domingo, 19 de septiembre de 2010

La salud de los argentinos - lanacion.com

Editorial II
La salud de los argentinos
Un reciente informe muestra que la parcial ausencia de políticas públicas en salud se corresponde con el descuido de la sociedad
Domingo 19 de setiembre de 2010 | Publicado en edición impresa


Los argentinos no somos mayoritariamente muy afectos a ir al médico a realizarnos los exámenes de control. Como resultado, muchos ignoramos que, entre otras enfermedades, estamos expuestos a sufrir de hipertensión arterial, o que el sobrepeso o la obesidad que padecemos pueden tener consecuencias muy serias para nuestra salud.

Estos y otros datos igualmente importantes fueron revelados por la Segunda Encuesta Nacional de Factores de Riesgo para Enfermedades no Transmisibles, que se realizó entre octubre y diciembre de 2009 y fue presentada esta semana en el Ministerio de Salud de la Nación por el viceministro, Máximo Diosque; el director de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades No Transmisibles, Sebastián Laspiur, y la subsecretaria de Prevención y Control de Riesgos, Marina Kosacoff.

En 2005, el ministerio había realizado por primera vez la encuesta para evaluar los factores de riesgo de las patologías no transmisibles, que en la Argentina causan el 60 por ciento de las muertes.

Lo mismo que en 2005, sólo hubo esta vez un 19,2 por ciento de las 35.000 personas mayores de 18 años consultadas en distintos puntos del país que evaluó su salud como "mala" o "regular".

En cambio, el 81,4 asegura que controla su presión, comparado con el 70 por ciento de 2005, y el 76,6% de los hombres mayores de 35 y de las mujeres mayores de 45 dice que "alguna vez" se controló el colesterol, un indicador importante de la salud vascular, y de este porcentaje un 30% tiene el colesterol LDL (o "malo") elevado.

El saldo positivo de estos resultados es que, en comparación con los de la encuesta anterior, hay un 10 por ciento más de personas con cobertura de salud; el tabaquismo y la exposición al humo del tabaco disminuyeron entre un 2 y un 3 por ciento (por la implementación en municipios y provincias de los ambientes 100% libres de humo), y la población empezó a controlarse más la presión, el colesterol y la glucemia (el nivel de azúcar en sangre) en los hospitales.

Sin embargo, una información tan importante sobre el consumo de sal, que aumentó un 2 por ciento (y ya era excesivo) se combina peligrosamente con el dato de que disminuyó en un 3 por ciento el consumo de frutas y verduras, cuando se sabe que en una dieta sana y equilibrada estos productos deben ser los más consumidos.

Otros factores de riesgo que han aumentado son la diabetes, el sedentarismo y la obesidad, sobre todo en los sectores de bajos recursos más que en el resto de la población, y esto está directamente en proporción con el ensanchamiento de la brecha por nivel socioeconómico, además del consumo de comida chatarra, la falta de ejercicios físicos generalizado y el uso prolongado de las nuevas tecnologías.

Para los expertos, con un 18 por ciento de obesidad en la población (el dato relevado), ya se puede hablar de una epidemia, que influye sin duda en la incidencia de la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y algunos cánceres.

Es importante rescatar que para los especialistas las enfermedades no transmisibles son perfectamente evitables y que una de las estrategias más importantes para ello es el cambio de hábitos: por ejemplo, el incremento de la actividad física y del consumo de frutas y verduras; la disminución de la ingestión de sodio (como reza la campaña Menos Sal, Más Vida); el control de la hipertensión, del colesterol y de la diabetes; el control del tabaquismo y la reducción de la obesidad.

Como se ve, todos los cambios de hábitos indicados conllevan naturalmente cambios importantes en el ámbito público (por ejemplo, campañas de autocuidado a partir de la educación, distribución de guías de práctica clínica) y en el privado (el etiquetado y las advertencias en los alimentos).

A la luz de estos resultados, puede concluirse que hay todavía una seria ausencia de políticas públicas en materia de cuidado de la salud de los argentinos, que se corresponde con el hecho de que tampoco la gran mayoría de la sociedad argentina hace mucho por cuidar de sí y de los suyos, y por ello no reclama.
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