MOTIVOS Y MOTIVACIONES
Desconectar o no desconectar. Esa es la cuestión
por Antoni Gual. Jefe de servicio de la Unidad de Alcohología de la Generalitat de Cataluña. | 26/12/2014 00:00
En la época vacacional parece que es imprescindible desconectar para que las vacaciones sean verdaderas vacaciones. A menudo me pregunto cómo hemos llegado a este punto. El trabajo ocupa una parte muy relevante de nuestras vidas, lo suficiente como para que uno se tome un tiempo para intentar decidir en qué ámbito profesional desea desarrollarse. Si bien es cierto que una parte relevante de la población no puede permitirse el privilegio de elegir, no es menos cierto, que entre los privilegiados que han elegido su profesión - y la mayoría de médicos nos encontramos afortunadamente en este grupo -, también se ha instaurado la norma de la ‘desconexión vacacional'. Y no me refiero aquí al legítimo deseo de disfrutar las vacaciones, sino a la necesidad perentoria de desconectar de todo lo que tenga que ver con el trabajo.
Viene ello a cuento porque al llegar hoy al Hospital me crucé con un compañero que me dijo "Estoy de vacaciones pero vengo a revisar un par de temas. A veces la gente no entiende que vengas al Hospital cuando estás de vacaciones". Yo no soy de los que van al Hospital en vacaciones, pero debo admitir que suelo revisar el correo electrónico asiduamente y realmente para mí las vacaciones no son sinónimo de desconexión, sino de asueto, relax y diversión. En vacaciones no necesito desconectar de aquellas cosas que me gustan y me gratifican, y la profesión es una de ellas.
Se me ocurren dos motivos, y ninguno de ellos bueno, para intentar entender por qué se ha generalizado la idea que en vacaciones es necesario desconectar. En primer lugar, creo que aunque a muchos nos apasione la profesión, cuando ésta debe ser ejercida en condiciones altamente estresantes (sobrecarga asistencial, limitaciones en los recursos disponibles, etc.) la desconexión es un mecanismo lógico para defenderse del burn-out.
En segundo lugar, cuando un profesional se siente poco valorado, es decir, mal pagado y sin un reconocimiento explícito de la relevancia de su labor por las instancias jerárquicas superiores, es fácil que en cuanto termina su jornada laboral sienta un enorme deseo, casi una perentoria necesidad, de no regalar ni un minuto más de su tiempo a la institución que no le valora.
En ambos casos pues, algo está funcionando rematadamente mal. Por tanto, me atrevo a pensar que cuando hemos llegado a normalizar la idea de que la desconexión vacacional es imperativa, casi estamos dando por normal que los médicos acabemos hartos (desgastados, estresados y mal pagados) de nuestro trabajo. Y si eso es así, flaco favor hace el Sistema a los pacientes y a sus médicos. En el fondo, seguramente la desconexión más grave es la que existe entre ese Sistema y las trincheras de la actividad clínica cotidiana.
Antoni Gual
Jefe de Servicio de la Unidad de Alcohología de la Generalitat de Catalunya. Especialista en adicciones.
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