Las leyes no reducen el número de fumadores
La proporción de consumidores de tabaco mayores de 13 años se mantiene en el 20%
En cambio, los expuestos al humo de segunda mano son menos de la mitad
Las leyes no bastan para reducir el tabaquismo. Esa es la conclusión de una encuesta encargada por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) un año después de la introducción de la última reforma de la ley antitabaco. Se trata de la tercera encuesta de este tipo (una de 2005, otra de 2007, después de la primera ley, y otra en 2011), y el resultado es que la proporción de fumadores pasó del 22% en la primera al 19,5% en la segunda, y ha tenido un ligero repunte hasta el 20% en la tercera.
Juan Antonio Riesco, vicepresidente de la Separ, ha explicado que en el trabajo se ha preguntado a más de 3.000 personas mayores de 13 años, y que se ha escogido esa edad porque es a la que se empieza a fumar (los datos de los trabajos de Sanidad, como la Encuesta Nacional de Salud, que también apuntaban a un repunte en el número de fumadores, ponen el límite de inferior edad en los 16).
El trabajo arroja que entre quienes más ha aumentado el hábito es en los más jóvenes (de 13 a 40 años). Por sexos, la proporción de fumadores tiende a igualarse. Si en 2005 lo era el 26% de los hombres y el 20% de las mujeres, ya lo es el 22% de los hombres y el 18% de las mujeres. El consumo medio de cigarrillos desciende “muy ligeramente”, y está alrededor de los 12 (13 para hombres, y 10 para mujeres), dijo Riesco.
El vicepresidente de la Separ destacó que solo el 27% de los fumadores ha intentado dejarlo en el último año, y que los resultados han sido bastante pobres: un 14% no aguantó más de 24 horas, y el 72% recayó antes de las cuatro semanas. Al final, solo un 6% lo consiguió.
Riesco no dudó que parte de estos datos se deben a que solo el 12% acudió a profesionales para que les ayuden a dejar de fumar.
La conclusión de esta parte del trabajo es que “la prevalencia no se ve influenciada por la ley” y que el tabaquismo aumenta entre los jóvenes, “lo que indica que la prevención no funciona”, concluyó Riesco.
Mucho mejor, sin embargo, es el balance para los fumadores pasivos, como destacó Carlos Jiménez Ruiz, coordinador del grupo de Tabaquismo de la Separ. Estos han pasado de ser el 49,5% de la población en 2005 al 37,8% tras la primera ley (la que prohibía fumar en el trabajo pero dejaba manga ancha para los lugares de ocio), y ha caído al 21% tras la reforma (la que incluye todos los espacios de ocio cerrados).
A pesar de ello, los datos indican resistencias, falta de respeto hacia la salud de los no fumadores, e incumplimientos de la ley. Así, un 8% de los no fumadores afirma que está sometido al humo de los demás en su hogar, el 6,3%, en los centros educativos (una clara infracción de la norma), el 6% en los de trabajo, y el 12% en los de ocio (o en alguno de ellos).
Jiménez destacó la situación de los menores: un 9% es fumador pasivo, y, de ellos, el 51% lo es en su propio hogar. El presidente de la Separ , Juan Ruiz Manzano, destacó que en este sentido los hogares monoparentales eran mucho peores para la salud de los niños.
Sobre la aceptación de la ley y su impacto, Jiménez destacó que un 65% de los fumadores estaba a favor de la última reforma (la más restrictiva), que un 35% de estos acude con más comodidad a los bares, y que incluso un 3% va más (un 26% lo hace menos).
Proporciones similares, de amplio apoyo a la medida, se dan entre quienes van a restaurantes y salas de fiesta o discotecas. Por eso, Ruiz Manzano destacó al buena aceptación de la norma, y dijo que aunque saben que la hostelería “tiene pegas, no parece que los datos lo apoyen”. Por eso se manifestó completamente en contra de suavizar la medida, e incluso avanzó que “como profesionales”, prohibir el tabaco “sería una vía”, aunque “no les gustaría”. “Si se tuviera que introducir el tabaco en el siglo XXI ninguna Administración lo pasaría”, concluyó.
Para el futuro, los médicos indicaron que hay mucho por hacer. Riesco apuntó dos aspectos: la prevención, subiendo el precio, y facilitando la ayuda profesional para dejar de fumar. Jiménez pidió a las autoridades “que hagan cumplir la ley”, y a los ciudadanos que ”velen por sus derechos”.
Juan Antonio Riesco, vicepresidente de la Separ, ha explicado que en el trabajo se ha preguntado a más de 3.000 personas mayores de 13 años, y que se ha escogido esa edad porque es a la que se empieza a fumar (los datos de los trabajos de Sanidad, como la Encuesta Nacional de Salud, que también apuntaban a un repunte en el número de fumadores, ponen el límite de inferior edad en los 16).
El trabajo arroja que entre quienes más ha aumentado el hábito es en los más jóvenes (de 13 a 40 años). Por sexos, la proporción de fumadores tiende a igualarse. Si en 2005 lo era el 26% de los hombres y el 20% de las mujeres, ya lo es el 22% de los hombres y el 18% de las mujeres. El consumo medio de cigarrillos desciende “muy ligeramente”, y está alrededor de los 12 (13 para hombres, y 10 para mujeres), dijo Riesco.
El vicepresidente de la Separ destacó que solo el 27% de los fumadores ha intentado dejarlo en el último año, y que los resultados han sido bastante pobres: un 14% no aguantó más de 24 horas, y el 72% recayó antes de las cuatro semanas. Al final, solo un 6% lo consiguió.
Riesco no dudó que parte de estos datos se deben a que solo el 12% acudió a profesionales para que les ayuden a dejar de fumar.
La conclusión de esta parte del trabajo es que “la prevalencia no se ve influenciada por la ley” y que el tabaquismo aumenta entre los jóvenes, “lo que indica que la prevención no funciona”, concluyó Riesco.
Mucho mejor, sin embargo, es el balance para los fumadores pasivos, como destacó Carlos Jiménez Ruiz, coordinador del grupo de Tabaquismo de la Separ. Estos han pasado de ser el 49,5% de la población en 2005 al 37,8% tras la primera ley (la que prohibía fumar en el trabajo pero dejaba manga ancha para los lugares de ocio), y ha caído al 21% tras la reforma (la que incluye todos los espacios de ocio cerrados).
A pesar de ello, los datos indican resistencias, falta de respeto hacia la salud de los no fumadores, e incumplimientos de la ley. Así, un 8% de los no fumadores afirma que está sometido al humo de los demás en su hogar, el 6,3%, en los centros educativos (una clara infracción de la norma), el 6% en los de trabajo, y el 12% en los de ocio (o en alguno de ellos).
Jiménez destacó la situación de los menores: un 9% es fumador pasivo, y, de ellos, el 51% lo es en su propio hogar. El presidente de la Separ , Juan Ruiz Manzano, destacó que en este sentido los hogares monoparentales eran mucho peores para la salud de los niños.
Sobre la aceptación de la ley y su impacto, Jiménez destacó que un 65% de los fumadores estaba a favor de la última reforma (la más restrictiva), que un 35% de estos acude con más comodidad a los bares, y que incluso un 3% va más (un 26% lo hace menos).
Proporciones similares, de amplio apoyo a la medida, se dan entre quienes van a restaurantes y salas de fiesta o discotecas. Por eso, Ruiz Manzano destacó al buena aceptación de la norma, y dijo que aunque saben que la hostelería “tiene pegas, no parece que los datos lo apoyen”. Por eso se manifestó completamente en contra de suavizar la medida, e incluso avanzó que “como profesionales”, prohibir el tabaco “sería una vía”, aunque “no les gustaría”. “Si se tuviera que introducir el tabaco en el siglo XXI ninguna Administración lo pasaría”, concluyó.
Para el futuro, los médicos indicaron que hay mucho por hacer. Riesco apuntó dos aspectos: la prevención, subiendo el precio, y facilitando la ayuda profesional para dejar de fumar. Jiménez pidió a las autoridades “que hagan cumplir la ley”, y a los ciudadanos que ”velen por sus derechos”.
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