lunes, 13 de junio de 2016

#MiPrioridadEnSanidad. Enrique Gavilán: ¿Qué le pediría al próximo ministro? - DiarioMedico.com

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ENRIQUE GAVILÁN. MÉDICO DE FAMILIA

#MiPrioridadEnSanidad. Enrique Gavilán: ¿Qué le pediría al próximo ministro?

Enrique Gavilán, médico de Familia y coautor del Laboratorio del Polimedicado, es la primera firma en la serie de colaboraciones de 10 profesionales 2.0 para el especial #EleccionesDM previo al 26-J.
Médico de Familia   |  13/06/2016 10:00
 
 

Enrique Gavilán, médico de Familia
Enrique Gavilán, médico de Familia (Twitter)
No debe ser nada fácil ser hoy en día mandatario público, con la que está cayendo. Somos mucho de hablar pero poco de actuar y menos aún de acertar. Todos tenemos espíritu de seleccionador de fútbol, y creemos tener las recetas del éxito, pero, a la hora de la verdad, o nos rajamos o somos un puro desastre, y pasamos de la noche a la mañana de ser certeros criticadores a ser el blanco de los dardos de los demás.
  • Creo que el efecto de las políticas nacionales en la salud es menor de lo que pensamos, para bien o para mal
Veo complicado que me propusieran alguna vez ocupar algún cargo como ministro de sanidad o consejero, y más complicado aún que aceptara: muy probablemente lo haría de pena, así que prefiero ni intentarlo.
Por este motivo, me resulta difícil resumir qué le pediría a un ministro de sanidad. Entre otras cosas, porque creo que el efecto de las políticas nacionales en la salud es menor de lo que pensamos, para bien o para mal.
  • Necesitamos recuperar la ilusión y el rumbo, las ganas de trabajar, sentirnos motivados y queridos por nuestros gestores y políticos
Tengo claro que no espero grandes cosas, porque las pequeñas cosas también tienen su importancia y nadie les presta la misma atención. Al futuro ministro de sanidad no le pido que solucione el problema de las listas de espera, ni la creciente medicalización de la vida, ni el gasto sanitario desbordado.
Pero sí que su gestión se base, se inspire, ¡de verdad, no sólo en la teoría!, en actitudes y valores (solidaridad, equidad, humanidad) que no son ajenos a la política sanitaria, y que no sólo persiga Las Sacrosantas "Eficiencia y Sostenibilidad" del sistema"; que demuestre que es persona antes que político y que tiene al menos el mismo interés genuino por los problemas de la gente que por cuadrar las cuentas y por los indicadores que marcan los informes y comités de expertos.
Si el ministro debe gestionar la sanidad pública, lo primero que le pido es que la conozca. Pero que se empape, que se emborrache, de la realidad cotidiana, y no como cuando hacen esas visitas relámpago a inaugurar instalaciones radiantes, acompañados de un séquito de escoltas, asesores, gerentes y pelotas varios. Que renuncie a su sanidad privada pagada por todos y se dé de alta en la "seguridá sociá", la de la gran mayoría de los españoles.
  • No valen propuestas estratégicas de salón ni operaciones estéticas; urge reformar el sistema sanitario desde su raíz
Y que antes de que tome sus primeras decisiones, durante una temporada, ejerza de voluntario acompañando a un enfermo desvalido, como los miles que deambulan por nuestros centros sanitarios, con sus noches en vela en sillones raídos reclinados de escai y sus constantes por turno, y que tome nota en un cuadernillo rojo de las cosas buenas y malas que ocurren en nuestro sistema sanitario.
O bien, que se las apañe, codo con codo con cuidadoras y trabajadoras sociales, con las ayudas a la dependencia en un hogar con escasos recursos con una persona mayor frágil y débil atiborrada de pastillas que no sabe ni cómo debe tomar y que sufre múltiples enfermedades crónicas a los que Los Grandes Programas de Salud y Protocolos Oficiales no saben dar respuestas reales.
Sólo con un poco de empatía se resuelven los problemas de verdad, y para ser empático, lo primero es conocer qué ocurre de verdad con la sanidad de este país. Necesitamos un ministro que sepa cómo funciona nuestro sistema sanitario desde dentro, y que tenga claro para quién debe gobernar y que legisle y actúe en consecuencia.
Que se deje la piel por defender los intereses de la gente de a pie, plantándole cara si es necesario a los grandes polos de poder (industrias varias, colectivos profesionales de La Poltrona Santísima, medios de (in)comunicación, etc) y dando ejemplo a los profesionales sanitarios de este país de que no se olvida para quién y por quién está donde está.
Necesitamos recuperar la ilusión y el rumbo, las ganas de trabajar, sentirnos motivados y queridos por nuestros gestores y políticos sanitarios, y para eso es necesario que los mandatarios tengan esa capacidad de liderazgo y de transmisión de valores comunes que tanto echamos en falta.
Me conformo con que nuestro futuro ministro de sanidad le eche valor y afronte los muchos de los problemas de nuestro sistema sanitario con coraje y poder de sacrificio, sin remilgos ni posturas comprometidas por las estrategias partidistas, que sea imaginativo (o que, al menos, deje hacer a los que tengan ideas y sepan cómo ponerlas en marcha), y que, aunque cometa errores, sepa cómo reconocerlos y sacar partido de ellos.
Con sólo un poquito de estos ingredientes, estoy seguro que tendremos un ministro mucho mejor que la suma de todos los que hemos tenido en los últimos gobiernos.
No me olvido de la atención primaria (defecto profesional: soy médico de Familia, qué le vamos a hacer). Estoy más que harto que a ministros y consejeros se les llene la boca de hablar de la atención primaria y luego, a la hora de la verdad, la dejen abandonada. Este hospitalcentrismo que impera en la política sanitaria española ni es sostenible ni es sano.
No valen propuestas estratégicas de salón ni operaciones estéticas; urge reformar el sistema sanitario desde su raíz. Para que la atención primaria ofrezca a la sociedad todo su potencial, tiene que ser necesariamente y de forma efectiva la que diriga esta gran orquesta que es la sanidad. Y no nos podemos permitir el lujo de dejar a la atención primaria vacía de contenidos.
No más unidades hospitalarias de atención domiciliaria, no más estrategias fallidas de "crónicos"; la atención primaria no debe ser la ventanilla de control burocrático del aparato sanitario ni está solo para atender mocos y ejercer de secretariado de lujo de los especialistas del hospital.
Y, como no, urge incluir la salud en las políticas de Estado, no sólo en lo que respecta a la sanidad. Más sanidad, no lo olvidemos, no siempre es más salud. La misión del ministro no debe ser solo preservar los intereses de los que comen directa o indirectamente de la sanidad, sino principalmente implementar políticas que ayuden a preservar ese bien privado y autónomo que es la salud.
Dije al principio que no iba a pedirle mucho al próximo ministro de sanidad. ¡Pues menos mal! Complicado lo va a tener para convencerme... Pero, puestos a soñar, ¡que por mí no quede!

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