Muchos niños de EE. UU. siguen comprando refrigerios malsanos en la escuela
Se necesitan regulaciones para reducir el acceso de los estudiantes a la comida basura, señalan investigadores
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(*estas noticias no estarán disponibles después del 05/07/2012)
Traducido del inglés: martes, 7 de febrero, 2012
Investigadores de la Universidad de Illinois en Chicago dijeron que en las máquinas expendedoras, cafeterías y barras de refrigerios de las escuelas se siguen vendiendo galletas, pasteles y papas fritas, aunque no se sirvan en los almuerzos.
"Los niños pueden obtener comida basura en la escuela", lamentó Lindsey Turner, psicóloga de la salud y científica investigadora del Instituto de Investigación y Políticas de Salud de la universidad. "A pesar de la creciente atención que se presta a la comida en las escuelas y a la obesidad infantil, con el tiempo no hubo cambios en la disponibilidad de comida en los lugares de venta competitiva de las escuelas", señaló.
Las comidas y bebidas "competitivas" son las que se venden por separado de los almuerzos escolares.
En 2007, el Instituto de Medicina (IOM) dijo que los programas escolares de comida deben ser la principal fuente de comida en las escuelas, y recomendaron limitar el acceso a las comidas y bebidas competitivas. Si hay comidas competitivas disponibles, deben incluir frutas, verduras, granos integrales y productos lácteos bajos en grasa, según el IOM.
"A pesar de estas recomendaciones para lo que consideramos prácticas saludables en las escuelas, muchas escuelas no las siguen", apuntó Turner. "Cuando estos productos están disponibles, los niños consumen más calorías, y eso es un factor de riesgo de la obesidad", añadió.
Casi el 20 por ciento de los estudiantes de primaria incluidos en una encuesta nacional de 2007-2008 eran obesos, apuntaron los autores del estudio. Dado que los niños pasan tanto tiempo en la escuela, los expertos afirmaron que los esfuerzos por promover una alimentación sana deben incluir a las escuelas.
Una mayor concienciación sobre el problema ayuda, pero Turner apuntó que sin regulación muchas escuelas no cambiarán sus políticas. "Tenemos una gran oportunidad ahora que el Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA) estudia regulaciones para la comida escolar", añadió. Bajo la Ley de niños sanos y sin hambre de 2010, el USDA puede fijar estándares para todos los alimentos vendidos en las escuelas.
El informe aparece en la edición de febrero de la revista Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine.
Para el estudio, Turner y su colega Frank Chaloupka, profesor de economía, recolectaron datos sobre casi 3,000 escuelas públicas y más de 1,200 escuelas privadas. Observaron datos desde 2006-2007 hasta 2009-2010.
Los investigadores hallaron que las comidas bajas en grasa y los dulces estaban más disponibles en las escuelas públicas de mayor tamaño que en las más pequeñas.
Los niños de las escuelas suburbanas tenían más oportunidades de comprar alimentos salados, azucarados o bajos en grasa que los niños en las escuelas urbanas. En las escuelas suburbanas, alrededor del 53 por ciento de los niños podían comprar comida en uno o más lugares, frente a 44 por ciento de los niños en las escuelas citadinas, 41 por ciento de las escuelas de pueblo, y más de 54 por ciento de las escuelas rurales.
Los refrigerios estaban más disponibles en las escuelas privadas que en las públicas, sobre todo los refrigerios salados como las papas fritas, apuntaron los investigadores.
Los niños que vivían en el sur, que tiene la tasa de obesidad infantil más alta del país, por lo general tenían más lugares para comprar refrigerios salados y dulces que los niños de otros lugares. Pero en las escuelas públicas del sur, los niños también tenían un mayor acceso a refrigerios más sanos que los niños del oeste medio y el oeste, hallaron los investigadores.
Esa distinción no sorprendió a Samantha Heller, dietista y coordinadora de nutrición clínica del Centro de Atención del Cáncer del Hospital Griffin en Derby, Connecticut.
"Coloque a un niño de primaria frente a una máquina expendedora. Puede elegir un dulce o una manzana, papas fritas o una ensalada. ¿Qué cree que elegirá?", planteó.
"No hay que ser un neurocirujano para saber la respuesta. Los niños elegirán la comida que creen que sabe mejor y que es más divertida", apuntó.
La investigación ha demostrado que cuando los alimentos que son ricos en sal, azúcar o grasa son visibles y convenientes, la gente los come, explicó. "Si a eso se une el mercadeo que hace que estos alimentos parezcan chéveres y emocionantes, los resultados son obvios", añadió.
Los niños se adaptan a las comidas más saludables cuando están más fácilmente disponibles y tienen poca o ninguna competencia de la comida rápida o basura, señaló Heller.
Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare
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