una empresa de soluciones tecnológicas. Otro factor es la escasa familiarización con Internet de la gente mayor, obstáculo que se está superando con las aplicaciones para telemedicina a través del móvil (mobile health) porque estas franjas de edad parecen menos remisas al móvil que al ordenador personal. “De hecho”, explica Perdices, “se nota un gran movimiento en EE UU en este terreno”.
Pese a las dificultades, hay abundancia de planes piloto en España. La idea es que en siete u ocho años la telemedicina sea tan habitual como los cajeros de los bancos. Las experiencias más avanzadas están poniéndose en marcha en Navarra, País Vasco, Cataluña o Andalucía, donde los vecinos de unas 40 poblaciones acceden ya a servicios de telemedicina en su centro de salud, con lo que evitan desplazarse a los hospitales. Se espera que el gran empujón venga de las empresas de servicios a la tercera edad (teleasistencia), residenciales o de seguros médicos, como Eulen, o SAR Quavitae, Ibermutuamur, Sanitas o Asispa, que ven en la telemedicina una extensión de los servicios que prestan actualmente.
“Se está dado una convergencia entre teleasistencia y telemedicina”, explica Kramer, del Grupo Neat. “Los proveedores de servicios sociales que atienden a la población con más de 65 años han visto que esa línea se solapa con la de los enfermos crónicos, que son los que deben ser atendidos por la telemedicina”. Para Kramer, las empresas, “por su mayor flexibilidad organizativa”, están en mejores condiciones de aplicar las herramientas de la telemedicina que la sanidad pública.
Si la telemedicina tiene aún camino que recorrer, más avanzado va el diagnóstico por imagen (radiografías, resonancias…) a través de Internet, que evita los desplazamientos de los pacientes a los hospitales y reduce así la saturación de estas unidades. “Este tipo de prácticas está ya muy avanzado”, explica Lorca, de Fesalud. “Es muy habitual en dermatología, donde la imagen tomada por cámara es muy cercana a lo que puede ver el médico ante el paciente”. Algunos de estos proyectos llevan ya siete u ocho años en funcionamiento.
Territorio fértil para ‘startups’
Las perspectivas de negocio empiezan a congregar cada vez más empresas en el nuevo sector. Hace años que entraron las grandes compañías de equipos sanitarios (Philips, Bosch, GE, Siemens…), consultoras de TIC y operadoras como Accenture, IBM, Everis, Indra, HP o Telefónica, que han montado unidades específicas y que están colaborando e impulsando diversos proyectos. En España, el sector rebosa de startups muy innovadoras. Una de ellas es eDiagnostic, que se anuncia como “la primera clínica virtual de especialidades médicas” y proporciona informes clínicos y diagnósticos por la Red a centros de atención primaria, consultas de especialistas, hospitales, aseguradoras o mutuas. Este tipo de servicios, ya muy presente en EE UU (con empresas cotizadas como NightHawk Radiology o VRAD), “es el segmento de la telemedicina con el modelo de negocio más claro”, apunta Javier Perdices, de la consultora Ártica Telemedicina.Luego están las empresas de equipos como la española Androme, que va a distribuir su plataforma de telemedicina, Phemium, en Francia; o el Grupo Neat, centrado desde hace años en el desarrollo de tecnologías para la teleasistencia —en 28 países— y que entró el año pasado en las soluciones para la monitorización de enfermos crónicos tras la compra de una empresa australiana propietaria de una plataforma específica, TeleMedcare. Aun cuando reconoce que “el sector es todavía pequeño”, Arturo Pérez Kramer, su director general, coincide con los estudios de las consultoras en que “va a crecer muy deprisa”. J
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