Los ajustes impiden el acceso a los mejores anticoagulantes
“El ahorro está en hacer las cosas bien”, dice el portavoz de los cardiólogos
La revolución teórica en el tratamiento de la fibrilación auricular, una de las patologías cardiacas más frecuentes, ha chocado con la tozudez de los presupuestos sanitarios. Esta es la descripción de la situación que han hecho esta mañana Ignacio Fernández Lozano, presidente de la Sección de Electrofisiología y Arritmias de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y Alfonso Martín, coordinador del Grupo de Arritmias Cardiacas de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), al presentar su nuevo documento de consenso para el tratamiento de estas patologías. En concreto, se referían a que las sociedades médicas apuestan por los últimos anticoagulantes que han llegado al mercado, que, en contra de los más usados, se dan a dosis fijas y no hay que estar haciendo controles periódicos. Pero son más caros. “Son la opción preferente”, recalcó Martín, “pero hay muchas restricciones”, añadió Lozano. “No es que los médicos no quieran, es que no pueden indicarlos”, añadió el urgenciólogo.
Los recelos de los gestores tienen un claro origen. El envase de 60 unidades del acenocumarol (el principio activo del Sintrom, el anticoagulante clásico) cuesta, según el Vademécum, 1,89 euros; el del posible sustituto, el dabigatran, cuesta 98,35 euros. “Si se compara caja a caja, es mucho más caro”, admite Lozano. Pero el cardiólogo recuerda que para el primero hay que hacer unos controles periódicos que el segundo evita. “En ese precio no se incluyen los análisis, la enfermera, la tira radiactiva… Y luego está el mayor riesgo de ictus, y eso sí que es caro”, afirma. Martín le da la razón:
“En estas patologías, lo caro no es la medicación, son los ingresos”, añade. Y un fármaco más sencillo de tomar “aumenta la adhesión [el cumplimiento por parte del paciente de las pautas de la medicación]”, dice. Y es que una de las diferencias entre ambos productos es que el primero tiene una dosis variable que hay que ir ajustando según las analíticas del paciente; el segundo se da a dosis fijas, lo que supone, por un lado, que es más fácil de administrar, y, por otro, que es más sencillo de controlar.
Por eso, los expertos están convencidos que a medio plazo, cambiar a fármacos mejores, aunque sean más caros, ahorrará dinero. “Estamos en un cortoplacismo. [Los nuevos medicamentos] se implantan poco a poco porque asustan al gestor”, dice Lozano. “Para el que mira las cuentas año a año, le cuesta dar su aprobación; en cambio, un ministro de Sanidad, con una visión a siete años”, debería apostar por lo mejor, porque “lo más barato es ahorrar haciéndolo bien”. “Es una cuestión de liquidez, de cash”, dice Martín, que se refiere a que falta el dinero para gastar más este año si los ahorros se van a recoger a largo plazo.
Pese a todo, Lozano está convencido de que “sin crisis, el Sintrom se estaría retirando más deprisa. Los nuevos anticoagulantes lo desplazarían”.
Pero la guía no se refiere solo a esto. Su valor está en que pone las bases para un tratamiento integral e igual en todos los servicios, con la coordinación entre urgencias (por donde pasan al año la mayoría de los afectados) y cardiología que también es un ahorro en sí misma, porque evita pruebas duplicadas y cambios en la medicación, como admiten los dos médicos. Y es que la población afectada no es poca.
Aproximadamente un 3,6% de las atenciones en urgencias (unas 750.000 de los 29 millones) corresponden a pacientes con fibrilación auricular. Y no solo en la anticoagulación, como elemento preventivo, ha habido avances. También hay nuevos medicamentos para revertir la fibrilación y que el corazón vuelva a latir de manera normal, destaca Martín. Con ello, se espera reducir el daño en el corazón.
El adoptar pautas eficaces comunes es, en este campo, cada vez más importante. No solo por el ahorro que los expertos asumen (aunque admiten que no hay estudios concretos en España, “porque es muy difícil hacer ese tipo de trabajos”, según Lozano), sino porque la fibrilación va a ir en aumento, ya que está fuertemente asociada al envejecimiento. De todas formas, los médicos quieren ser optimistas.
“Poco a poco, la curva [de consumo de fármacos mejores] se normalizará; lo que pasa es que lo va a hacer de manera más lenta. Nos están pidiendo ahorrar en todos los niveles”, y eso tiene consecuencias. “Ya se está viendo en las listas de espera”, mantiene Lozano. Eso sí, aún conservan la esperanza de que alguien se dé cuenta de que, como dice Martín, “hay que hacer una inversión grande en el presente para en el futuro ahorrar”.
“En estas patologías, lo caro no es la medicación, son los ingresos”, añade. Y un fármaco más sencillo de tomar “aumenta la adhesión [el cumplimiento por parte del paciente de las pautas de la medicación]”, dice. Y es que una de las diferencias entre ambos productos es que el primero tiene una dosis variable que hay que ir ajustando según las analíticas del paciente; el segundo se da a dosis fijas, lo que supone, por un lado, que es más fácil de administrar, y, por otro, que es más sencillo de controlar.
Por eso, los expertos están convencidos que a medio plazo, cambiar a fármacos mejores, aunque sean más caros, ahorrará dinero. “Estamos en un cortoplacismo. [Los nuevos medicamentos] se implantan poco a poco porque asustan al gestor”, dice Lozano. “Para el que mira las cuentas año a año, le cuesta dar su aprobación; en cambio, un ministro de Sanidad, con una visión a siete años”, debería apostar por lo mejor, porque “lo más barato es ahorrar haciéndolo bien”. “Es una cuestión de liquidez, de cash”, dice Martín, que se refiere a que falta el dinero para gastar más este año si los ahorros se van a recoger a largo plazo.
Pese a todo, Lozano está convencido de que “sin crisis, el Sintrom se estaría retirando más deprisa. Los nuevos anticoagulantes lo desplazarían”.
Pero la guía no se refiere solo a esto. Su valor está en que pone las bases para un tratamiento integral e igual en todos los servicios, con la coordinación entre urgencias (por donde pasan al año la mayoría de los afectados) y cardiología que también es un ahorro en sí misma, porque evita pruebas duplicadas y cambios en la medicación, como admiten los dos médicos. Y es que la población afectada no es poca.
Aproximadamente un 3,6% de las atenciones en urgencias (unas 750.000 de los 29 millones) corresponden a pacientes con fibrilación auricular. Y no solo en la anticoagulación, como elemento preventivo, ha habido avances. También hay nuevos medicamentos para revertir la fibrilación y que el corazón vuelva a latir de manera normal, destaca Martín. Con ello, se espera reducir el daño en el corazón.
El adoptar pautas eficaces comunes es, en este campo, cada vez más importante. No solo por el ahorro que los expertos asumen (aunque admiten que no hay estudios concretos en España, “porque es muy difícil hacer ese tipo de trabajos”, según Lozano), sino porque la fibrilación va a ir en aumento, ya que está fuertemente asociada al envejecimiento. De todas formas, los médicos quieren ser optimistas.
“Poco a poco, la curva [de consumo de fármacos mejores] se normalizará; lo que pasa es que lo va a hacer de manera más lenta. Nos están pidiendo ahorrar en todos los niveles”, y eso tiene consecuencias. “Ya se está viendo en las listas de espera”, mantiene Lozano. Eso sí, aún conservan la esperanza de que alguien se dé cuenta de que, como dice Martín, “hay que hacer una inversión grande en el presente para en el futuro ahorrar”.
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