“Una prioridad de SESPAS es intentar que los temas de Salud Pública ocupen el espacio que merecen”
Joan R. Villalbí, responsable de Calidad y Procesos de la Agencia de Salud Pública de Barcelona y presidente de la Sociedad Española de Salud y Administración Sanitaria (SESPAS)
Javier Granda | 30 - mayo - 2018 2:00 pm
Usted trabaja en la Agencia de Salud Pública de Barcelona. ¿Qué competencias tiene esta institución?
Fue creada en 2000 por la Ley de la Carta Municipal de Barcelona. La ciudad ha tenido, históricamente, mucha actividad en el campo de la Salud Pública y por eso se optó por desarrollarla mediante el Consorcio Sanitario de Barcelona, en el que participan en su financiación el Ayuntamiento –con un 60 por ciento– y, con el 40 restante, la Generalitat. Y, dentro del consorcio, se creó la Agencia.
¿Cuáles son sus principales actividades?
Servicios de información sanitaria: cuál es el estado de salud de la ciudad, de qué se mueren los barceloneses, temas de vigilancia epidemiológica, programas de prevención y promoción de la salud, seis centros de atención a drogas y vigilancia y control tanto alimentario como ambiental y de plagas. También disponemos de un laboratorio fundado en el siglo XIX y que ahora es el más importante de Salud Pública de España, porque tiene la capacidad de realizar numerosas técnicas de forma acreditada. Analiza, sobre todo, muestras de alimentos, de aire y de agua.
En esta estructura de la Agencia, ¿qué papel juegan la calidad y los procesos?
Intentamos que todos los servicios desarrollen su labor aspirando a la mejora continua y a la calidad. En los servicios clínicos hay mucha trayectoria de políticas de calidad desde hace años, pero en el caso del laboratorio hubo una directiva europea de 1999, que indicó que debía estar acreditado para que sus resultados tuvieran validez si, por ejemplo, se debía inmovilizar un alimento o prohibir su consumo. El proceso fue muy exigente, pero permite que el laboratorio funcione mejor. Y eso nos hizo pensar que se podría extender la acreditación de calidad a otros ámbitos.
¿A cuáles?
Inicialmente, a aquellos en los que ejercemos la autoridad sanitaria, como ámbito alimentario o vigilancia ambiental, en los que se debe velar por no ser arbitrario. Luego lo ampliamos a vigilancia epidemiológica y, en un momento dado, en 2012, decidimos hacerlo en todos.
¿Qué modelo de calidad siguen?
El de la Fundación Europea de Gestión de Calidad (EFQM) y hemos adoptado también la norma ISO 9001 de calidad de servicios, que nos da pautas muy operativas para desarrollar todo esto.
Usted es experto en Epidemiología, ¿cómo valora la situación de la especialidad?
Salimos de la dictadura con una Epidemiología muy anticuada y precaria. Y, en los últimos años, se ha ido desarrollando y consolidando, y la Sociedad Española de Epidemiología ha jugado un papel muy importante. En estos momentos, contamos tanto con programas de formación como de núcleos de investigación muy potentes, con un papel muy importante en Europa.
¿Cuáles destacaría?
Hay varios. Aquí, en Barcelona, el que se aglutinó en torno al IMIM, que posteriormente fue Creal y ahora IsGlobal, destacando en investigación ambiental, Josep Maria Antó y su equipo. Y nosotros tenemos otro núcleo en enfermedades transmisibles, en desigualdades sociales en salud, en adicciones y en evaluación.
¿Cuál es su área de interés en este campo?
Mi carrera, básicamente, se ha centrado en montar cosas y evaluarlas. Y cosas muy diversas, porque llevo muchos años trabajando en el ámbito de la Sanidad: empecé en un servicio municipal, luego trabajé en Atención Primaria –poniendo en marcha la reforma de la Atención Primaria en Cataluña, en el centro piloto– y luego he trabajado en Salud Pública, primero en educación sanitaria y luego en diferentes ámbitos. Y el hilo conductor siempre ha sido describir los programas y evaluarlos, poniendo en marcha programas nuevos y volviéndolos a evaluar, o evaluando programas que nunca lo habían sido.
En cuanto a las actuaciones de la Agencia, ¿cuál es la situación del alcoholismo en Barcelona?
El alcohol es un producto muy peculiar y complejo, porque muchos de sus usuarios no tienen problemas, a diferencia de los que fuman o de los que consumen heroína. En el alcohol tenemos personas que beben a veces, o a diario, en dosis relativamente bajas. Aunque tiene capacidad adictiva, la mayoría de personas no desarrollan adicción. Pero, al mismo tiempo, el alcohol puede hacer bastante daño a personas que no tienen dependencia, como las que tienen un accidente de tráfico por haber bebido de más un día.
¿Y cómo valora el panorama?
Bebemos bastante menos, con bastantes menos muertes por tráfico debidas al alcohol que hace treinta años y muchas menos cirrosis del hígado, que es la lesión del gran bebedor crónico. Pero, en la gente más joven, vemos un patrón de consumo muy diferente del que teníamos: son personas que no beben cada día, pero beben un montón el fin de semana y, cuando se hacen mayores, lo siguen haciendo. Y son jóvenes que, en principio por su edad, no podrían beber alcohol. Nos preocupa, porque no sabemos si será temporal o si será un patrón que se va a mantener y que no sucede solo en Barcelona, sucede en toda España y es un cambio muy importante.
¿Cuáles cree que son las causas?
Se debe, en buena parte, a cambios sociales y en la industria de bebidas, que se ha concentrado mucho y hace un marketing muy agresivo e intenso. Y a una desregulación del mercado: hay países en los que hace una licencia especial para vender alcohol, con regulaciones muy exigentes. En España se vende alcohol en los comercios alimentarios, muchos no cierran ni los domingos y abren a todas horas. Y estos cambios explican fenómenos como el botellón.
A usted no le gusta la palabra “alcoholismo”…
No, tampoco la usa la OMS. Es una palabra que estigmatiza a la persona que lo sufre: la persona que tiene dependencia del alcohol tiene un problema de salud, tiene una enfermedad y necesita tratamiento y ayuda. El término por el que apuestan los psiquiatras es abuso y dependencia del alcohol.
¿Y respecto a las drogas?
Aquí, la heroína entró a finales de los 70 y explotó en los 80: en Barcelona se nos morían entonces más de 200 personas de sobredosis cada año, ahora son unas 50. Nadie sabía lo que era, no había profesionales que pudieran afrontarlo, no había servicios, ni siquiera para el alcohol. Tras diversos tanteos, se comenzó a desarrollar el Plan Nacional sobre Drogas, que financió planes autonómicos y servicios con estándares profesionales. Por este motivo tenemos ahora una red de atención a las toxicomanías, que está rodada y consolidada.
¿En qué momento se implantan los programas con metadona?
Se observó que muchos de los pacientes adictos a opiáceos abandonaban el tratamiento. Este hecho llevó a desarrollar aquí, inspirados en otros países, los programas de sustitución de la heroína por metadona, otro opiáceo de acción más lenta. En su día, en los años 90, fueron complejos de instaurar pero consiguen mantener en tratamiento a muchos pacientes. No curan la dependencia a la heroína, pero permiten mejorar la calidad de vida.
¿Qué otros programas desarrollaron?
El de intercambio de jeringuillas, para evitar que se infectaran con hepatitis o con sida, que eran infecciones muy frecuentes. Hoy en día el mercado de opiáceos se ha redefinido en España y, en el tercio norte, se inyecta bastante, mientras que en el resto apenas de inyecta. La causa son los diferentes tipos de heroína.
¿Y cuál fue el siguiente paso?
Queríamos hacer algo más para atraer a un espacio más protegido a los usuarios de drogas que no se veían capaces de iniciar tratamiento. Entonces desarrollamos servicios como los espacios de consumo supervisado, que a veces se denominan con el término de ‘narcosalas’, que no nos gusta nada. Los centros de la Agencia en Barcelona cuentan con uno, junto a los servicios de atención sanitaria, social y psicológica.
¿Qué permiten estos espacios?
Entrar en contacto mucho más precozmente con los usuarios de drogas y, por tanto, ofrecerles maneras para que puedan salir antes. También una supervisión sanitaria: menos infecciones, atención a sobredosis. Es una experiencia de la que estamos muy contentos, aunque fue muy controvertida inicialmente, y que se han consolidado no solo aquí, también en otros lugares, como Bilbao. Sin embargo, en Las Barranquillas, en Madrid, se cerró.
Cambiando de tema, ¿cuál es la situación del tabaquismo?
En el tabaco también la situación es mucho mejor que años atrás: ha descendido mucho la frecuencia de fumadores. Sobre todo en adolescentes, donde se ha pasado casi de un 20 por ciento de estudiantes de la ESO a un 8 por ciento. Y esperamos mayores descensos en adultos. El camino de mejora y de descenso ha sido largo y especialmente exitoso en hombres y también visible en las mujeres. Pero sigue fumando algo menos del 20 por ciento de la población de Barcelona, que es mucho si lo comparamos, por ejemplo, con Nueva York, que tiene un 10 por ciento.
¿Hay subgrupos de población en los que se fume más?
Sí, uno son los pacientes psiquiátricos, sobre todo algunos diagnósticos. La nicotina es un neurotransmisor y, seguramente, ellos la utilizan de manera distinta al resto de los fumadores. Y les cuesta mucho dejar de fumar, aunque pueden hacerlo y, de hecho, hoy en día muchos psiquiatras lo abordan, porque sus pacientes se mueren antes de tiempo por tabaquismo. El problema en las prisiones también es importante, con consumos del 60-70 por ciento.
¿Qué supuso la ley anti-tabaco de 2005?
Nos fue muy bien, y más con la ampliación de 2010. Ya no vemos publicidad visible, aunque hay publicidad sutil en películas como El Padrino, donde la productora cobró para que los protagonistas fumaran.
¿Y el tema del vapeo?
Es un tema nuevo, de dimensiones todavía pequeñas aquí. Seguramente el cigarrillo electrónico empezó de forma bienintencionada, lo inventó un farmacéutico chino. Y, en su país, el nivel de tabaquismo en varones ronda el 80 por ciento. De hecho, los inmigrantes chinos varones en Barcelona (junto a los gitanos varones) son de los mayores fumadores que tenemos y el abordaje de estas minorías étnicas es uno de los retos que afrontamos. Respecto a los cigarrillos electrónicos, aparecieron primero de forma muy desorganizada y con diferentes ofertas pero, en los últimos años, se han concentrado y las grandes tabaqueras han comprado -o desarrollado- su oferta de cigarrillos electrónicos con un marketing que vendía inicialmente que eran totalmente seguros, cosa que sabemos que no son. Por otra parte, venían a sugerir que así se podía dejar de fumar sin renunciar a la nicotina y reintroducía una práctica muy parecida a fumar en los espacios en los que se había prohibido. Por tanto, planteaba contradicciones y problemas.
¿Cuál es la situación a día de hoy?
El núcleo de la oferta está muy vinculado a las multinacionales de tabaco. Tras el boom del comercio de este tipo que se produjo hace unos años, el tema está estabilizado y ahora tenemos estos nuevos dispositivos que se venden en estancos. Nos preocupa, por un lado, que haya niños o jóvenes que lo prueben y así acaben fumando. Y, por otro lado, que haya fumadores que estén pensando dejar de fumar y, en cambio, se enganchen con esto y sigan fumando y vapeando durante años, tal y como pasó con el tabaco light, que frenó el proceso de dejar de fumar de mucha gente. Los datos sugieren que, en Estados Unidos, los cigarrillos electrónicos y similares juegan un papel muy importante a la hora del inicio del tabaquismo en adolescentes.
¿Abordan también desde la Agencia problemas emergentes como ludopatía o adicción a las nuevas tecnologías?
En la ciudad tenemos un nuevo plan de drogas cada cuatro años, que se suele aprobar sin oposición política. El último ha incorporado algunas adicciones sin sustancia a su ámbito de interés, de forma tentativa.
Recientemente se ha incorporado a la presidencia de SESPAS, ¿cómo resumiría brevemente su actividad?
SESPAS es la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria y es una sociedad profesional, científica, que cuenta con varios años de rodaje. Es muy importante en el contexto europeo, es de las mayores sociedades de este ámbito. Se concibe como una federación de sociedades, agrupando a diferentes sociedades que cubren ámbitos temáticos dentro de la salud pública. O que la cubren con ámbito territorial. En total, son doce organizaciones bajo el paraguas de SESPAS, que les proporciona un espacio de encuentro, la revista Gaceta Sanitaria, que es muy potente, con gran impacto bibliográfico. Y, por otro lado, los congresos y reuniones donde nos encontramos y aprendemos unos de otros. Por último, también trata de hacer abogacía en pro de la Salud Pública y colaborar con las autoridades o llamar la atención cuando algo se hace mal.
¿Cómo afronta el reto de ser presidente de SESPAS?
La sociedad tiene velocidad de crucero. Tengo la suerte de suceder a excelentes presidentes como Beatriz González o Ildefonso Hernández Aguado que han hecho una labor extraordinaria, por lo que mi idea es mantener esta velocidad de crucero y dar apoyo a todas las sociedades. Y, al mismo tiempo, intentar que los temas de Salud Pública y de nuestro sistema sanitario estén ocupando el espacio que merecen en la consideración social, con el apoyo económico que precisan por parte de los gobiernos y contribuyendo a mejorar los niveles de salud de la población.
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